Somos una 'oenegé'

La política exterior española consiste en hacer amigos y la consecuencia de esta actitud, más propia de una oenegé que de un gobierno serio, es que hemos conseguido encabezar el ranking de los países a los que los demás les toman por el pito del sereno.

De  lo que se trata es de llevarse bien con todo el mundo, de no tener una política definida, ni unos principios que mantener, ni unas propiedades que defender, y como es lógico los demás toman nota y actúan en consecuencia.

En estos momentos no hay un jodío país que nos respete ni nos tome en serio.
En Somalia saben que pagamos los secuestros sin discutir el precio, en Inglaterra  saben que pueden proteger a los narcotraficantes en Gibraltar y que nuestro gobierno les pide disculpas por perseguirlos, en Venezuela y Bolivia conocen cómo expropiar nuestras empresas sin que nuestro ejecutivo manifieste ninguna especial incomodidad, en Marruecos nos amenazan con mandarnos más pateras y no controlar a los posibles terroristas islamistas que quieran venir aquí a poner bombas, porque les molesta que Aminatu Haidar esté siendo defendida por la sociedad civil española, y nuestro ministro Moratinos dice que continuará nuestra tradicional amistad con el Reino Alauita.

Ser un país respetado es algo que no resulta gratis: hay que ganárselo y España, con su alianza de civilizaciones y su idea rousoniana de que “todo el mundo es bueno” está meando fuera del tiesto en política internacional desde hace seis años.

Aquí, como en la cocina moderna, estamos deconstruyendolo todo, y mucho me temo que el experimento no va a salir del todo bien. El día que reconozcamos cual es nuestra propia identidad como pueblo, como país, como nación y aceptemos nuestra cultura y nuestras propias raíces, sin avergonzarnos de ellas, nos volverán a respetar, pero mientras sigamos en tierra de nadie seremos el pito del sereno o algo más íntimo de la señora Bernarda.