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Solidaridad como dimensión esencial del ser humano

viernes 25 de agosto de 2017, 11:22h

Cuando encuentras un texto que te expresa desde lo más íntimo y comparte lo que ha sido una de las claves más importantes de tu vida no puedes por menos que compartirlo. Así me sucede con el concepto, sabiduría y responsabilidad de la solidaridad. Ser solidario es compartir cuanto sabes, conoces y tienes con los demás. No sólo con los más pobres y miserables de este mundo que, para una persona solidaria, no conoce fronteras y las respeta por mor de la convivencia, pero no las acepta en su concepción de la vida, de la humanidad y de la corresponsabilidad esencial del ser humano con el resto de nuestro medio ambiente y del cosmos en su expansión inefable e inabarcable.

Nosotros somos polvo de estrellas. Hay una tremenda falta de solidaridad en este momento de nuestra historia. Cuenta Leo Boff que en este preciso momento 20 millones de personas están amenazadas de morir literalmente de hambre en Yemen, Somalia, Sudán del Sur y Nigeria. El grito de los hambrientos se dirige al cielo y a todas las direcciones. ¿Quién los escucha? Quizás algo la ONU y algunas valientes agencias humanitarias.

Denuncia Boff que en Brasil, por causa de los ajustes promovidos por los gobernantes que dieron un golpe parlamentario, hay por lo menos 500 mil familias que han perdido la “bolsa familia”. Los pobres están cayendo en la miseria de la cual habían salido y los miserables se están volviendo indigentes que acuden a organizaciones de la sociedad civil pidiendo comida. ¿Es posible negar el pan a la mano extendida y a los ojos suplicantes sin ser inhumano y carente de piedad?

Por eso dice que es urgente que rescatemos el significado antropológico fundamental de la solidaridad. Ella es anti sistema, pues el sistema imperante capitalista es individualista y se rige por la competencia y no por la solidaridad y la cooperación. Esto va contra el sentido de la naturaleza. Explican los etnos antropólogos que la solidaridad nos hizo pasar del orden de los primates al orden de los humanos. Cuando nuestros antepasados antropoides salían a buscar sus alimentos, no los comían individualmente. Los llevaban al grupo para comer juntos. Vivían la comensalidad, propia de los humanos. Por tanto, la solidaridad está en la raíz de nuestra hominización.

Y cita al filósofo francés Pierre Leroux quien a mediados del siglo XIX, al surgir las primeras asociaciones de trabajadores contra el salvajismo del mercado, recuperó políticamente esta categoría de la solidaridad. Era cristiano y dijo: "debemos entender la caridad cristiana hoy como solidaridad mutua entre los seres humanos". Y es más que probable que el Rabí Jesus en nuestros días hablase de la solidaridad como forma de la justicia y de la caridad como dimensión antropológica del ser humano. La solidaridad implica reciprocidad entre todos, como un hecho social elemental. La naturaleza no creó un ser para sí mismo, sino a todos los seres unos para otros. Estableció entre ellos lazos de mutualidad y redes de relaciones solidarias. La solidaridad originaria nos hace a todos hermanos y hermanas dentro de la misma especie.


La solidaridad, subraya nuestro autor, es indisociable de la naturaleza humana en cuanto humana. Si no hubiese solidaridad no tendríamos manera de sobrevivir. No tenemos ningún órgano especializado que garantice nuestra subsistencia. Para sobrevivir dependemos del cuidado y de la solidaridad de los otros. Es un hecho innegable de otros tiempos y también de hoy. Pero como advierte Edgard Morin tenemos que ser realistas. Somos simultáneamente sapiens y demens, no como decadencia de la realidad sino como expresión de nuestra condición humana. Podemos ser sapientes y solidarios y crear lazos de humanización.

Pero también podemos ser dementes y destruir la solidaridad, degollar personas como hacen los militantes del Estado Islámico o quemarlas dentro de una montaña de neumáticos, como hace la mafia de la droga. El contrato social, cuya necesidad vieron Hobbes y Rousseau que nos permitiese convivir y evitar que nos devorásemos recíprocamente, no nos exime de tener que reactivar la solidaridad que nos humaniza, sin la cual el lado demente predominaría sobre el sapiente.

La realidad social que estamos padeciendo es una forma de locura consciente, valga el oxímoron, a nivel mundial y también nacional, pues unas pocas personas y entidades controlan las finanzas y el acceso a los bienes y servicios naturales, dejando a más de la mitad de la humanidad en la indigencia. Y no nos cortamos al subrayar con el papa Francisco que el sistema imperante es asesino y anti-vida.

Las políticas actuales de ajustes fiscales están sobrecargando especialmente a los pobres y beneficiando a los pocos que controlan los flujos financieros. El Estado debilitado por la corrupción no consigue frenar la voracidad de la acumulación ilimitada de las oligarquías, afirma y denuncia Boff. Por ello estamos obligados en conciencia y por naturaleza a rescatar el modelo básico de nuestra humanidad, la solidaridad como categoría esencial de los seres humanos.

José Carlos García Fajardo, Prof. Eméritus UCM.

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