www.diariocritico.com
¿Mercado o soberanía?

¿Mercado o soberanía?

lunes 25 de abril de 2011, 14:38h
(Manifiesto soberanista)            Al final de sus días, el gran Saramago, desde su atalaya de conciencia lúcida, publicó en su blog una reflexión con el siguiente  título: ¿Dónde está la izquierda? El PSOE de la Segunda República Española, del que el actual es heredero, tenía por raíces ideológicas la Ilustración y el marxismo. La filosofía ilustrada fue “jubilada” con Prat y Llopis, dos de sus destacados representantes, en el  Congreso de Suresnes  de 1974. La raíz marxiana fue podada en 1979. El marxismo programático del PSOE no era radical, ni mucho menos de corte estaliniano. Se trataba de una concepción revisionista, democrática, en línea con el pensamiento crítico frankfurtiano; por tanto, constituía el referente teórico para un “socialismo humanista”-Fromm- propio de un partido comprometido con la igualdad, la causa de los excluidos y desfavorecidos. En su 28 Congreso (mayo de 1979), el Partido Socialista rechaza la pretensión de su secretario general de retirar la definición marxista del PSOE. Felipe González dimite y una gestora se hace cargo de la dirección hasta el siguiente Congreso Extraordinario. Finalmente, en septiembre de 1979, el PSOE renuncia al marxismo y González vuelve a la secretaría general. El marxismo intelectual, que tan dignamente personificaba Tierno Galván, fue desplazado. Desde ese momento el PSOE rompe amarras con sus referentes ideológicos históricos, pero sin sustituirlos por otros. Es decir, queda en la peligrosa deriva errática del pragmatismo posibilista. A partir de entonces los modelos sociales fueron un banquero de éxito, la “cultura” (?) del “pelotazo”, el dinero y los beneficios económicos. En España resultaba fácil enriquecerse y era de los países europeos donde más automóviles de lujo se vendían. Años después, el gigante soviético, por obra de dos de sus peores presidentes -Gorbachov y Yeltsin-, se desmorona y da paso a un capitalismo enloquecidamente consumista; cuando su evolución lógica debía haber conducido hacia un socialismo democrático que manteniendo los logros sociales revolucionarios los hiciera compatibles con la libertad. Durante la época Thatcher-Reagan el eslogan fue que el Estado era el problema no la solución. Eso funcionó bien mientras la banca batía récords de beneficio. Pero en cuanto éste disminuye se recurre al Estado para que “inyecte capital”. El lucro se privatiza, las perdidas se socializan y que paguen los contribuyentes. Así se gana siempre. En la “era del vacío”-Lipovetsky- los grandes objetivos universales, que son la erradicación de la pobreza (redistribución de la riqueza) y la consecución de la paz (no a la guerra), se alejan en el horizonte. El capitalismo se rearma, aparece la moneda única, la libre circulación de capitales y la globalización: las grandes operaciones financieras pueden realizarse desde cualquier lugar del mundo. Todo esto confirma que el poder real es el poder económico del que el político es solo un poder sirviente. “Yo, mientras tanto había hecho otro descubrimiento, el de que Marx nunca había tenido tanta razón como hoy”-Saramago-. El poder se esconde y deslocaliza, se produce un retroceso generalizado de las libertades, aumentan los empobrecidos, y aparece un gran eufemismo-trampa: el mercado. La lista de palabras anestésicas es muy variada. Así se dice “teatro (término que evoca ficción) de operaciones” para describir el sangriento campo de batalla de las guerras, “bajas” en vez de muertos o mutilados, y “fuego amigo” cuando el proyectil que destroza las entrañas lo lanza un soldado al mando de “nuestros aliados”. Pues bien, ¿qué se esconde detrás del término “mercado”? Evidentemente, un capitalismo paroxístico globalizado, especulativo y en expansión. Cabría preguntarse si estamos ante algo parecido a un “golpe de Estado” económico transnacional de unos no identificados, aunque tal vez identificables, poderes financieros que pretenden, y en parte ya lo han conseguido, la abolición de aquellos derechos económicos y sociales cuya conquista ha durado cientos de años. El objetivo es reducir el salario/hora, incrementar la jornada laboral, alargar e impedir la jubilación normal fijando un periodo de cotización de imposible cumplimiento para incentivar los planes de pensiones privados, desmantelar el Estado del bienestar, y que la población se dedique únicamente a producir y consumir en una rutina absolutamente alienante. Es decir, la sacralización del mercado e implantación de una dictadura del capitalismo más radical y explotador. Tal situación, augura la posibilidad de conflictos sociales generalizados con imprevisibles