En los países cuya democracia está asentada, la política internacional forma parte un pacto tácito o explícito mediante el cual la oposición apoya al Gobierno en esas áreas y este mantiene informada a la oposición de sus líneas maestras. Eso permite no sólo coherencia política entre todos los partidos sino una mayor fuerza exterior.
En España, en pocos días, ante un incidente fronterizo con el Reino de Marruecos, el ex presidente
Aznar se desplazó
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a la ciudad de Melilla, pero no para apoyar al Gobierno de España sino para criticarle sobre el terreno. Y la dirección del partido hizo un intento de desgastar al Gobierno en el Congreso de los Diputaos que terminó por salirle por la culata porque se quedó, como le ocurre en estos asuntos, absolutamente solo.
Por fin, después de nueve meses, los cooperantes secuestrados por Al Qaeda en el Magreb han sido liberados después de haber estado al límite de la muerte. Existen rumores, filtraciones y sospechas de que se ha pagado un rescate relativamente importante para que pudieran recuperar su libertad y evitar que fueran asesinados. Es un asunto complicado sobre el que existen diferentes doctrinas y diferentes opciones en muchos países.
Hasta ahora, cuando la petición de rescate ha sido dinero, los sucesivos gobiernos han pagado. Lo hicieron con el rescate de
Javier Rupérez, diputado entonces de la UCD y ahora militante del PSOE, y se ha hecho con muchos secuestrados por ETA, casi siempre con dinero proveniente de las familias.
La oposición tiene derecho a estar informada de esto, pero parece lógico que sea la discreción el marco en el que se desarrolle ese diálogo; en todo caso no para utilizar la información como arma arrojadiza contra el Gobierno, salvo que el PP tenga el coraje de manifestar públicamente su posición y decir a los secuestrados, mirándoles a la cara, que ellos les hubieran dejado morir en el desierto. Son temas estos en que la frivolidad se vuelve contra quien la practica.
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