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La solución pasa por Londres

La solución pasa por Londres

viernes 05 de diciembre de 2008, 10:51h
>> El periodista español afincado en Kenia Pedro Lasuén analiza las circunstancias y soluciones al secuestro del fotógrafo José Cendón

Lo llamamos “el gallego”. También “chavista” cuando las conversaciones a altas horas de la noche nos conducían a Venezuela, país en el que nació y a cuyo presidente defiende por su antagonismo ideológico hacia lo estadounidense y para llevar la contraria.

José Cendón no es un fotógrafo convencional, es un artista que trabaja para agencias, periódicos y revistas en zonas que otros no se atreven a pisar. Suyas fueron las fotos de la invasión de las islas Comores por parte de un ejército africano para aplacar una revolución, como también lo fueron las de un hospital psiquiátrico en Ruanda, las de los violentos disturbios en Kenia o las relativas al sangriento conflicto armado que desangra a la República Democrática de Congo.

José conoce África, sabe de sus peligros y de sus costumbres, no es ningún aficionado, ningún bisoño con ganas de demostrar su valía. Su experiencia también abarca Somalia, “el país más peligroso del mundo”, nos decía una y otra vez en los bares de Adis Abeba.

Tuve el placer de conocer a José en Etiopía. Allí aplacábamos el estrés acumulado a golpe de juergas junto al tercero en discordia, Antonio “el sevillano”. Tres periodistas, la Santa Trinidad de los bares de copas, decían los conocidos y allegados.

Cené con José hace un mes y me comunicó su intención de marcharse a Somalia para realizar el reportaje que aún no se ha hecho, un informe fotográfico sobre los piratas somalíes que han puesto en jaque al comercio marítimo y, por ende, a la comunidad internacional y cuyas gestiones preparaba desde hacía tiempo.

José sabía muy bien lo que hacía, el peligro que corría y las posibilidades de acabar en manos de unos secuestradores. Mi consejo fue que no volara, ratificado por la agencia de noticias francesa con la que trabaja más a menudo y que ha prohibido a los empleados en nómina desplazarse a Somalia. Con su acento inconfundible, él respondió que tenía contactos y experiencia y que valía la pena.

El resto ya se conoce, ahora descansa, por así decirlo, en cuevas remotas de una región montañosa a la espera del desenlace de su secuestro. La buena noticia es que los piratas no son sanguinarios sino hombres de negocios que invierten en carne humana. La mala es que está acompañado de un periodista inglés, Colin Freeman, lo que podría dificultar la liberación debido a la política del gobierno británico en materia terrorista y que consiste en no negociar con raptores. Una decisión al más alto nivel y opuesta a las prácticas del ejecutivo español. Tendrán que salir juntos porque ningún dirigente puede permitirse pagar el precio político de una liberación individual.

Se trata pues de una cuestión de tiempo donde la principal preocupación es la salud de los periodistas. Si bien su vida no corre peligro puesto que los piratas no desean perder su inversión, la preocupación reside más en las enfermedades como la malaria o la fiebre amarilla. El consumo de agua y la falta de higiene constituyen el problema más inmediato.

Por supuesto el gobierno español mantiene contactos frecuentes con su homólogo británico para solucionar una situación que se repite con insistencia cada vez que un extranjero sin protección de Naciones Unidas se adentra en territorio somalí. La petición de rescate, al margen de lo que asegure el ministerio de Asuntos Exteriores español, es real como también lo fueron las emitidas por los piratas a cambio de los marineros del atunero vasco o de las enfermeras española y argentina. Es una operación comercial donde la mercancía es carne humana y cuyo valor es mayor si los retenidos están vivos.

Lo desaconsejable, según fuentes somalíes con bagaje en el negocio de los secuestros, es montar una operación militar en la que el resultado sería incierto y pondría en grave peligro a los secuestrados.

En definitiva, el regreso a casa de José pasa por un acuerdo entre José Luis Rodríguez Zapatero y Gordon Brown. Hasta entonces será una cuestión de tiempo, el necesario para que los piratas confirmen la recepción de la transferencia bancaria de varios cientos de miles de euros.
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