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Primer Presidente de la CECA

El legado de Jean Monnet , padre de Europa

El legado de Jean Monnet , padre de Europa

martes 15 de septiembre de 2009, 10:43h
Jean Monnet, primer Presidente de la Alta Autoridad de la Comunidad Económica del Carbón y del Acero (CECA) es considerado, junto con Konrad Adenauer, Robert Schuman y Alcide De Gasperi "Padre de Europa". Su papel fue determinante en los inicios de las primeras comunidades y tuvo un impacto que, de no haber existido, difícilmente podríamos hablar hoy de la Unión Europea tal y como la conocemos.
Para Jean Monnet, nacido en Cognac en 1888, la vida pareció estar movida por el azar y la necesidad. Los hombres, dirá en sus memorias, “no aceptan los cambios más que por necesidad y ellos no ven la necesidad más que en la crisis”.

¿Cuál fue el camino que aquel joven, descendiente de campesinos, le hizo salir de su tierra natal para convertirse, como diría John Kennedy, en “un ciudadano del mundo”? En su villa natal, en aquel pueblo marcado por la destilación del vino de uva fermentada, que daría su propio nombre a un producto tan apreciado como el cognac, cuyo símbolo era la salamandra, un animal capaz de resistir e incluso de apagar los fuegos más ardientes y con una asombrosa capacidad de regeneración, Jean Monnet aprendió que había que actuar con concentración pero también con lentitud, que había que mirar y escuchar, que había que esperar pacientemente las circunstancias.

    El aprendizaje era para él menos importante que la observación y para aprender, nada mejor que viajar, visitar el mundo, tal como él se decide cuando a los 16 años abandona su hogar para irse a Gran Bretaña, por entonces la primera potencia comercial del mundo.

    Pero el destino siempre supera los proyectos individuales. En este caso, el azar le llevaría a Jean Monnet a situarse en medio de los escenarios en los que se decidieron las dos guerras mundiales y así, desde negociar con los tramperos en Canadá, pasa a ocuparse del avituallamiento de los ejércitos de la Primera Guerra Mundial. Había que conseguir importaciones para abastecer al ejército; miles de toneladas de combustible, los productos alimenticios para intendencia militar y había que hacerlo rápidamente y a los mejores precios, creando, además, instituciones que resolvieran la gestión, por ejemplo, la Comisión Ejecutiva del Trigo.

Las Instituciones como base

Las Instituciones son la clave, el piensa, y así lo dirá en un discurso en Estrasburgo el 20 de mayo de 1954: “Son las Instituciones las que mandan en las relaciones entre los hombres, ellas son el verdadero soporte de la civilización, los hombres pasan, la vida de las Instituciones es más larga que la de los hombres y si ellas están bien construidas, pueden acumular y transmitir la sabiduría a generaciones sucesivas”.

    Pronto pondría aquellos pensamientos en práctica. Fue el gran organizador de las Instituciones de la Sociedad de Naciones, donde ocupó la Secretaría General Adjunta y allí fue donde descubrió, tal como refiere en sus memorias, “el valor de la acción solidaria y la necesidad de vincular en igualdad a todos en una empresa común”. Pero también aprendió allí que sólo se podía ser feliz desarrollando un trabajo útil y eso no era posible en una organización impotente.

    Es por ello por lo que acaba trasladándose a América en una época de gran actividad de los mercados financieros y acaba negociando con polacos y rumanos, haciéndose amigo de brillantes abogados, y aprendiendo en su propia carne las consecuencias de la Gran Depresión, concluyendo: “gané y perdí mucho dinero, sólo capitalicé experiencia. A los 40 años seguía aprendiendo, siempre me he sentido en edad de aprender”.

    El mundo está abierto. Cualquier lugar es campo de aprendizaje y singularmente para Monnet, China, en donde las inversiones eran fuertes y las infraestructuras urgentes. En China concluirá “No hay que pedir una respuesta, hay que adivinarla”. Y de nuevo, otra guerra mundial.

    Trabajar para la victoria. En una simple hoja de papel se hace un balance de las necesidades, “esto es lo que aprendí del gran libro de cuentas que mi padre me enseñó a leer en Cognac”. Las anotaciones son simples, hace falta construir tantos aviones, tantos miles de carros, tantos cazas, tantos cañones anticarro. El Presidente de los Estados Unidos le recibe, la prensa ya le conoce, la revista Fortune le había llamado “Mr. Jean Monnet of Cognac”.

El siguiente paso será el de la reconstrucción de Francia y en esas está cuando el Ministro de Exteriores, Robert Schuman, le pide que haga un proyecto para construir Europa.

    La receta será muy simple; Hay que cambiar la mentalidad de los hombres, hay que cambiar las cosas, hay que trabajar juntos, hay que asumir responsabilidades comunes, hay que eliminar el miedo y la desconfianza entre nosotros y, por último, hay que fusionar los intereses por encima de las fronteras. Para Monnet es el azar el que le permite encontrar al jurista que le marca la idea de la supranacionalidad, o lo que es lo mismo, la renuncia parcial de soberanía. Abrir la muralla de las soberanías nacionales, una brecha para obtener el consenso y conseguir la unidad. Y ante todo la paz, no más guerras en Europa.

    Todo ello, paso a paso. Es la política de los pequeños pasos. Las cosas, dirá, “tienen su propio ritmo […] Europa no se hará de golpe, ni en una construcción de conjunto, se hará a través de construcciones concretas creando una solidaridad de hecho.”

    Y buena voluntad. Apenas en un año, entre 1950 y 1951, el sueño se había cumplido y la primera de las Comunidades Europeas estaba creada. Quizá entonces faltó realismo para entender que este camino tenía aún, a izquierda y derecha, poderosos enemigos, nacionalistas e internacionalistas esperaban agazapados los siguientes pasos. En la idea de continuar por la construcción política le llega a Monnet su gran fracaso y el dolor por las profundas rivalidades pero también por las mezquindades personales.

    La decisión es clara, hay que seguir, pero sobre todo hay que convencer y para ello hay que estar convencido. Y para convencer no hace falta estar en el poder ni ocupar cargo alguno, hay otra forma de autoridad, que es la iniciativa y la acción constante, y ese es el camino que Monnet emprenderá desde que en 1955 crea el Comité de Acción para los Estados Unidos de Europa.

    Paso a paso, “nosotros no coaligamos Estados, nosotros unimos hombres […] Si unificamos Europa, nosotros sobreviviremos”.
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