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Partido Privado

Partido Privado

martes 10 de julio de 2012, 18:22h
Hay momentos en los que el Hemiciclo del Congreso de los Diputados se parece más a una plaza y momentos en los que se parece más a una iglesia. El ambiente del Hemiciclo cambia como lo hace el de los parques, las cafeterías o las salas de espera de los hospitales. Hay personas a las que les escandaliza esa dinámica del Hemiciclo, y no me sorprende; al fin y al cabo también hay personas a las que les escandaliza la variedad de la vida.

En el último pleno, el ambiente durante el debate del primer punto del orden del día era más de iglesia que de plaza. Se debatía la reforma de la ley de financiación de los partidos políticos, y un pequeño grupo de diputados escuchábamos con atención a los oradores que iban subiendo a la tribuna. Los discursos eran bastante coincidentes: sí al recorte del 20% en la financiación pública de los partidos políticos, pero no al discurso antipolítico que pretende acabar con cualquier forma de financiación pública de los partidos. En general los portavoces de los diferentes grupos alababan la buena disposición del ponente del PP, el señor Bermúdez de Castro, a la par que reprochaban duramente algunos artículos de la ley. Al parecer, me explicaba un compañero de escaño, mientras el señor Bermúdez de Castro conoce bien el funcionamiento de su partido desde hace muchos años, la señora vicepresidenta del Gobierno ha llegado a la cúspide del poder político con una experiencia más limitada respecto al funcionamiento de los partidos, y está empeñada en una cruzada contra la financiación pública de los partidos que muchos de sus compañeros no comparten.

Estoy convencido de que la vicepresidenta se escuda en que su posición es bastante popular, del mismo modo que estoy convencido de que no ha reflexionado lo suficiente sobre las consecuencias de sus ideas para la democracia en nuestro país. No siempre lo que es popular es democrático.

En la encuesta postelectoral del CIS de las pasadas elecciones generales se preguntaba si la persona entrevistada había contribuido con su dinero a la campaña de algún partido o candidato. Sólo el 1,3% contestó que sí. En contraste con dicha cifra, el 84% de los entrevistados afirmaba que había ido a votar. Si nuestra cultura democrática no pasa por la afiliación masiva y, sin embargo, eliminamos la financiación pública de los partidos, lo más probable es que el sistema democrático termine capturado por personajes como ese magnate de Las Vegas, al que el New York Times denunciaba hace un par de semanas por financiar con muchos millones de dólares la campaña negativa contra el presidente Obama.

El que paga suele querer mandar, la financiación privada significa la privatización de los partidos, que en lugar de trabajar para todos, trabajarán para quienes los financien. No hay que pensar mucho, ya conocimos al GIL. Luego, esos especuladores de la política desaparecen con la pasta y la sociedad se queda con el agujero.

Con la democracia pasa como con la vida, hay una más barata, pero es peor.

José Andrés Torres Mora es diputado socialista por Málaga y portavoz de Cultura en el Congreso

>> Vea el blog de José Andrés Torres Mora
 
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