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 ¡Es la senda equivocada, estúpido!

¡Es la senda equivocada, estúpido!

lunes 28 de mayo de 2012, 11:06h
Vivimos momentos claves para la política económica española y europea. Grandes nubarrones en la arquitectura institucional, económica y política tiñen de negro el horizonte, al tiempo que entre los ciudadanos crece la desconfianza, el pesimismo y la sensación de injusticia ante los sacrificios que se nos imponen.
Mientras, los sanadores que ayer nos anunciaban curas milagrosas (cargados con "pócimas de confianza"), hoy se declaran impotentes y las recetas de ajuste a ultranza que vienen aplicando, además de ser insoportables en términos de coste social, se están mostrando más como el problema que como la solución.

En este panorama, surgen voces cada vez más potentes, dentro y fuera de España, que alertan sobre los graves riesgos de continuar con una estrategia procíclica que ahoga el crecimiento e incentiva el desempleo. En nuestro país, conocida la orientación (o desorientación) general de política económica del Gobierno a través de los Presupuestos y medidas conexas, basada en el ajuste radical, caiga quien caiga, descubrimos que quienes decían tener un plan para colocar a España en la senda del crecimiento y empleo no sólo carecen de él, también muestran un estado de impotencia preocupante para encontrar alternativas al fundamentalismo económico rampante que aplican.

Nuestros máximos responsables económicos, entre indignados (de bien) y resignados, proyectan su incapacidad porque habiendo hecho lo que hay que hacer -dicen- no están obteniendo los resultados esperados.

Se refieren a lo que eufemísticamente denominan ajustes y reformas llevadas a cabo en educación, en sanidad, en investigación, en inversión pública, en derechos laborales, en atención a las personas dependientes, en mayores impuestos a las clases medias, trabajadores y pensionistas (lo poco que se les da se les quita subiendo el IRPF y pagando medicamentos). Nada de esto calma a nuestros acreedores y a los voraces mercados.

Parafraseando a James Carville, la explicación a la perplejidad del Gobierno es sencilla: ¡Es la senda equivocada, estúpido! Una senda -la elegida por el Gobierno- con errores de gran calado. Errores de manual que están generando desánimo entre los ciudadanos, acentuando la recesión y no contribuyendo a dar credibilidad ni a dibujar horizontes de esperanza, pese a los grandes sacrificios. Falta orientación correcta y sensibilidad social y democrática, y sobran errores, propaganda y prepotencia.

Buscar permanentemente culpables, como han hecho, y hacen el Gobierno y el Partido Popular (herencia socialista, CCAA, Banco de España, los griegos...), solo han agravado los problemas. La descalificación de cuentas y sistema institucional de control, por partidismo, no contribuye a generar la confianza que el Gobierno, nuestras instituciones y nuestra economía necesitan.

Sobre todo cuando buscando culpables en los demás han ocultado, pero termina aflorando, la desastrosa gestión de los escaparates del PP puestos como modelo de buenas prácticas (Matas, Comunidad Valenciana, Madrid, Bankia)



Transmitir confianza

¿Cómo van a transmitir confianza quienes han estado cerca de hablar de España como de 17 estados fallidos?, cuando en realidad lo que falla de verdad es el Gobierno, pues acertar, lo que se dice acertar, acierta poco. No hay más que ver  la evolución de nuestra prima de riesgo en relación a la italiana, como estaban a final de año y como están ahora.

Tampoco parece que la receta para un crecimiento futuro venga por la vía de devaluar costes y precios a través de una reforma laboral estéril e injusta. La prepotencia "absoluta" llevada a cabo en los ajustes, arrumbando el diálogo social, no es la forma de conseguir confianza.

Tenemos el drama de 5,2 millones de parados (una herencia que se arroja groseramente sin analizar su origen y estructura). En estos primeros meses del año las solicitudes de alta en prestaciones por desempleo están creciendo en el entorno del 17% anual. El año pasado, por estas mismas fechas, descendían en más de un 10%. Por otro lado, el Gobierno dice que se destruirán 630.000 empleos durante este año, pero al paso que vamos podrían, por desgracia, quedarse muy cortos. Sólo en un trimestre ha crecido en casi 400.000 parados.

El gasto en pensiones está creciendo casi al 4,5% frente al 2,9% que el Gobierno ha presupuestado. Igualmente, los ingresos públicos en tributos y en cotizaciones sociales están creciendo a tasas negativas cuando el Gobierno ha reflejado incrementos sobre la ya baja recaudación de 2011. Una presupuestación irreal en el ámbito de nuestro sistema de protección social tampoco invita a la confianza.

Buscando enviar una señal "agresiva", el Gobierno del Sr Rajoy congeló el Salario Mínimo (SMI), sin tener en cuenta que el SMI es también el suelo de la cotización de nuestra Seguridad Social, perdiendo así unos ingresos preciosos en un momento especialmente delicado de fuerte caída de ingresos por la recesión.

