Mi
amigo exclamó: "¡En vida!". Mi amigo, un veterano diputado con una
larga trayectoria política a sus espaldas, había venido a Málaga a dar una
conferencia y, de camino, pasar aquí el fin de semana con su mujer. Caminábamos
por el Paseo de los Tilos y nos cruzamos con el autobús de la línea 24. Para
quienes no son del barrio, aclaro que en el cartel del autobús pone "M. A.
Heredia - Los Prados".
Tardé
un segundo en darme cuenta de la ironía de las palabras de mi compañero. Así
que en cuanto reaccioné le dije: "Es por Manuel Agustín Heredia, un patricio
del XIX que jugó un papel importante en la primera industrialización de nuestra
provincia".
Obviamente
la irónica exclamación de mi amigo se refería a otro Heredia, en este caso a
Miguel Ángel Heredia, el diputado y secretario general del PSOE de Málaga.
Miguel Ángel no procede de ninguna élite aristocrática ni pertenece a ninguna
oligarquía económica, sino que es hijo de la meritocracia y de la democracia. A
mi amigo, el diputado que nos visitaba, no se le ocultaban los trabajos de
Miguel Ángel Heredia en el Congreso en pos del bienestar de nuestra provincia.
Vista
con la óptica desprejuiciada de quien constata cada día el trabajo de un
compañero en un medio complejo y difícil como es el Congreso, la ironía de mi
amigo diputado era un homenaje al M. A. Heredia socialista. Con su exclamación
venía a decir: "¡Anda!, los paisanos de Miguel Ángel le reconocen su
destacado esfuerzo sin que para ello se haya tenido que morir".
Desgraciadamente esa óptica, informada y sin prejuicios, de quien conoce en
profundidad el trabajo de nuestros representantes, no siempre se encuentra en
los medios de comunicación en los que nos informamos los ciudadanos de nuestra
democracia. Más que reconocimiento a veces se encuentra desconocimiento. Ese
desconocimiento que, como denunciaba Machado, desprecia cuanto ignora.
Resulta
curioso no ya la facilidad con la que se resuelven los problemas sociales,
económicos y políticos, en las tertulias y en las columnas de opinión, sino el
desprecio olímpico por las personas que a veces se manifiesta en ellas. Hace
unos días, un compañero que formó parte del gobierno anterior, me hacía reparar
en el caso de un prestigioso tertuliano al que el presidente Rajoy llamó para
trabajar en su gobierno. Me decía este compañero lo llamativo del contraste
entre la brillantez que aquel hombre tenía como tertuliano y las dificultades
que está teniendo como ministro. Habría que hacer ministros a unos cuantos más,
me dijo.
Mi
amigo, el diputado del comienzo, ironizaba porque ningún político democrático
espera mayor reconocimiento que la reelección; los políticos de raza solo
desean las calles y las estatuas cuando ya están muertos, si es que desean
algo. Así que, en lugar de hacerle una estatua, apoyaré a Miguel Ángel en su
reelección; y seguiré leyendo a los brillantes columnistas y escuchando a
nuestros lúcidos tertulianos, aunque no les den el Pulitzer. Total, yo no tengo
el Nobel.
José Andrés Torres Mora es diputado socialista por Málaga y portavoz de Cultura en el Congreso
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