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50.000 maestros

martes 15 de febrero de 2011, 08:54h
    La práctica totalidad de las comunidades autónomas, aunque con algunas excepciones, no ofertarán puestos de trabajo este año para la enseñanza infantil y primaria, por lo que 50.000 maestros españoles se quedarán sin plaza. Jóvenes titulados que llevan dos años preparándose para unas oposiciones se encuentran, ahora, con que esas oposiciones no serán convocadas. Con el pretexto de la crisis económica, se ha producido una congelación de la oferta que, en realidad, es pura incapacidad para establecer prioridades. En muchos casos, ni siquiera se cubrirán las vacantes por jubilación, con lo que la bendita enseñanza se empobrece. Los sindicatos denuncian un “colapso del sistema educativo”, y hablan de un “recorte brutal” que puede traer las peores consecuencias.

     Pensamos en los escolares españoles, en sus intereses, en la obligación que tiene la sociedad de facilitarles una educación -y unos educadores-  de calidad. Pero pensamos también en esos 50.000 maestros, bien formados y con su bagaje de ilusiones, a los que les han tomado el pelo. Después viene el informe PISA y nos dice que el fracaso escolar en España lidera el europeo; y, antes, los planes de estudio cambiantes, modificados por cada nuevo ministro de Educación. ¿No hay nadie en el Gobierno central, o en los autonómicos, que comprenda que la educación es una prioridad, que no puede andar dando tumbos, que no puede dejarse llevar por la última ocurrencia del burócrata de turno? ¿Nadie hay capaz de pensar que hay asuntos (como la sanidad, las pensiones o la educación…) con los que no se puede jugar al gato y al ratón?

     Es un lujo tener 50.000 maestros perfectamente preparados y dispuestos a transmitir el saber a sus alumnos. Pero es una aberración que esos 50.000 maestros se queden en el dique seco, esperando que algún día aparezca, si es que aparece, una convocatoria de plazas en el Boletín Oficial. Lo llamativo es que la sociedad se cabree porque hayan prohibido el tabaco en los lugares públicos, y no diga ni pío cuando están maltratando a los nuevos maestros. Al paso que vamos, y después de un tiempo en que esta profesión fue dignificada socialmente, volveremos a la época en que se diga: “pasas más hambre que un maestro de escuela”. Y ello considerando que el hambre no es sólo de pan, sino también de trabajo y de estabilidad. Extraño país éste en que se contrata con más facilidad a un asesor o a un jefe de protocolo que a un maestro. A un “maestro de escuela”, como se decía en los tiempos venerables en que los padres y los alumnos respetaban a quienes transmiten la educación y la cultura.



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