Si desde hace unos días era casi inevitable no hablar de la reunión del BCE, hoy es imposible no hacerlo. A lo largo de estos días se han conocido nuevas referencias macroeconómicas que han avivado las posibilidades de mayores estímulos en la política monetaria de la zona euro, fundamentalmente las relativas a precios. Aprovechando el camino que han abierto los datos macro, también se han ido incorporando nuevos miembros al coro de voces que reclaman actuaciones al presidente del BCE, entre ellas, algunas institucionales. Desde el FMI, lo hacía este lunes el director del departamento europeo y ayer era la propia directora gerente, señalando que "el BCE debería flexibilizar su política monetaria para combatir una inflación peligrosamente baja que podría afectar la producción y al gasto del consumidor en la zona euro". También apuntaba que la economía mundial podría crecer alrededor de un 3% este año y el próximo, pero advierte que la recuperación de la crisis financiera global aún es débil, citando entre otros, al lento crecimiento de los precios en la zona euro, como uno de los factores que podrían afectar al crecimiento en el corto plazo. Por lo tanto, su receta, más alivio monetario. Pero no sólo en la zona euro con medidas no convencionales. También en Japón, a cuyo banco central ha instado a seguir intentando estimular su economía. Pese a la amenaza de la deflación y a las presiones, el mercado descuenta que el BCE dejará intacta su política monetaria, que, por supuesto, mantendrá su política expansiva, pero no hará nada con sus herramientas monetarias. No obstante, quizá en esta reunión más que en otras anteriores, no debemos descartar alguna actuación, aunque asignándole una pequeña probabilidad.
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