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La economía gala va a peor y se ha incumplido importantes promesas electorales

Un año de Hollande: cumpleaños infeliz en Francia, entre impopularidad y desencanto social

Un año de Hollande: cumpleaños infeliz en Francia, entre impopularidad y desencanto social

lunes 06 de mayo de 2013, 08:57h
El presidente François Hollande acaba de cumplir su primer año al frente de la República francesa con una impopularidad récord nunca vista en el país vecino, pero a pesar de las dificultades económicas y sociales que provoca la política de austeridad, se mantiene estoico frente a la críticas de quienes dentro de su propio campo lo exhortan a un cambio de la política económica.
Primer presidente de izquierda desde François Mitterrand (1981-1995), Hollande, que venció al presidente saliente Nicolas Sarkozy el 6 de mayo de 2012 con una muy leve ventaja, se encuentra al frente de un país al borde de la recesión.

La tasa de desempleo alcanzó un 11% en marzo y sigue subiendo, a tal punto que el objetivo del gobierno de frenar la tendencia antes del fin de 2013 parece inalcanzable. El crecimiento cercano a cero obliga también al gobierno a aplazar el objetivo de reducción del déficit al 3% del PIB en 2013.

El último sondeo de opinión fue catastrófico para el presidente socialista, ya que el 74% de los franceses dice estar "descontento" con su gestión.

Hollande se ha convertido en el presidente más impopular de la historia al cabo de un año de mandato. "La situación económica y social pesa claramente sobre la popularidad del presidente. Los franceses consideran que no hubo un cambio", analizó Frederic Dabi, del instituto de encuestas IFOP.

Hollande invocó primero la "crisis excepcional" que atraviesa Europa y luego la "pesada" herencia que dejó la derecha al cabo de diez años de poder, para finalmente admitir que los franceses "juzgan al presidente y no al precedente".

El mandatario había hecho campaña diciendo que quería encarnar una "presidencia normal", criticando el activismo permanente de Sarkozy, pero finalmente, en los últimos meses, tuvo que ponerse en primera línea ante la falta de autoridad del primer ministro Jean-Marc Ayrault sobre su gobierno.

Hollande reivindica haber puesto en marcha la mayoría de sus promesas electorales, pero los economistas señalan que esas medidas -flexibilización del mercado de trabajo, crédito de impuesto para las empresas, empleos subvencionados para jóvenes sin calificación, entre otras- tendrán muy poco efecto a corto plazo.

En el terreno industrial, las negociaciones con el grupo siderúrgico ArcelorMittal en diciembre pasado quedarán como el emblema de las debilidades del gobierno, en el cual "coexisten líneas divergentes", dijo un ministro. Un Hollande silencioso dejó que el ministro de Recuperación Industrial, Arnaud Montebourg, hiciera creer a los obreros que el sitio siderúrgico de Florange, que ArcelorMittal quería cerrar, podía ser nacionalizado. Pero al final confió el expediente al primer ministro Ayrault, que desestimó la propuesta de Montebourg y dio paso al cierre de Florange. Los obreros denunciaron ese cambio depositando una estela funeraria en memoria de la "traición" de Hollande.

El mismo fiasco conoció la medida emblemática de la campaña electoral: un impuesto del 75% para los ingresos superiores a un millón de euros. El Parlamento lo aprobó, pero el Consejo Constitucional la declaró inconstitucional.

En el extranjero, Hollande es percibido como un "socialista a la antigua" que aumenta los impuestos a los ricos, imagen que proyectó de forma estruendosa el actor Gerard Depardieu, quien anunció que se exilaba en Bélgica y adoptó la ciudadanía rusa.

Sin embargo, en Francia, los comunistas y una parte de la mayoría socialista-ecologista se escandaliza cuando el gobierno vota un aumento del IVA o facilita los despidos.

La prensa tilda a Hollande de "Señor Flojo", pero la intervención militar en Malí, decidida en pocas horas, o el pulso con los diputados a propósito de la publicación del patrimonio de los legisladores, muestran que no le tiembla el puño en el momento de decidir.

La adopción de la ley de matrimonio homosexual, la gran reforma de sociedad propuesta por Hollande, votada el 23 de abril pasado, también dejó un gusto amargo porque permitió que la derecha superara las divisiones consecutivas a la derrota de Sarkozy.

Hollande también decepcionó allende las fronteras, en particular en los países del sur de Europa, que habían depositado "esperanzas quizás exageradas" en el discurso sobre el crecimiento del novel presidente socialista, estimó Loukas Tsoukalis, director del centro de análisis Elamep, de Atenas. Los países europeos se dieron cuenta rápidamente de que "sigue siendo Alemania la que determina las prioridades", agregó Tsoukalis.

Aunque decidió no festejar su primer aniversario presidencial, Hollande se mantiene tranquilo y sereno, indican sus allegados e interlocutores.

"Me fijé una línea: nunca dejarse impresionar, seguir su camino", repite a menudo como un vademécum para los próximos cuatro años.
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