Por eso los socialistas decimos que hace falta una estructura fiscal distinta y planteamos nuevos ingresos en Patrimonio y Grandes Fortunas y una tributación mínima en el Impuesto de Sociedades (hoy el nivel de deducciones excesivo hace que muchas sociedades tengan un impuesto efectivo cero)

También rechazamos la amnistía fiscal del Gobierno. Es hipócrita hablar de austeridad a los ciudadanos a la vez que por primera vez en nuestra historia se amnistían cuotas fiscales devengadas. En otros momentos especiales, se han perdonado intereses moratorios o sanciones, pero nunca, como ahora, se le ha ordenado a la Administración  Tributaria olvidarse de las cuotas adeudadas.
 
La crisis de Bankia ha puesto fin al mito del "milagro español" y pone en entredicho la solvencia del PP como buen gestor. Las consecuencias que afloran de la burbuja inmobiliaria -cebada por el PP en su día- evidencian los trombos en las arterias de nuestro sistema financiero y pone de relieve el que es el principal factor de riesgo y origen de los problemas de nuestra economía.

Tampoco ayudan las tácticas de distracción, la propaganda o la ofensiva ideológica del PP que, con la excusa de la austeridad y buscando una involución de modelo, se afanan en aplicar un conjunto de contrarreformas (aborto, derechos de las mujeres, justicia gratuita, neutralización de un TV pública libre y no dependiente del Gobierno), al tiempo que recortan derechos sociales e introducen cargas de profundidad que debilitan lo público, como primer paso para ir achicando el Estado de bienestar a favor de la iniciativa privada.

Tras una política de austeridad dogmática, que el Gobierno ha llevado hasta extremos intolerables en términos de injusticia en el reparto de los costes y que está convirtiendo a España en una inmensa UVI, la pregunta es: ¿Qué es lo que viene ahora, vamos a pasar pronto a la sala de recuperación?

Todo apunta que no. Si no somos capaces de cambiar el escenario y la senda elegida. Si no introducimos crecimiento e inversión, lo que nos espera, más que la sala de recuperación es un enorme tanatorio en el que lamentarnos del tiempo y de las oportunidades perdidas.

Desde el Partido Socialista, llevamos meses diciendo que después de haber practicado durante año y medio en España y Europa una política de intenso rigor presupuestario era necesario introducir un giro fundamental en la política económica europea. Porque, en lugar de la recuperación que esperábamos para la segunda parte de 2011, entramos en una nueva recesión como la de 2009.

Por eso no se cumplieron las previsiones de déficit para 2011. No porque se gastara más de los presupuestado -¡basta ya de demagogia!- sino porque los ingresos cayeron de forma abrupta. El 90% de la desviación se debió a las caídas de ingresos esperados. Que se lo digan a la Comunidad de Madrid que ha tenido que reconocer el doble del déficit inicialmente anunciado.

Que tenemos que adelgazar nuestras deudas, es evidente. No tanto las públicas, por cierto, como, sobre todo, las privadas que son el triple de las primeras. Pero adelgazar  a la vez en el sector público y en el privado en plena recesión nos puede matar.

Los ajustes por sí mismos no traen crecimiento. Someter a una economía a una cura de austeridad tan intensa no es una condición necesaria para luego crecer, pues los ajustes, por sí mismos, no traen crecimiento. No existe una suerte de "austeridad expansiva".



Estimular crecimiento
 
Es por ello necesario combinar una política de rigor, de desapalancamiento en las cuentas públicas y privadas, con una política que estimule el crecimiento, y que no puede venir financiada exclusivamente por fondos españoles, dedicados al desapalancamiento, sino que tiene que venir de Europa.

La recuperación de los países del sur de Europa, España entre ellos, será mucho más lenta y dolorosa si no sabemos evitar que se hundan en el estancamiento y el subempleo.

Necesitamos, por tanto, una acción coordinada en el ámbito europeo que aplique una doble vara de actuación: favorecer una mayor demanda interna en las economías del centro europeo mientras las economías del sur nos desapalancamos.

Porque alguien tendría que explicar, en el marco europeo, la razón por la que un sistema razonablemente homogéneo, que ponía al conjunto de países de la Unión y del área euro en un plano, digámoslo así, de simetría adecuada, ha terminado subordinado a la posición de una sola economía, la alemana.

Es paradójico que economías ajenas pero próximas al área euro, con situaciones presupuestarias no demasiado distintas a nosotros, se están hoy financiando en mejores condiciones que las economías pertenecientes al área euro.

A medida que la crisis se ha hecho más profunda y más amenazada está la supervivencia del euro el problemas se convierte en menos técnico y en más político. Esto es así porque lo que hasta ahora nos está ofreciendo Europa y la moneda única, en nombre de una austeridad feroz, que solo es en realidad ideología, es acabar de forma abrupta con lo que hemos logrado construir durante el último medio siglo.

Lo que le decimos los socialistas, lo que planteamos, es que si no lo hacemos así, si no damos respuestas a estas preguntas y corregimos la senda, la moneda única y la propia Europa corre el peligro de no sobrevivir. Las ideas, incluso las más acertadas no viven fuera de las sociedades. Y esas grandes ideas que son Europa y su moneda única también necesitan, como todas las demás, el respaldo decidido y valiente de la ciudadanía y de todos los gobiernos europeos.

Valeriano Gómez
Portavoz de Economía del Grupo Parlamentario Socialista
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