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Asunción no es Cascos, pero es más de lo mismo

Asunción no es Cascos, pero es más de lo mismo

jueves 06 de enero de 2011, 14:21h

La sanción contra el ex ministro del Interior de Felipe González Antoni Asunción, que corre el riesgo de ser expulsado del PSOE por haber tildado de ‘pucherazo’ las elecciones primarias en Valencia, es, sin duda, una mala noticia que habla de la rigidez y falta de democracia interna en los partidos políticos españoles. Si la exclusión, decretada desde el ‘cuartel general’ del PP, de Francisco Alvarez Cascos como posible candidato de su partido a la presidencia asturiana, desató ya oleadas de protestas y peticiones de que en el PP también se celebren primarias, el ‘castigo’ decretado ahora contra Asunción completa, en mi opinión, un panorama desolador que confirma aquella tremenda sentencia del entonces vicetodo Alfonso Guerra: “aquí, el que se mueve, no sale en la foto”.

Es más: Asunción, que fue un meritorio director general de Prisiones y un ministro digno que presentó su dimisión cuando su Departamento cometió el fallo de haber dejado escapar al entonces director general de la Guardia Civil, Luis Roldán, no solamente no va a salir en la foto, sino que probablemente va a salir ‘de’ la foto, en la que figuraba con derecho propio como militante desde hace muchos años. ¿Su falta? El haber denunciado ante el juez presuntas irregularidades en el proceso de recogida de avales que le dejó fuera de las elecciones primarias para seleccionar al candidato socialista a la Generalitat valenciana.

La desgracia de Asunción parece haber sido que el titular del Juzgado número 11 de Valencia admitiese su denuncia a trámite, lo que, como reacción –o quizá como ‘vendetta’-- , ha puesto en marcha la maquinaria sancionadora de la Ejecutiva federal del PSOE. Puede que el juez acabe dando la razón a las denuncias del ex ministro, pero seguramente para entonces será ya tarde: Asunción podría haber sido expulsado de un partido al que pienso que prestó buenos servicios; entre ellos, el de salir de su cómoda vida privada para intentar regresar a la política con voluntad de regenerar el languideciente socialismo valenciano.

Claro que veo paralelismos entre los casos de Cascos y de Asunción, aunque este último está lejos de poseer el carácter tonante del primero Ni parece haber cedido a la tentación de quienes le invitaban a formar un nuevo partido para concurrir a las elecciones de mayo. Pero ambos comparten el haber intentado –el socialista por la vía más reglamentada y democrática de las primarias— un regreso a la política, de la que salieron, en mi opinión, por una puerta bastante grande. Ambos se han encontrado con el valladar de los intereses de la ‘clase instalada’ en la política local, unos intereses amenazados por la irrupción del uno en Asturias y del otro en la Comunidad Valenciana. Ambos han denunciado –con mayor razón y mejores razones, pienso, Asunción—el acoso de las direcciones de los respectivos partidos. Y los dos han acabado, en suma, muy mal por haber osado jugar contra ‘el aparato’ de unas formaciones políticas en las que tuvieron muchas y graves responsabilidades.

Luego, cada uno de estos casos tiene, si usted quiere, sus peculiaridades, recovecos, grandezas y miserias. Pero me parece que los dos  evidencian que algo no funciona del todo bien en el engranaje de los partidos españoles, y conste que no digo que estos sean fallos de ahora: la falta de transparencia, la semidictadura de los ‘aparatos’, la nula igualdad de oportunidades y el desprecio a la voluntad del militante de base han sido las constantes de la vida partidaria –de todos los partidos—desde que, en 1977, se elaboraron las candidaturas para las primeras elecciones democráticas.  Hay que decirlo una vez más: que no se extrañen luego de que la clase política salga tan devaluada en otras fotos. Las que hacen los sondeos electorales, que presentan una imagen devastadora. Y no sin razón, como vemos.

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