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La economía española en 2010

La economía española en 2010

lunes 11 de enero de 2010, 23:17h
Dos tipos de tambores retumban cuando se aborda el escenario económico de 2010. Los  que golpean los catastrofistas gritando que será el epicentro de una crisis que dibujan como la tormenta perfecta. Se basan en modelos astrológicos -los mas esotéricos- en datos estadísticos y macroeconómicos -los mas técnicos- y en como ven las cosas del diario vivir -los mas pegados a la tierra.  Este colectivo de pegados a la corteza terrestre,  lo integran pequeños y medianos empresarios, autónomos, familias endeudadas y empleados de empresas que caminan en los bordes, que circulan por la frontera sutil  entre el subsistir y la suspensión de pagos. Conforman todos una sólida mayoría.

Las encuestas de opinión indican un estado preocupante. Los que creen que la situación económica es mala o muy mala, alcanzan un pavoroso 73 por 100, y si encima les añadimos el gremio de los “regular”, entonces nos vamos a una cuota del 98 por 100.  Panorama espeluznante sin un ápice de exageración.
Pero, ¿tienen los españoles esperanza en un futuro un poco mejor? Pues en lo económico, los que creen que la cosa seguirá igual o peor representan el 70 por 100…. y si la esperanza la referimos a la mejora en la situación política, los que consideran que seguirá igual o peor son el 75 por ciento…

En la crisis hemos aprendido muchas cosas, algunas en realidad mas que aprendidas deberíamos decir recordadas, aunque sólo sea porque algunos llevamos algo así como quince o dieciséis años reclamándolas. Entre ellas, que el papel del sistema financiero es determinante para la salud de la economía real. Muchos empresarios pequeños y medianos se han visto obligados al concurso debido a problemas de financiación de circulante. No se trata de empresas inviables, sino de entidades financieras que se han negado a financiar, a seguir financiando el circulante. Han aprendido esos empresarios que una empresa puede desaparecer, o al menos verse abocada a un concurso de acreedores, que es parecido,  a pesar de tener un producto competitivo, una estructura de costes racional, una política de personal adecuada, un modelo de gastos/inversión ajustado a lo real, un estado de origen/aplicación de fondos correctos.

A pesar de todo eso, si no dispone del dinero necesario para financiar las compras, por ejemplo, de las materias primas destinadas a los productos finales que tiene vendidos a clientes solventes, si le falta ese “pequeño” dato, resulta que no puede comprar, por tanto imposible fabricar, lo que se traduce en no  vender, y el final del ciclo es la suspensión, el concurso y la destrucción de empleos. No es demagogia ni un cuento de hadas. 350.000 empresas, me dijo el presidente de los empresarios madrileños, han cerrado, Muchas de ellas a causa del circulante.

¿Mejorará la salud de la entidades financieras?. Pregunta pertinente porque no se trata de que los bancos no hayan querido prestar o financiar. En algunos casos es así. El asunto es que sus problemas reales se han traducido en limitación de recursos propios y eso quiere decir menos dinero para prestar. En todo caso, mas caro, mucho mas caro. Artificialmente caro. Así que los cierres de algunas empresas viables se han debido, en primera y segunda derivada, a problemas de los bancos, de las entidades financieras,  problemas a los que los empresarios “cerrados o concursados” han sido y siguen siendo totalmente ajenos. Muchos empresarios han aprendido que eso del crédito no es cosa de  los banqueros,  sino cosa nuestra, de los empresarios, porque ni nos ocupamos del circuito de financiación puede ocurrir que todo nuestro esfuerzo no sirva mas que para pagar los costes y honorarios legales de las quiebras y concursos.  ¿Servirá para algo?

Lo dudo. Nadie quiere abordar seriamente el problema del sistema financiero. Algunos gritan que volvemos a lo de antes,  a la especulación financiera, a los bancos alejados de la economía real, y es evidente que será así, como lo es que en tal caso, si se cumple ese pronóstico, la siguiente crisis será peor. No se trata de regular mejor. Las normas en este campo son mas que suficiente. Los reguladores, los inspectores de los bancos centrales, han fallado. La duda es si se trata de incompetencia o de presión política, pero una de las dos es la explicación correcta. Tal vez lo cierto sea una simbiosis, una mezcla de ambas. De acuerdo, pero el asunto no es mas leyes, mas normas nuevas, sino mejores personas.

Cuando digo mejores personas no proclamo un buenismo edulcorado con brotes literarios propios de fauna del corazón televisivo. Me refiero a un asunto de mentalidad. Hace muchos años que el socialismo francés estableció la máxima incuestionable: los modos de comportamiento derivan de los modos de pensar. Así que mientras no cambiemos los modos de pensar seguiremos con el mismo comportamiento. ¿Alguien seriamente cree que se han cambiado los modos de pensar de los responsables del sistema financiero mundial? ¿Han mutado hacia otros prados las mentalidades de banqueros, ejecutivos bancarios, chiringuitos financieros, inspectores de bancos centrales, reguladores y demás especies de ese hábitat? Sinceramente creo que no. En modo alguno. Como mucho seguirán la estrategia lampedusiana y esos nuevos brotes legislativos compuestos con palabras de mayor dureza, servirán para apariencia de cambio, pero no para un nuevo modo de comportamiento.

Los empresarios saben y sienten el asunto, pero no se organizan, no parecen estar dispuestos a crear estructuras capaces de llamar al circuito el crédito por su nombre. ¿Cual es su nombre?. Pues el de valor social del crédito. Social aquí no quiere decir nacionalizaciones bancarias. Ya hace tiempo que sabemos que la palabra no es la cosa. Quiere decir que el banco, el suministrador de dinero, cumple una función de suministro de “sangre” a la economía real. Mi  mas ni menos. Y que su estructura operativa debe ajustarse a esta misión.
Quedan, claro, los optimistas. Los de los brotes verdes. Son casi todos políticos. Algunos reciben el nombre de sabios mientras la sociedad parece mirar a otro lado. Pero no sonriendo, sino asustada
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