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Jaume Benavente, escritor

“He aprendido a vivir a contracorriente, pero no desfallezco”

“He aprendido a vivir a contracorriente, pero no desfallezco”

martes 21 de diciembre de 2010, 17:29h

La prosa esmerada y minuciosa de Jaume Benavente, curtida en más de un terreno de batalla literario, ingresa con todos los honores en las lindes del género negro de la mano de Marja Batelaar, una joven inspectora de la policía de Ámsterdam que en su primer caso, más allá de investigar la misteriosa muerte de una inmigrante en una pensión del centro de la ciudad, se topará cara a cara con hostigadores fantasmas del pasado. Es El cuaderno de Nicolaas Kleen (Roca Editorial) una novela con una excelente ambiente propio, tan sugerente como resolutivo, en la que el premiado escritor catalán, sin perder ese característico toque existencial y de reflexión moral, cuestiones sociales al margen, profundiza en la parte más trascendente del ser, esa “parte psicológica, las pulsiones del individuo y su relación íntima, si se la puede denominar así, con el crimen”.

 

 

Esta incursión en la novela negra supone un cambio de registro con respecto a su narrativa habitual…

En mis libros anteriores siempre ha existido una cierta dosis de misterio, de suspense, incluso en los relatos de viaje o en las novelas juveniles, aunque no fueran propiamente textos policíacos. Un escritor es, fundamentalmente, una determinada mirada y su concreción en un estilo propio, el cual le sirve para la exploración del mundo o, si se prefiere, para la creación de un imaginario y paisaje literarios personales. Mi mirada y mi estilo van unidos a la utilización del misterio. Siendo así, considero mi primera novela negra, El cuaderno de Nicolaas Kleen, no una experiencia aislada ni un brusco cambio de registro, sino sólo la adopción de un enfoque distinto que me aporta ventajas.

 

 

¿Un punto de inflexión, tal vez?

Un buen amigo mío, Xulio Ricardo Trigo, escritor y crítico, comentó una vez que el hecho de que yo escribiera novela negra era en mí un proceso natural, casi inevitable. Creo que tiene razón y sí, quizás podríamos hablar de una cierta inflexión, aunque la atmósfera y el estilo de El cuaderno de Nicolaas Kleen sea similar a otras novelas mías, tan sólo que ahora hay una intriga criminal y algunas convenciones propias del género que es mejor respetar, al menos de momento.

 

 

¿Y cómo se gesta una novela de estas características, que además pretende erigirse como la primera de una serie?

Soy un escritor intuitivo, nada cerebral. La decisión de escribir esta novela, primera de la serie cuyo personaje principal es la inspectora de policía holandesa Marja Batelaar, obedece puramente a una pulsión, al deseo de crear un personaje con el cual pudiese sentirme cómodo y continuar trabajando sobre el paisaje literario europeo y a la vez proyectar una cierta mirada sobre el universo del crimen, que para mí es un elemento sin el cual no se puede entender al Hombre.

 

 

Le leí en una ocasión que, para el proceso de documentación de la obra, incluso llegó a contactar con la policía holandesa, gestionado todo con las autoridades de España. Exhaustivo trabajo de campo, ¿no?

Supongo que hubiese sido más cómodo escoger mi ciudad natal, Barcelona, o alguna otra ciudad mediterránea para escenario de la serie negra, pero cada autor ha de ser libre para decidir qué paisaje le resulta más adecuado para sus intereses. He viajado en diferentes épocas de mi vida a Holanda, las dos últimas para documentar la novela y construir su personaje central. En este proceso afortunadamente he tenido la colaboración de algunas personas de los cuerpos de policía de aquí, haciendo de interlocutores con la policía holandesa. En ocasiones, he tenido que esperar semanas para un determinado dato, sin el que era difícil avanzar en el texto. Ha sido duro conseguir información sobre el funcionamiento policial holandés, pero no el trabajo de campo. Me siento muy a gusto en Holanda, y en especial en Ámsterdam. A menudo digo que algún día me gustaría vivir residiendo entre esa ciudad y una isla atlántica.

 

 

De hecho, esa Ámsterdam donde se desarrolla la trama me parece un pilar fundamental de la novela. ¿Podría existir El cuaderno de Nicolaas Kleen en otra ciudad?

