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Un Rajoy no creíble, con autobombo y sin autocrítica anunció una España nueva de 'vino y de rosas'

Un Rajoy no creíble, con autobombo y sin autocrítica anunció una España nueva de 'vino y de rosas'

> El presidente presume de salvar a una España que estaba "al borde del abismo"
> Desde hoy, la contratación indefinida tendrá una tarifa plana a la Seguridad Social de 100 euros

martes 25 de febrero de 2014, 14:39h
Noventa minutos de discurso; hora y media hablando solamente para darse autobombo y, sin ningún tipo de autocrítica, obviar que centenares de miles de familias viven al borde de la pobreza y anunciar que sobreviene una España de 'vino y de rosas'. Rajoy sólo habló claro sobre Cataluña, para re-re-negar la posibilidad de realizar un referéndum, pero ni una sola palabra para temas candentes como educación y becas, sanidad y reforma del aborto, disolución final de ETA o la grave problemática de la emigración que empuja en nuestras fronteras. Hizo, en definitiva, un discurso de autobombo, con el que ha iniciado la campaña a las elecciones europeas.


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Los tiempos utilizados por el presidente del Gobierno para esta 26ª edición del debate sobre el estado de la Nación lo dicen todo: 90 minutos en total de discurso, de los que 35 estuvieron dedicados a lo mal que le dejó Zapatero España y lo bien que en materia económica lo ha hecho su Gobierno. Era casi la mitad del tiempo para el autobombo y la autocomplacencia. Después, otros 15 minutos para anunciar reformas económicas para la nueva España de vino y de rosas que vamos a vivir a partir de 2015 -año electoral, por cierto-, con anuncios como la 'tarifa plana' de 100 euros de cotización a la Seguridad Social para las empresas que contraten a nuevos trabajadores fijos.

Después de la autocomplacencia y del triunfalismo por lo ingenioso de las medidas que pondrán en marcha, otros 10 minutos para hablar de la reforma de las administraciones públicas, con medidas ya puestas en marcha y otras a punto de entrar en vigor, como el mercado único. Luego, 10 minutos más para Europa, para decir a sus señorías cómo él, y solamente, resistió numantinamente las presiones en el Consejo Europeo -que quería el 'rescate' de España y que él evitó, Rajoy dixit-, que exigía aún más recorte sociales para nuestros país.

Seguidamente, 5 minutos para hablar de lo fundamentales que serán las elecciones al Parlamento Europeo del 25 de mayo -no en vano, su discurso puede interpretarse como el pistoletazo de salida de la campaña electoral- y la importancia que tendrá el futuro Parlamento de Estrasburgo, con muchos y nuevo poderes.

Después, ya casi al final, Rajoy dedicó otros cinco minutos de reloj a hablar de anticorrupción -algo curioso, porque ni citó la de su propia casa-, de las medidas que ha puesto en marcha y de las que sobrevendrán, como un mayor control a los partidos políticos para que desaparezca todo atisbo de financiación irregular, pero ni una sola palabra para nombrar a Bárcenas, o al Gürtell, los mayores escándalos de corrupción a los que se enfrenta su partido, el PP. Y mucho menos para hablar de sobresueldos internos y otras 'menucias' que se acumulan en los juzgados de la Audiencia Nacional.

En ese marco, Rajoy se limitó a generalizar: habló de dotar de más ajustes en el Código Penal contra las conductas corruptas, como la financiación ilegal de partidos políticos, y dijo textualmente que "trataremos de que cada día cueste más caro corromper o dejarse corromper, que cada vez cueste más caro".

Luego, 10 minutos para re-re-decir a los catalanes y a los españoles en general lo bien lo pasamos juntos y que la Constitución no permite un referéndum unilateral y secesionista. Quizá esta última fue la parte más contundente de su discurso, porque ahí no se anduvo con chiquitas: "Nadie unilateralmente puede privar al conjunto del pueblo español de su derecho a decidir sobre su futuro, nadie: ni el Gobierno que ahora presido yo, ni ningún otro poder del Estado, ni siquiera esta Cámara. Como todos ustedes saben, ese referéndum no se puede celebrar, no es legal y mi obligación es cumplir la ley y hacerla cumplir, lo que en este caso significa que nadie decida por el conjunto del pueblo español sobre el futuro de España... tengan por seguro que cumpliré con mi obligación".

Es decir, que no habrá referéndum, y mucho menos secesión.

Hasta ahí, lo que dijo Rajoy en su 'España de vino y de rosas', o, como él definió la situación: nos hemos deshecho del 'Holandés Errante' y "hemos atravesado con éxito el Cabo de Hornos".

Pero lo más importante quizá haya sido lo que no dijo, porque muestra a las claras los 'fantasmas' con los que convive el presidente del Gobierno y a los que, en tono supersticioso, parece no querer ni citar.

En tiempos pretéritos y oprobiosos un chiste recorría España. Su protagonista era el anterior jefe del Estado, quien, con voz tan trémula como su mano, decía: "Españoles, hace 40 años estábamos al borde del abismo... hoy, hemos dado un paso al frente".

Y un paso al frente es obviar, como ha hecho Rajoy, los recortes en la sanidad, en las camas hospitalarias y en las medicinas, la reforma que proyecta de la ley del aborto, la nueva ley de la 'patada en la puerta' que quiere impedir las protestas de la sociedad, el caos de la reforma de la educación y el recortazo en las becas, ETA y la gestión de su disolución final, el grave problema del drama de la inmigración, o de la emigración española, que ha vuelto por sus fueros...

De nada de eso habló Rajoy, pero, como en el chiste del abismo, al menos hizo sonreír en un par de ocasiones, a saber:

- Cuando, hablando de los casi seis millones de parados y del paro juvenil, y después de ofrecer unos datos más que grandilocuentes, dijo: "No cabe hacer triunfalismo ni caer en la autocomplacencia". Risotada general.

- Segundo, cuando, hablando de impuestos y de la energía, se despachó con esta frase: "Reformas como la eléctrica han buscado la protección de los consumidores y de las pequeñas y medianas empresas, que hubieran visto incrementos de factura de más del 40 %, lo veremos esta tarde". Otra carcajada general.

Al menos, hubo humor, como cuando nos caíamos por el precipicio.



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