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Algunas malsanas curiosidades

Algunas malsanas curiosidades

viernes 08 de agosto de 2014, 18:35h
Les anuncié que este tercer artículo agosteño iba a estar dedicado a los monumentos que adornan este pueblo y los personajes ilustres que aquí han nacido, pero pensándolo mejor he decidido dejar a un lado las iglesias de Santa María del Alcázar, San Martín de Tours, San Juan Bautista y El Carmen sobre cuya arquitectura pueden informarse en la página web www.visitarjona.com o en Portal Arjonero, donde encontrarán mucha más información de la que yo podría ofrecerles, y centrarme en algunas curiosidades que salpican las calles de Arjona y que no dejan de llamar la atención al visitante. Sé que algunos de mis paisanos se pueden sentir ofendidos, así que les pido disculpas de antemano ya que mi intención es sazonar con algo de humor e ironía ciertos aspectos del acerbo cultural que durante siglos han conformado el carácter y la idiosincrasia de esta ciudad. Son varios los monumentos dedicados a hijos ilustres que adornan hoy las calles y plazas de Arjona. No está mal. Me acuerdo que en mi niñez sólo había un busto de enorme cabeza  en bronce en la Plaza de Santa María, dedicado a José Antonio Primo de Rivera, que ni había nacido aquí ni tenía nada que ver con el pueblo y que, afortunadamente, desapareció con la llegada de la democracia.

Ahora, lo primero que llama la atención al visitante son "los cabezorros" de la entrada al pueblo desde la carretera a Andújar. Un enorme monumento  metálico que representa, según dicen los entendidos, a dos guerreros iberos luchando entre sí y que reproduce uno de los grabados de la urna descubierta en Piquías. Uno va armado con una especie de honda y el otro, sobre un famélico caballo que nos recuerda al Rocinante de don Quijote, esgrime una lanza. No digo yo que el autor no haya captado fielmente en su obra la esencia de los iconos iberos pero si lo observan detenidamente comprenderán el sobrenombre que le han puesto. Y es que no sé si los iberos que poblaron la zona, y cuya necrópolis encontrada en Piquías es un hallazgo arqueológico de primera magnitud, eran muy inteligentes, porque cabeza, lo que se dice cabeza tenían una hartá.

Y es que la explosión popular de estos orígenes y antecedentes iberos o túrdulos es relativamente reciente. Durante mi niñez en Arjona casi nadie hablaba de los iberos. Sí lo hacían de los romanos o de los árabes y hasta de los yacimientos prehistóricos de conchas fosilizadas en Balondo. Es verdad que se han hallado restos de esta cultura en diversos puntos del término urgavonense, pero no ha sido hasta el hallazgo de la urna de los guerreros en la necrópolis de Piquías cuando las autoridades municipales han reivindicado hasta la saciedad y con ímpetu renovado esos antecedentes poniéndole nombre y apellidos como refleja el monolito dedicado al príncipe ibero Iltirtil, hijo de Askatutatu, en plena Plaza de los Coches, lugar donde curiosamente no se puede aparcar. La gente de aquí dice que más que iberos, con esos nombres tan raros, más parecen cachorros vascos de la kale borroca etarra.

Nada más pasar el Paseo Nuevo y antes de entrar en las Torres, calle en la que curiosamente no hay ni una sola torre, a la izquierda en una pequeña plaza, se encontrarán con otros dos monumentos, uno a la mujer aceitunera  del que obvio cualquier comentario y, a su lado, la fuente que aquí llaman de "los gaticos" porque es una imitación a la fuente de los Leones de la Alhambra, pero en pequeñito.

Volviendo a la Plaza de los Coches, está presidida, nunca mejor dicho, por otro personaje ilustre de Arjona, Helvia, la madre del filósofo cordobés Lucio Anneo  Séneca, preceptor de Nerón. No conocemos la estatura que tendría la matrona hispana, pero, desde luego, a la pobre mía la han colocado sobre un pedestal y una columna de proporciones tan excesivas que parece estar queriendo asomarse por encima del tejado de Tani para contemplar Sierra Morena.o las tumbas del cementerio para descansar de tanto rato de pie.

A pocos metros, en el Ayuntamiento, cuyo reloj ha dejado de dar las campanadas, se puede contemplar la lápida templaria que ha hecho famosa el novelista local Juan Eslava Galán en sus libros firmados con el pseudónimo de Nicholas Wilcox, así como el magnífico artesonado del Salón de Plenos del Consistorio. Por último, en la Plaza de Santa María, junto al Santuario de los Santos, pueden ver una enorme roca esférica de granito que algunos afirman que es un meteorito y otros una especie de altar de sacrificios, y muy cerca, algo escondido tras los muros de Santa María del Alcázar, el monumento al posiblemente más insigne hijo de Arjona, el fundador de la dinastía nazarí, Muhammad Ibn Yusuf Ibn Nsar, más conocido como Al-Ahmar El Rojo.Quizás su apodo ha obligado a que los arjoneros voten masivamente en las distintas elecciones al PSOE para hacer honor a su antecesor.

Mientras escucho en la calle el Himno de los Santos, El gallo de Tranquillas y Cuatro patas tiene un gato, Manuel, que acompañan a los miembros de la Hermandad repartiendo los programas de las fiestas, doy por finalizado este primer capítulo de curiosidades. Otro día les hablaré del magnífico aljibe árabe de Santa María, de los restos de las murallas, de los supuestos pasadizos que atraviesan sus calles, de la Cueva de los Moros y de otras muchas curiosidades que adornan esta ciudad de la campiña jienennse, situada sobre una colina y rodeada de millones de olivos, en la que yo nací y a la que vuelvo todos los agostos para evocar recuerdos y sensaciones casi olvidadadas.
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