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Narbona, los toros y la hipocresía

jueves 21 de diciembre de 2006, 12:36h

¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste? El título de la mítica canción de Burning en los tiempos de ‘la movida’ se puede remedar ahora perfectamente a la última movida de la ministra de Medio Ambiente respecto a la muerte del toro en las corridas. ¿Qué pinta la responsable de esta cartera opinando de algo tan ajeno a su labor como las corridas? Pero si precisamente las explotaciones del ganado bravo, muchas de ellas subvencionadas por Europa, suelen ser ejemplares en el respeto al entorno. Si hubiera hablado la ministra de Cultura, por la relación y tradición cultural de las corridas, tan ligadas a las fiestas de pueblos y ciudades, se entendería. Incluso si lo hubiese hecho el de Interior, de cuyo Ministerio dependen estos festejos. Pero la de Medio Ambiente no se entiende, a no ser que se trate de un globo sonda a ver qué pasa, una política tan del gusto de su jefe Zapatero.

Ya sabemos que Cristina Narbona es antitaurina y está en su derecho de serlo y proclamarlo, pero a modo individual, no como ministra (lo dijo en la recepción oficial navideña de su Ministerio). Como lo está quien firma estas líneas, también personalmente, que sí es partidario de los toros, pero no mezcla esta opinión con sus quehaceres periodísticos. Y como nunca nos vamos a poner de acuerdo los favorables a la fiesta con los contrarios a la misma, al margen de que ahora no se trata de esto, pues que cada uno exprese lo que piensa y a quien no le gusten las corridas, que no asista.

Aunque lo peor en la opinión de esta indocumentada en tauromaquia que es Narbona, razón por lo que sería más lógico no hubiera entrado al trapo –y perdón por la expresión tan taurina-, es que encierra algo muy grave, máxime en quien está al frente de (otras) responsabilidades públicas: la hipocresía. Si la ministra, que por cierto con esta declaración parece abandonar su radicalismo antitaurino partidario hasta ahora de suprimir totalmente la fiesta, cree que “gradualmente hay que evitar el momento sangriento” de la muerte del toro en el ruedo, que conteste a esta pregunta: ¿qué se hace con él? ¿Matarlo a escondidas a base de múltiples puntillazos en los corrales, como en Portugal, para que el público no sufra viéndolo?

Porque se sabe que así el animal sufre mucho más, al llevar clavadas banderillas y arpones. Y muchas veces se le deja allí unas horas hasta que acaba el festejo completo con todos los lidiados. ¿No es preferible la muerte en el coso con una puntilla –ahí si que habría que modernizar la forma y que fuera eléctrica- que acaba con el toro en un instante? ¡Ah, y que no se preocupe la ministra!, pues los que van a los toros no se escandalizan por ver esta muerte lógica una vez concluida la faena. ¿Qué importancia tiene en esta época, instalados en el predominio de las imágenes, en la que cualquier telediario las muestra mucho peores y afectando a las personas?

A no ser que estas sorprendentes declaraciones, además de un hipócrita globo sonda, oculten un intento de tiro por elevación, que sería aún más hipócrita. Porque si no se mata al toro en directo, tampoco habrá que banderillearlo ni picarlo, con lo cual desaparece el fundamento esencial de esa religión compulsiva y laica que es la fiesta: la lucha de un valiente con un trapo burlando la encastada furia de los cuernos de un toro. Suponemos que no habrá sido tal la intención de la ministra y su hipocresía se quede sólo en la ridícula ocultación al público del final de la vida del toro. En cualquier caso, señora Narbona, opine usted de lo que sepa o afecte a su cartera, que es mucho. Zapatero, a tus zapatos.

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