consecuencias. Cuando algunos repiten: “hay que trabajar más y ganar menos”, su frase aparenta estar incompleta pues ¿quién gana en ese caso? Tal vez querrán decir: “los trabajadores tienen que producir más y ganar menos para que nosotros ganemos aún más”. El capitalismo europeo de la década de los setenta, comparado con el existente, parecía ser algo más moderado y social. Hasta en nuestro país se mantuvo, en los primeros años de la transición, la banca pública -Banco Exterior, Banco Hipotecario, Banco de Crédito Agrícola, Banco de Crédito Local, y Caja Postal- que pronto fue desguazada en la vorágine privatizadora. Con la presente crisis alguien ha echado de menos esas entidades para canalizar el crédito a las Pymes. Sin embargo, los graves errores históricos se repiten y las Cajas de Ahorro actuales en vez de ser nacionalizadas, y reconvertidas en la nueva banca pública, vuelven a privatizarse. Es un desacierto creer que a mayor privatización más democracia. Por el contrario un sistema público fuerte, titular de los sectores productivos estratégicos y compatible con la libertad de empresa privada, es la mejor garantía del Estado social y democrático de Derecho. El problema es que el poder real hoy no está en Moncloa, ni en Zarzuela, ni siquiera en el Congreso. Es el poder económico (oculto tras el “mercado”) quien dicta las leyes principales: reducir el déficit, incrementar el IVA, flexibilizar el empleo (sinónimo de despido libre) etc. Son decisiones externas, no sujetas a la alternancia democrática, e impuestas a los Parlamentos nacionales. En nuestros días la soberanía reside más en los mercados-financieros-especulativos que en el pueblo. Los poderosos grupos de presión económica pretenden y consiguen imponer sus criterios en las normas jurídicas. La soberanía popular ha sido sustituida por un capitalismo desbocado, cuyo único fin es lograr los mayores beneficios a cualquier precio. ¿Está legitimada la izquierda para realizar un programa que no es el suyo?, ¿dónde está la izquierda?, ¿qué hacer? La solución no es fácil. En primer lugar requiere la reubicación ideológica de la izquierda en su verdadero discurso. Segundo, ser conscientes de la auténtica naturaleza del problema mediante un análisis crítico y desmitificador de los mercados que ponga de manifiesto los intereses de clase que ocultan. Tercero, mantener (o recuperar) a toda costa los derechos económicos y las conquistas sociales del Estado del bienestar; incluso ampliarlas con nuevas propuestas como la renta básica universal (RB). Cuarto, lograr identificar a los poderes especulativos financieros. Y en quinto lugar, dictar leyes internacionales e internas para el control real del poder económico por parte de la comunidad mundial y de los respectivos gobiernos. No son los mercados los que tienen que regular la sociedad, sino la sociedad la que ha de disciplinar e imponer sus reglas y necesidades a los mercados. Europa debería liderar ese proceso. La dificultad estriba en que es necesario un acuerdo general entre todos los países para la globalización del control financiero. El riesgo de acometer esa reforma en solitario, salvo que se nacionalizasen banca y grandes empresas, sería la fuga de capitales y el incremento de la deslocalización. En suma, se trata de someter el poder económico al político y rescatar la soberanía constitucional arrebatada por el mercado, pues “la soberanía nacional reside en el pueblo español del que emanan todos los poderes” (art. 1.2 CE). Por tanto, quien tiene la soberanía es únicamente quien ha de decidir por medio de sus representantes legislativos. La vigente Constitución Española, en sus artículos 9.2 y 128, brinda instrumentos legales para lo que se ha dado en llamar uso alternativo del Derecho, a los efectos de utilizar las normas en una dirección emancipadora que amplíe los espacios democráticos y de soberanía, sitúe la economía al servicio del hombre y no al revés, y facilite a la sociedad elegir su destino frente a la imposición del poder económico. En conclusión: urge, primero, una profunda autocrítica en la izquierda que pueda llevar incluso a su refundación ideológico-programática; segundo, restituir la soberanía constitucional usurpada por la globalización del capitalismo extremista. En el año 2002, cuando para algunos España iba bien, publiqué un articulo que tuvo el siguiente final premonitorio: “¿El futuro? Quizá sutiles formas de dictadura económica, conviviendo con sistemas democráticos formales pero desnaturalizados”. En eso estamos. * Pedro Rocamora es Doctor en Derecho y en Psicología y Vicepresidente de la Real Academia de Doctores de España
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios