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Obra Casa de Muñecas
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Obra Casa de Muñecas (Foto: Jessica Serna)

'Casa de muñecas': "Siéntate, tenemos que hablar"

miércoles 13 de diciembre de 2017, 17:14h

Pedro Víllora firma esta versión de ‘Casa de muñecas’, el clásico de Henrik Ibsen (Noruega, 1828-1906) que estos días se representa en la Sala Jardiel Poncela del Teatro Fernán Gómez de Madrid. El montaje, una producción de Venezia Teatro, está dirigido por José Gómez-Friha, e interpretado por Mamen Camacho (Nora), Oriol Tarrasón (Torvald, marido de Nora), Sergio Reques (Doctor Rank), Andrés Requejo (Krogstad) y Elsa González (Cristina, amiga de Nora).

De la fascinación que ejerce ‘Casa de muñecas’, casi siglo y medio después de su estreno en diciembre de 1879 en Copenhague, hablan tanto el interés de directores y actores por seguir representándola, como el constante interés del público teatral que, en la función del pasado martes, 12 de diciembre, llenaba hasta la bandera la sala del Fernán Gómez. Y eso que en los últimos tres años hemos podido ver en la cartelera madrileña otras tres versiones más -y bien distintas entre sí- de esta pieza universal: ‘Casa de muñecas’, vista por Ximo Flores, ‘Querido Ibsen: soy Nora’, en adaptación de Griselda Gambaro (ambos montajes en los Teatros del Canal), y ‘Nora, 1959’, en versión de Lucía Miranda (Teatro Valle-Inclán).


Hipocresía social

En esencia, en ‘Casa de muñecas’ se cuenta la relación de Nora con Torvald, su esposo, empleado de un banco que muy pronto va a ser nombrado director general del mismo. Su convivencia es aparentemente ejemplar porque la mujer se pliega siempre a seguir las directrices de Torvald y, ante la sociedad, el matrimonio aparece como un verdadero modelo. Pero todo cambia cuando en su casa se presenta Krogstad, un prestamista, que ahora trabaja a las órdenes de su marido, que amenaza a Nora con revelarle a Torvald que ella falsificó unos documentos al solicitar un préstamo en un momento en el que la vida de este estaba en juego. Cuando Torvald conoce lo sucedido, reacciona contra su mujer, a pesar de que su única intención era ayudarlo, porque el banquero ve peligrar muy seriamente su prestigio social y profesional.

La versión de Víllora abrevia la original y, además, altera sustancialmente el final del drama cuando, en lugar de situar a Nora con una maleta en la mano y dispuesta a romper con todo para encontrarse a ella misma, acaba diciendo a su marido “siéntate, tenemos que hablar”. Una puerta abierta al diálogo y no a la ruptura con alguien que ha venido tratando a su mujer como si fuera una preciosa muñeca y que ahora, que ve peligrar su honorabilidad, lanza contra ella todo tipo de insultos sin pararse a considerar las razones que llevaron a Nora a actuar como actuó en su momento.

La sencilla pero deslumbrante puesta en escena de Gómez-Friha sitúa la acción en los años 50 del siglo pasado, en el salón de una casa acomodada (suelo de grandes cuadros negros y rosas, mueble al fondo que oculta un piano, al tiempo que sirve de armario, costurero o buzón). El vestuario de Paola de Diego (elegantes, coloristas y amplios vestidos de Nora, y atuendos formales y atemporales del resto de los personajes); la luz de Javier Bernat y el espacio musical y sonoro de Juan Antonio Gandulfo enmarcan muy bien lo que comienza pareciendo una alta comedia y que, sin embargo, no termina nunca de consolidarse en el drama profundo, esencial y creciente que atraviesa al personaje de Nora.

En ese contexto y en un tono entre alta comedia y drama se mueven los actores, que cumplen a rajatabla las orientaciones del director. Así Mamen Camacho se muestra exultante, seductora y complaciente con su marido al principio, pero no acaba de darle un portazo en las narices cuando se destapa la tensión en el matrimonio; Oriol Tarrasón compone un Torvald comedido y algo frío hasta que conoce el abismo al que se ve abocado por las acciones pasadas de su mujer; Sergio Reques construye un estupendo Doctor Rank, enamorado de Nora hasta su misma muerte; Andrés Requejo llena de tensión cada una de las entradas en escena de Krogstad, y Elsa González brilla en su Cristina.

Concluyendo, si algo debe decirse de esta versión de ‘Casa de muñecas’ es que vuelve a resucitar la vieja polémica de hasta dónde puede y debe llegar un adaptador cuando revisa un texto consagrado aún con la pretensión de agilizar, revitalizar o actualizar una historia que, por lo demás, no ha cambiado sustancialmente en el siglo y medio transcurrido desde que fue escrita porque, tanto entonces como ahora, siguen siendo asignaturas pendientes la emancipación de la mujer, la hipocresía de una sociedad que no admite más que lo políticamente correcto, la mentira como forma de mantenimiento del orden familiar, o el dinero como dios supremo al que todos rinden pleitesía. Desde este punto de vista, el montaje es interesante.

‘Casa de muñecas’

Autor: Henrik Ibsen

Versión: Pedro Víllora

Dirección: José Gómez-Friha

Intérpretes: Mamen Camacho, Oriol Tarrasón, Sergio Reques, Andrés Requejo y Elsa González

Escenografía: José Gómez-Friha

Vestuario: Paola de Diego

Iluminación: Javier Bernat

Sonido: Juan Antonio Gandulfo

Ayudante de dirección y producción: David Alonso

Fotos: Jessica Serna

Producción: Venezia Teatro

Teatro Fernán Gómez, Madrid

Hasta el 17 de diciembre de 2017

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