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'Kong: La isla calavera': buen cine comercial

viernes 10 de marzo de 2017, 13:08h
No hay que ser Einstein para saber que la cuarta adaptación para la gran pantalla de las andanzas de King Kong no iba a ser una obra maestra capaz de transformar vidas. Evidentemente no lo es, pero el director Jordan Vogt-Roberts ha sabido realizar un pastiche de lo más entretenido, mezclando géneros y tópicos para crear una aventura entretenida y divertida sin demasiadas complicaciones.

En 'Kong' hay un batiburrillo de ideas y géneros que funcionan sin deslumbrar, de primeras al llevarse la acción al final de la Guerra de Vietnam le permite ciertos guiños con 'Apocalypse Now', quitándole, claro, cualquier tipo de profundidad, aquí el horror se sustituye por la comedia en muchas ocasiones. Y es algo que le funciona, como quitándose importancia. Tampoco sigue particularmente la historia de las películas de 1933, 1976 y 2005, pero respeta mucho a su protagonista absoluto, que no es otro que Kong. Como siempre suele pasar en este tipo de películas, los personajes de carne y hueso suelen tender al tópico, el aventurero, el militar obsesionado, etcétera, pero, por lo menos, Vogt-Roberts y los guionistas logran que te importe algo cuando van desapareciendo poco a poco.

Como decía antes, más allá de las películas anteriores sobre 'Kong', la película que más homenajea el director es 'Apocalypse Now' y la obra en la que está basada, 'El corazón de las tinieblas' de Conrad. No es casualidad que el protagonista, interpretado por Tom Hiddleston, se llame como el escritor. Tanto visualmente (con un punto retro muy setentero), como en su banda sonora, (en la que no están los Doors pero sí, la Creedence, Black Sabbath, los Stooges o Bowie) como mezclando las dos (esa escena con los helicópteros y el 'Paranoid' sustituyendo a 'Las valquirias' de Wagner) o en su argumento, un grupo de gente es mandada a la jungla a encontrar a una figura mítica, la película homenajea a Coppola, pero consciente de que lo suyo no es excarvar en el horror de la guerra sino hacer pasar un buen rato, no se olvida del humor (mención especial para John C. Reilly), ni del ritmo, para dar a la gente lo que va a ver, dos horas de buen espectáculo. Ni más, ni menos.

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