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M. A. Heredia

M. A. Heredia

martes 03 de julio de 2012, 14:32h
Mi amigo exclamó: "¡En vida!". Mi amigo, un veterano diputado con una larga trayectoria política a sus espaldas, había venido a Málaga a dar una conferencia y, de camino, pasar aquí el fin de semana con su mujer. Caminábamos por el Paseo de los Tilos y nos cruzamos con el autobús de la línea 24. Para quienes no son del barrio, aclaro que en el cartel del autobús pone "M. A. Heredia - Los Prados".

Tardé un segundo en darme cuenta de la ironía de las palabras de mi compañero. Así que en cuanto reaccioné le dije: "Es por Manuel Agustín Heredia, un patricio del XIX que jugó un papel importante en la primera industrialización de nuestra provincia".

Obviamente la irónica exclamación de mi amigo se refería a otro Heredia, en este caso a Miguel Ángel Heredia, el diputado y secretario general del PSOE de Málaga. Miguel Ángel no procede de ninguna élite aristocrática ni pertenece a ninguna oligarquía económica, sino que es hijo de la meritocracia y de la democracia. A mi amigo, el diputado que nos visitaba, no se le ocultaban los trabajos de Miguel Ángel Heredia en el Congreso en pos del bienestar de nuestra provincia.

Vista con la óptica desprejuiciada de quien constata cada día el trabajo de un compañero en un medio complejo y difícil como es el Congreso, la ironía de mi amigo diputado era un homenaje al M. A. Heredia socialista. Con su exclamación venía a decir: "¡Anda!, los paisanos de Miguel Ángel le reconocen su destacado esfuerzo sin que para ello se haya tenido que morir". Desgraciadamente esa óptica, informada y sin prejuicios, de quien conoce en profundidad el trabajo de nuestros representantes, no siempre se encuentra en los medios de comunicación en los que nos informamos los ciudadanos de nuestra democracia. Más que reconocimiento a veces se encuentra desconocimiento. Ese desconocimiento que, como denunciaba Machado, desprecia cuanto ignora.

Resulta curioso no ya la facilidad con la que se resuelven los problemas sociales, económicos y políticos, en las tertulias y en las columnas de opinión, sino el desprecio olímpico por las personas que a veces se manifiesta en ellas. Hace unos días, un compañero que formó parte del gobierno anterior, me hacía reparar en el caso de un prestigioso tertuliano al que el presidente Rajoy llamó para trabajar en su gobierno. Me decía este compañero lo llamativo del contraste entre la brillantez que aquel hombre tenía como tertuliano y las dificultades que está teniendo como ministro. Habría que hacer ministros a unos cuantos más, me dijo.

Mi amigo, el diputado del comienzo, ironizaba porque ningún político democrático espera mayor reconocimiento que la reelección; los políticos de raza solo desean las calles y las estatuas cuando ya están muertos, si es que desean algo. Así que, en lugar de hacerle una estatua, apoyaré a Miguel Ángel en su reelección; y seguiré leyendo a los brillantes columnistas y escuchando a nuestros lúcidos tertulianos, aunque no les den el Pulitzer. Total, yo no tengo el Nobel.


José Andrés Torres Mora es diputado socialista por Málaga y portavoz de Cultura en el Congreso


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