Además de una historia de género negro, esta novela es un retrato —subjetivo, desde luego— de Ámsterdam. Como le he explicado, me gusta mucho esta ciudad. En otros libros ya he dejado constancia de mi fijación por determinadas ciudades, como por ejemplo con Lisboa en Luces en la costa, mi anterior novela. También hay quien escribe sobre ciudades o sociedades que le resultan odiosas, pues al fin y al cabo la repulsión también es un motor literario, pero de momento no es mi caso. En fin, Ámsterdam no es de ningún modo un decorado, un escenario para unas determinadas tramas de género negro, sino que es, junto con Marja Batelaar, el personaje central de la novela y de las próximas de la serie. Hay una simbiosis entre Marja Batelaar, Ámsterdam y yo mismo. El sitio para El cuaderno de Nicolaas Kleen era Ámsterdam y ningún otro. A partir de la tercera novela de la serie, Marja Batelaar deberá viajar, pero Ámsterdam continuará existiendo en el núcleo de las historias.

 

 

La inspectora Batelaar rompe con el estereotipo masculino detectivesco del género…

Desde el primer momento tuve muy claro que tenía que ser una mujer joven, con inquietudes intelectuales, amante de la lectura y de la Pintura, tímida, solitaria —aunque con un círculo de amigos peculiar y una familia no menos singular y dispersa fuera de Holanda— y que además en la primera novela afrontara su primer caso, es decir, que fuera inexperta, guiándose sobre todo por su intuición y por una cierta identificación con la víctima. Quería un personaje diametralmente opuesto al estereotipo de detective, un hombre mayor, de carácter duro, a menudo amargado, con problemas con el alcohol, aficionado a la gastronomía. Para completar el perfil de Marja Batelaar, una ciudadana de Ámsterdam que vive en el Jordaan, un barrio más bien bohemio, le he dado unos antepasados judíos originarios de Porto, para conectar así con otro ámbito que me interesa mucho, el mundo atlántico y particularmente Portugal. Justo hace unas semanas he concluido un libro de viajes que tiene por motivo la ciudad de Porto y en el cual hay unos relatos que protagonizan la familia de Marja Batelaar.

 

 

Consideran la escritura un proceso de aprendizaje constante. ¿Habrá aprendido algo interesante de cara a afrontar las entregas venideras?

Es cierto, la escritura es una práctica artística pero también un oficio y por tanto un aprendizaje. De hecho, el Arte sin oficio no lleva a ningún lado, es sólo un ejercicio de presunción, de la misma manera que el oficio sin una cierta ambición artística se reduce a un trabajo artesanal. Bien, sea como sea, cada vez creo más en la madurez, en los años de escribir y en no renunciar a los principios. He aprendido a vivir a contracorriente, a menudo como un outsider, pero no desfallezco. En lo que concierne a las entregas venideras, pienso darle aún más margen a la sorpresa, a lo inesperado que surge en medio del texto y, si así lo creo conveniente, a cambiar el rumbo del libro, sin perder de vista que las novelas de Marja Batelaar han de envolver al lector con su atmósfera, han de conducirlo con su mirada y con sus dudas a través del laberinto de intrigas, del misterio y del crimen.

 

 

Entre otras cosas, la crítica dice de usted que posee el don de la imagen. Bueno, en Literatura parece que siempre es mejor “mostrar” que “decir”…

Quizás se deba a mi formación académica, de cuando estudié Bellas Artes, o quizás tan sólo a que creo que la atmósfera, el aire de un libro, tiene mucho que ver con la mirada, que para mí es sinónimo de intriga y de interrogación. Desde este punto de vista, no soy para nada discursivo, no me gustan las tesis, los autores que predican. Un libro sin mirada y sin dudas no es nada, o peor aún, es un panfleto. Me gusta Antonio Tabucchi cuando afirma de si mismo que es un autor de interrogaciones. Respecto a la novela negra, acepto el componente social y de hecho lo trato, pero a mí me interesa aún más la parte psicológica, las pulsiones del individuo y su relación íntima, si se la puede denominar así, con el crimen. En esta línea, considero a unos verdaderos maestros a Patricia Highsmith, hoy injustamente olvidada, y a Henning Mankell.

 

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