Palabra de Mujica

El discurso de José Mujica, al posesionarse como presidente de Uruguay, es un profundo alegato de ética política, un trazo indispensable para comprender la responsabilidad del sistema democrático como vía de cambios reales.

Ha dicho y vale reproducirlo: “Descubrimos que gobernar era bastante más difícil de lo que pensábamos, que los recursos fiscales son finitos y las demandas sociales infinitas, que la burocracia tiene vida propia, que la macroeconomía tiene reglas ingratas pero obligatorias. Y hasta tuvimos que aprender, con mucho dolor, y con vergüenza, que no toda nuestra gente era inmune a la corrupción”. ‘Pepe’ Mujica ha resumido su apuesta política en la creación de condiciones para gobernar sin olvidar el aprendizaje constante que da la realidad. La heterogeneidad social no es un estorbo para hallar acuerdos colectivos y sembrar de razones la interacción política diaria.

Mucho se ha hablado de los antecedentes de Mujica: un ex guerrillero que asume las reglas democráticas. Pues bien, a partir de la dura experiencia de vivir el conflicto social y político, Mujica ha construido un ideario y una pedagogía del saber cotidiano aplicado a la tarea de gobernar. Allí quizás radique su mayor aporte en el mapa democrático regional: su capacidad de morigerar los principios y las acciones en un escenario de gobierno.

“Para ponernos de acuerdo vamos a tener que rebajar nuestras respectivas posturas y promediarlas con las otras”, ha repetido. El eje de la política, en todos los tiempos y en todas partes, se mueve en el andarivel del conflicto. Su dialéctica remite a la fuente primigenia de la vida social y recorre y atrapa la necesidad de despejar las demandas políticas.

Sería muy útil que el discurso completo de ‘Pepe’ Mujica fuera leído y reflexionado por todos los actores políticos del Ecuador, enfrascados en radicalismos que poco o nada nutren el verdadero diálogo democrático.