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‘Ninette y un señor de Murcia’: retrato en blanco y negro de una España gris
(Foto: Ep)

‘Ninette y un señor de Murcia’: retrato en blanco y negro de una España gris

domingo 17 de enero de 2016, 18:07h

España, años 60, en plena dictadura franquista. Andrés, un joven pusilánime que regenta una tienda de libros y objetos religiosos en Murcia, después de recibir una importante suma de dinero en forma de herencia, decide llevar a cabo la ilusión de su vida, hacer un viaje a París, para intentar hacer realidad lo que estaba en el imaginario de los chicos jóvenes y menos jóvenes españoles de la época: pasar unos días por allí, en busca de la hipotética liberalidad de costumbres de la mujer francesa. Un amigo suyo le consigue alojamiento en casa de unos exiliados republicanos, con cuya hija, Ninette, tiene una aventura la primera noche. La joven despliega toda su habilidad estratégica para que Andrés no salga de casa y así estar todo el tiempo con él.

El argumento -seguro que lo recuerdas- es de ‘Ninette y un señor de Murcia’, de Miguel Mihura, y junto a ‘Tres sombreros de copa’ y ‘Maribel y la extraña familia’ constituye la trilogía más representada del autor cómico español. La dirección del montaje es de César Oliva y, hasta mediados de febrero, permanecerá en el escenario de la sala grande del Teatro Fernán Gómez de Madrid, para emprender gira por España en los meses posteriores. El reparto está integrado por unos estupendos y divertidos Julieta Serrano y Miguel Rellán (los padres de Ninette), Natalia Sánchez (Ninette), Jorge Basanta (Andrés) y Javier Mora (Armando, amigo de Andrés).

La obra de Mihura se estrenó a principio de la temporada teatral en 1964 en el Teatro de la Comedia de Madrid y ha sido adaptada al cine en dos ocasiones. La primera, dirigida por Fernando Fernán Gómez en 1965, y la segunda en 2005, dirigida por José Luis Garci. El montaje ha sido producido por la compañía murciana La Ruta Teatro en coproducción con el Teatro Circo de Murcia y SEDA.

La versión de Oliva es muy fiel al texto original de Mihura y refleja una España gris y reprimida en contraste con un París abierto, alegre, brillante, libre y sin prejuicios al que gustosamente se hubiera apuntado la juventud española de entonces. La comedia que podía verse en escena, y en primera lectura, escondía también una tragedia social, la que vivía la España franquista.

Puro teatro

En el montaje no hay ningún tipo de aparatosos efectos de luz o de sonido. Todo lo que sucede en escena está pensado para que el espectador fije su atención única y exclusivamente en el texto, el gesto, y el tono y la voz de los actores. Por eso la sencilla escenografía es fija -no cambia a lo largo de los aproximadamente 90 minutos de duración de la obra- y se circunscribe a un salón, con un sofá blanco en el centro del mismo, y con tres llamativos cuadros colgados con los retratos de Lenin, Manuel Azaña y Alejandro Lerroux (para que no haya duda alguna de la orientación política de sus ocupantes). Luego, en el extremo izquierdo del salón hay un sencillo comedor (mesa y unas sillas a su alrededor), muy próximo a las habitaciones de Ninette y de sus padres, y en el extremo derecho, la puerta de acceso a la vivienda.

Oliva presenta dos planos: el principal, con la casa de fondo, en la que sucede todo lo que ya hemos descrito más arriba, a plena luz, como queriendo explicitar que cuanto pasa por allí no es piedra ni cartón, sino la vida misma de un provinciano y una familia de exiliados españoles en el París de los años 60 del siglo pasado; y un segundo plano, siempre en varios puntos del proscenio, en donde se sitúa Andrés para hacer varios apartes más cerca del público, confesando sus diversos estados de ánimo ante la situación que está viviendo.

La sensación que -afortunadamente-, un espectador joven puede tener cuando se acerca a una obra como esta debe alternar entre la perplejidad y lo antropológico. Imagino que no debe ser muy distinta de la que tiene frente a una obra de Lope de Vega, Calderón o Tirso de Molina, es decir, se sitúa frente a unos hechos y unos valores tan distintos a los que se viven actualmente, que lo más que puede hacer es aplicar una sonrisa indulgente de exculpación de sus padres y abuelos, en los que habrá reconocido alguna de esas historietas que alguna vez les habrá oído.

Los actores -siempre en su papel-, en conjunto, están graciosísimos hasta el punto de que Natalia Sánchez, con su acento francés,parece del mismo Pigalle,y unos rejuvenecidos Julieta Serrano y Miguel Rellán dan sobradamente la talla, como era de esperarde dos grandes actores que, hagan lo que hagan sobre el escenario, siempre está bien hecho.


‘Ninette y un señor de Murcia’, de Miguel Mihura

Dirección: César Oliva

Intérpretes: Julieta Serrano, Miguel Rellán, Natalia Sánchez, Jorge Basanta y Javier Mora

Escenografía: Daniel Ruiz Zurita y Antonio F. Riquelme

Iluminación: Jesús Palazón

Espacio Sonoro y Música: Miguel Linares

Teatro Fernán Gómez (Madrid)

Hasta el 14 de febrero de 2016




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