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Bono, en la frontera de Dios

viernes 05 de marzo de 2010, 07:59h

José Bono, presidente del Congreso de los Diputados, se siente bien en la frontera. La noche de ayer, jueves 4 de marzo, en plena cuaresma, se confesó en público (un público predominantemente femenino, de religiosas y laicas, salpicado de curas, intelectuales y algún político socialista), con motivo de la presentación del libro del biólogo jesuita Juan Masiá, Vivir en la frontera. Bono, que esta noche se sentía como en su casa, ha desnudado su alma: “A mí, particularmente, no puedo negarlo, me gusta vivir en la frontera”. Se refería a la frontera de su fe dentro de la Iglesia Católica, tomando como pretexto el libro de Masiá, al que ha calificado de una muestra “de sana heterodoxia”. 

El presidente -socialista- de la Cámara Baja parece sentirse bien en esa delgada línea de fuego por la que atraviesa una parte de la sociedad española, a pesar de lo incómodo que se ha sentido recientemente, según también confiesa, cuando el portavoz del Episcopado español, monseñor Martínez Camino, amenazó a los políticos que apoyaran la nueva legislación sobre el aborto, incluyéndole a él mismo, con negarles la comunión. Pero no al Rey. “La Iglesia española siempre tuvo muchas deferencias con los Jefes de Estado: no hay más que recordar las que tuvo con Franco, al que llevaban incluso bajo palio”, apuntó el político manchego, con su habitual e irónico buen humor. Pero confesó que esas amenazas de excomunión le han traído mucho sufrimiento, por lo que pudieran afectar a su familia y allegados.

El libro de Masiá, un jesuita de gran prestigio en los sectores progresistas de la Iglesia, muy bien considerado en la del Japón, donde lleva trabajando 30 años, y a quien convocan numerosas Universidades para impartir conferencias sobre Medicina, Bioética, Antropología y Teología de la Liberación, “no busca el escándalo, pero algunos se escandalizarán”,  advirtió anoche Bono. A este jesuita, con el que el presidente de las Cortes parece sentirse muy identificado, le define como “un ortodoxo en la fe y un heterodoxo en el dogma”.

El editor de Vivir en la frontera es el infatigable moralista claretiano Benjamín Forcano, que no ha invitado a su presentación a José Bono porque sí. Forcano ha hecho, tomando como punto de partida el libro de Masiá, una descripción estremecedora de la España actual, en la que se viven unos dualismos ya denunciados por Machado y Unamuno: blanco y negro, rojo y azul, odios teológicos y odios antiteológicos, quema de herejes o quema de conventos… Y donde hay una Iglesia (no sólo la jerárquica, también de otros muchos sectores) “que desprecia la racionalidad, la ciencia, los derechos humanos y la dignidad de las personas”. Bono, Masiá y Forcano han hecho esta noche la biopsia de una sociedad en la que prima la intolerancia y el aislacionismo, y en la que mientras unos claman con nostalgia por el Concilio Vaticano II y la modernidad, otros se han aferrado al dogmatismo, la amenaza y el miedo, y siempre están propensos a menospreciar lo diferente. Como aquel Primado de Toledo del siglo XIX, el cardenal Monescillo, al que oportunamente citó Bono: “Pregunta: ¿En qué hemos de ser transigentes? Respuesta: ¡En nada!”.

Juan Masiá ha calificado la situación de la actual iglesia española de “anómala”, porque, al contrario que en la vida política, “en la Iglesia no se ha dado paso a una transición”; donde se echa en falta más pluralismo y menos uniformidad; y donde el monopolio de lo sagrado predomina en toda su actividad. Como hubiera dicho otro de los invitados a la mesa, Pedro Miguel Lamet, “una sociedad encorsetada por tópicos del pasado y condenas farisaicas”. No lo dijo él, sino Charo Mármol, en su lugar, porque los superiores de la Compañía de Jesús prohibieron a Lamet asistir a este acto. La censura también ha vuelto a los jesuítas. Masiá, al parecer, es un jesuita “non grato” para sus superiores españoles. En Japón, los obispos le llaman y no condenan sus libros. Pero…España es diferente. Muchos católicos, como Bono, Masiá, Forcano y tantos más, se ven impelidos a vivir en la frontera. En la frontera de Dios.
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