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Forges, o el humor como forma de vida

jueves 22 de febrero de 2018, 07:29h
Forges, o el humor como forma de vida
(Foto: Kike Rincón)

Puede parecer contradictorio hablar de humor para expresar pena, pero pena es lo que uno experimenta cuando siente que ha perdido algo o, peor aún, ha perdido a alguien a quien consideraba “muy suyo” y lo pierde para el resto de su vida.

Me refiero a Forges, uno de los primeros personajes famosos a los que entrevisté en mis “albores” periodísticos, para uno de mis primeros trabajos como colaborador en el diario Ya, que fue distribuido por la desaparecida agencia de noticias Logos a toda la cadena de diarios de la igualmente extinguida Editorial Católica.

La noticia del fallecimiento de Forges me ha empujado al teclado del ordenador antes de empezar mi jornada, para rendirle un modesto, pero sentido homenaje, y expresar mis más sinceras condolencias a toda su familia, en especial a su hijo Toño, compañero de fatigas en este oficio de periodista, él desde la Cadena Ser.

Era invierno de 1979, o quizás de 1980, cuando propuse al Ya un reportaje en el que los humoristas más famosos del momento debían definir qué era para ellos el humor. Tuve ocasión de conocer a Mingote, a Coll, a Peridis, a Máximo… y, por supuesto, a Forges, que fue el primero en recibirme en una cafetería junto a la Glorieta de Bilbao de Madrid.

Recuerdo como si fuera hoy mismo que me citó a primera hora de la mañana y yo, principiante entrevistador recién salido de la Universidad, no quise llegar tarde, así que me presenté quince minutos antes de la hora fijada y, para mi sorpresa, él ya estaba esperándome. Aquel adelanto de horario le vino muy bien, pues me explicó que tenía prisa para hacer unas gestiones urgentes y que sólo podía tomarse un café y charlar conmigo media hora.

Aquellos treinta minutos se convirtieron en algo más de sesenta y, mientras desayunábamos (él invitó) y respondía a mis preguntas, me pidió permiso para cogerme el bloc de notas, que no estaba utilizando porque estaba grabando la conversación, y se dedicó a hacer dibujos al hilo de lo que me iba comentando. Dibujos que me dedicó y que guardé como oro en paño hasta que en mala hora lo extravié en una de mis mudanzas, de domicilio en domicilio y de ciudad en ciudad.

Rafael Antonio Benito Fraguas de Pablo, alias “Forges”, “fraguas” en catalán (era hijo de catalana y gallego), ha sido uno de esos personajes que te marcan y, a decir verdad, el único de todos mis entrevistados del reportaje que no dudó en contestar cuando le pregunté: “¿qué es para ti el humor?”

Una forma de vida, y no me refiero a un ‘modus vivendi’ o trabajo para ganar un sueldo, que es muy difícil, sino a una manera de estar en el mundo; una perspectiva con la que observar las cosas y la gente y tener presente que todo el mundo, incluso los políticos (sí, también los políticos, a los que tanto criticamos desde nuestras viñetas), pueden encerrar en su interior algo de personaje tierno”.

Por supuesto, la cita no es textual. En realidad, nada de aquella larga entrevista llegó nunca a serlo, porque con Forges cometí uno de mis primeros y más grandes fallos de toda mi carrera: había pulsado mal la tecla “REC” de la grabadora y la conversación, con todas sus palabras, se la había llevado el viento.

El “¡tierra, trágame!” que sentí al darme cuenta de aquello jamás lo olvidaré. Llamé a Forges, le confesé mi “delito” y él me tranquilizó: “No te preocupes, apunta ahora mismo en tu bloc todo de lo que te acuerdes y fíate de tu memoria. Y alégrate, ya tienes una anécdota para cuando seas mayor”.

Escribí mis entrevistas y a Forges fue al único al que envié su texto antes de publicarlo. No me cambió ni una coma, pero estoy seguro de que había puesto en su boca cosas que no me dijo, o que al menos no me dijo tal y como las escribí.

En unos grandes almacenes, una señora se acerca a un dependiente y le pregunta: “Por favor, ¿el tocador de señoras?” Y él responde: “Servidor de usted”. No estoy seguro de que este chiste sea de Forges, pero si no lo es merecería serlo. Hoy, los Blasillos, los Marianos, el Náufrago, las abuelas y la ciudad de Reus al completo (siempre la señalaba en el mapa, en sus coleccionables de Historia) están de luto. También sus admiradores.

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