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En EEUU amaneció de golpe

En EEUU amaneció de golpe

viernes 09 de septiembre de 2011, 23:56h
La negativa militar a admitir recortes fue la madre de los ruidos de sables La politóloga Prodigio Pérez afirma que en Estados Unidos hubo un alzamiento militar, un golpe seco, frío y con silenciador. Es una conjetura audaz, que contradice la vieja tesis de que allá nunca puede haber golpes de Estado porque falta un ingrediente fundamental en la receta de cualquier derrocamiento: una embajada de Estados Unidos. "Los militares se rebelaron contra el presidente Barack Obama -dice Prodigio. Le dijeron: usted puede recortarle el presupuesto a quien quiera, especialmente a los programas sociales para los ancianos y los niños, pero a nosotros no, señorito". Y punto final, no se habló más del asunto. Obama, con su mustio premio Nobel de la Paz sobre el escritorio, tuvo que guardarse la lengua y admitir que las aporreadas finanzas estadounidenses reduzcan los gastos por todos sus lados, menos por el más gordo, el de la guerra. ¿Cuándo pasó esto? ¿No será una nueva película de Spielberg?, preguntarán muchos lectores, incluso algunos que presumen de estar bien informados. No se sientan mal: en verdad los asuntos cruciales de esa democracia ejemplar no se ventilan tan públicamente como cabría suponer. Y mucho menos los que tienen que ver con las andanzas del complejo industrial-militar y su ícono institucional, el Pentágono. La negativa del Departamento de Defensa a admitir recortes presupuestarios fue la madre de los ruidos de sables, pero pasó rápido al olvido, entre otras razones porque buena parte de los principales medios de comunicación de ese gran país están bajo el control de las corporaciones que fabrican y venden armas, o sea, de los verdaderos jefes de los militares alzados. Así que los diarios ni siquiera tuvieron que publicar una nota con el título: "La batalla final será en la Casa Blanca". No es el presidente afrodescendiente el primer comandante en jefe que enfrenta una insubordinación. En 2006 se había encendido una luz de alerta. Seis generales retirados pidieron la renuncia del entonces secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, y la consiguieron. Claro, como Rumsfeld fue uno de los más impresentables funcionarios del gobierno del aún más impresentable George Bush (lo que es bastante decir), pocos se sintieron injuriados por la rodada de su cabeza. Pero, según Prodigio, fue una primera prueba de las rebeliones militares intraimperiales que han estado incubándose. Esta vez, generales gringos activos, con sus pechotes llenos de medallas ganadas a punta de dar de baja a muchachitos y otros peligrosos terroristas en Afganistán e Irak, le demostraron al mandatario civil de la cacareada democracia del norte, quién manda realmente en Washington. Tremendo golpe. Tributo al periodista-comandante Freddy Balzán: honor y gloria
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