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'De noche justo antes de los bosques': de cómo un extranjero de sí mismo se busca temeroso y desesperado

'De noche justo antes de los bosques': de cómo un extranjero de sí mismo se busca temeroso y desesperado

lunes 23 de marzo de 2015, 16:49h
Antonio Aguilar es un actor extraordinario. Lo dijimos ya cuando lo vimos interpretando a un memorable Pedro, en el clásico de    Benedetti, 'Pedro y el capitán' (http://www.diariocritico.com/ocio/teatro/critica-de-teatro/pedro-el-capitan/467052). Pero no tenemos ya duda alguna y lo repetimos  ahora también después de haberlo visto irritarse, soñar, deshacerse, levantarse, increpar, suplicar, indignarse  o derrumbarse en 'De noche justo antes de los bosques', un monólogo de Bernard-Marie Koltès, que dirige Carlos Alonso Callero (sí, el mismo Callero que  dirigió 'Elegy', que también hemos comentado en estas mismas páginas de Diario Crítico).

El texto de Koltès no es lo que se dice un texto amable, sino todo lo contrario. No puede ser amable una situación extrema, como la que vive un emigrante español, pobremente vestido, que vaga errático  por las calles de París huyendo de sí mismo para volver a encontrarse, un hombre fuera de su entorno, de su país, sin trabajo, sin un euro en el bolsillo, que ve como es despreciado, ignorado, ninguneado, que se ha vuelto transparente  a los demás, al menos durante los cinco minutos que le permiten estar en un sitio, para  echarlo pronto de nuevo a patadas de allí porque molesta, porque huele mal, porque ensucia el bello paisaje de la ciudad del amor.

Pero ese emigrante español en la capital francesa son todos los emigrantes del mundo que vagan desesperados en medio del caos de las metrópolis que les acogen (¡que paradoja tan cruel hablar de acogida...!), que les ignoran hasta el momento en que alguien decide  que  tiene la víctima propiciatoria para salvar sus miedos, sus frustraciones, sus complejos, porque entonces es él, el inmigrante, quien puede ser señalado como el culpable de todos, o buena parte, de nuestros males: ellos nos quitan el trabajo, si no los quieren en su país, ¿qué vienen a hacer aquí?...Lo que no piensan muchos hombres y mujeres que aplican esa óptica  a esos otros semejantes que van a buscar un mejor futuro para ellos y sus familias, es que (hoy por ti, mañana por mí) nunca se sabe  cuando nos puede tocar a nosotros mismos. Sin ir más lejos, en los cinco últimos años, se ha duplicado el número de españoles que se han ido  a buscar fortuna  -ahora esa palabra es solo sinónimo de cierta  estabilidad y trabajo medianamente remunerado-, porque no la encuentran en su propio país. En otras palabras, que las patadas que  dan muchos en culos ajenos, puede que  antes de lo que piensan es muy posible que las reciban ellos en el propio.

Poesía

Koltès presenta un texto profundo y duro que, a mi juicio, no es redondo porque exige un esfuerzo casi ímprobo por parte del espectador para captarlo en su integridad. No obstante, eso queda compensado con el inmenso, casi titánico, trabajo de Antonio Aguilar que con su presencia, con su actitud (gestual, corporal, de palabras, de gritos desesperados o de miradas  y silencios intencionados) transmite   mucho más las ideas del autor francés al espectador que se acerca a Nuev9 Norte, la sala recién inaugurada en la calle del mismo nombre, muy próxima al metro Noviciado  (que,  por cierto,  cuenta con unos  sillones muy  cómodos para los aproximadamente 40 espectadores de aforo, nada frecuentes en salas del circuito off madrileño).El sustrato omnipresente en esta obra del autor francés es la visión poética del hombre. Hombre emigrante, en este caso, pero hombre, como tú y como yo. Carlos Alonso Callero ha puesto, desde la dirección, toda su intención en ello. El actor transita, en un escenario absolutamente desnudo, entre diez, quince, veinte... puntos de luz  intensa que metafóricamente muestran los distintos lugares a los que hace alusión en su parlamento (el bar, los puentes, donde están ellos -los capitalistas, los banqueros-, la esquina, el borde del Sena, etc.).

En todos ellos percibimos, porque el actor es capaz de hacérnoslo sentir así, los sentimientos que sacuden al emigrante perdido por las calles de París ("que no me encuentre en una calle vacía"): el olor a familia; la lluvia que moja hasta los tuétanos, pero que también redime; la incomunicación ("no siempre el que toma la iniciativa es el mas débil"); la alienación en el trabajo ("siempre terminan por encerrarte en una fábrica", "... mi idea consiste en un sindicato a escala internacional... Nada de política... Solo defensa de los gamberros endebles..."); la segregación ("zonas de hombres, zonas de mujeres, zonas de maricas, zonas para charlar") y, en definitiva,  todo lo que nos une a todos los hombres: el amor y la muerte.

Un montaje, en fin, tan profundo como desgarrador y poético  que no espera a espectadores que busquen la complacencia y la risa fácil, sino al comprometido con su tiempo, al espectador indignado  por las diferencias abismales entre los seres humanos y por el  deleznable desprecio de los unos hacia los otros.
 (¡Ah!, y una nota final: se agradecería mucho una ligera revisión en la traducción del texto para acabar convirtiendo en pronombres personales algunos que aparecen como posesivos: detrás de mí -no detrás mío-, detrás de él -no detrás suyo-, etc.). 

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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