Ramón María del Valle-Inclán (1866-1936), novelista, poeta y autor dramático, además de cuentista, ensayista y periodista, destacó en todos los géneros que cultivó y fue un modernista de primera hora que satirizó amargamente la sociedad española de su época. En Divinas palabras (1920), uno de sus grandes clásicos teatrales, la virtud de la palabra sagrada se impone a las pasiones carnales, que inundan el drama de principio a fin en unos ambientes de verdadera pesadilla. Esa era la óptica y la visión de Valle-Inclán en el primer cuarto del siglo pasado. Pero, ¿cómo podría trasladarse esa pesadilla de bajas pasiones envueltas en palabras un siglo después, en nuestros días? La respuesta se encuentra en 'Divinas palabras Revolution', en la Sala Principal del Teatro Español de Madrid, en montaje dirigido por Xesús Ron, Xron, al frente del grupo Chévere (aún resuena en nosotros su genial Eroski Paraíso), Premio Nacional de Teatro 2014.
El montaje, producido por el Centro Dramático Gallego, parte de la versión de Manuel Cortés y Xron, y el texto se hace por primera vez en el idioma gallego porque los herederos del escritor, durante los 80 años que tuvieron los derechos sobre la obra, no habían permitido su traducción. En la nueva versión sobre el clásico de Valle se ha mantenido gran parte del texto, aunque se han eliminado algunas escenas, se ha alterado el orden de algunas otras y -esto es lo más controvertido de la propuesta-, para acercar el drama a la realidad de nuestros días, se ha situado la acción en un plató de televisión, en un reality, uno de esos programas televisivos que atraen a millones de telespectadores, ávidos de conocer en vivo y en directo la intimidad de quienes participan en ellos, aún a sabiendas de que buena parte de lo que allí ocurre está teledirigido desde la dirección del propio programa.
En la fábula que se cuenta, tras la muerte de Juana, su hermana y su cuñada se disputan la custodia del hijo huérfano después de saber que la madre ha dejado varios cientos de miles de euros (que había ganado paseando al chico por todas las televisiones en programas del ‘hígado’), en herencia para el familiar que quiera asumir el papel de cuidador. Las diferencias por ese súbito interés por cuidar al chico huérfano se resuelven de mutuo acuerdo por un sistema de turnos en los cuidados. Pero la realidad es que ninguna de las dos mujeres piensa en el bienestar del niño, sino en su propio beneficio y están dispuestas a llegar donde sea con tal de poder coger el dinero de la fallecida.
Interpretada por un elenco de nueve actores, que permanecen durante más de dos horas sobre el escenario, el público presencia en primera fila las miserias, la avaricia, la ambición, la lujuria a la que están dispuestos a someterse todos los personajes sin importarles, siquiera, llegar hasta la muerte. Encabezado por Patricia de Lorenzo -estupenda Mari Gaila-, y Manuel Cortés -Pedro Gailo-, completan el reparto Antón Coucheiro -Sétimo Miau-, Borja Fernández -Migueliño-, Mónica García -Marica Do Reino-, Tone Martínez -Candás-, Victoria Pérez -Tatoola-, Ánxela Ríos -Simoniña- y Tomé Viéitez –en un genial Laureano-.
La aldea gallega que Valle retrató ha sido convertida por Xron en la tragicomedia de la nueva aldea global en la que estamos inmersos. Poco puede escandalizar al público toda esa serie de desmanes, puñaladas, maledicencias e intereses que aparecen aquí, pero que también ha podido ver a diario, y durante años, en programas televisivos de cuyo nombre no quiero acordarme. Claro que, sobre un escenario dividido en varios pisos (salón y cocina americana en el bajo; una habitación y el baño, en el primer piso, y el ‘confesionario’, más un monitor múltiple con varias tomas de cámaras simultáneas, y el subtitulado, en el segundo), pueden llegar a impresionar mucho más que en la intimidad del salón, cuando ya estamos cerca de la media noche, o en el dormitorio, poco antes de dejar paso a las ensoñaciones que nos hagan escapar de la dura realidad que nos ha tocado vivir.
La escenografía de Suso Montero emula un gran plató de televisión y la sala de realización llena de pantallas que recogen las imágenes que puede pinchar el realizador en cada momento -recuerda mucho otra propuesta que pudo verse también en las tablas del Teatro Español, la canadiense La fureur de ce que je pensé-, es espectacular, y propicia, como ya se ha indicado, la visión simultánea de varias escenas. Extraordinaria también la iluminación de Fidel Vázquez. El sonido, de Xacobe Martínez Antelo, sin embargo, nos parece que es muy plano y, en muchas ocasiones, llega a confundirse la ubicación de los personajes que intervienen en escena porque no se les localiza.
La propuesta, desde luego, es muy arriesgada y estamos seguros de que no va a encontrar el plácet de todos los espectadores (algunos, de hecho, y en la función a la que acudimos, abandonaban la sala sin poder soportar ciertas escenas escatológicas con el niño paralítico cerebral como protagonista).
Con todo, nos parece que Valle-Inclán no habría puesto ningún pero a la actualización de sus Divinas palabras revisada en esta nueva propuestas de Chévere, ‘Divinas palabras Revolution’, que permanecerá en el Español de Madrid hasta este fin de semana. Después, seguirá la gira por diversas ciudades gallegas.
'Divinas palabras Revolution'
Texto: Ramón María del Valle-Inclán
Versión: Manuel Cortés y Xron
Dirección: Xron
Reparto: Manuel Cortés, Antón Coucheiro, Patricia de Lorenzo, Borja Fernández, Mónica García, Tone Martínez, Victoria Pérez, Ánxela Ríos y Tomé Viéitez
Escenografía: Suso Montero
Vestuario: Mar Fraga
Iluminación: Fidel Vázquez
Espacio sonoro: Xacobe Martínez Antelo
Vídeos: Quadra Producións / Cuco Pino
Caracterización: Fanny Bello
Traducción: Manuel Cortés
Ayudante de dirección: Arantza Villar
Teatro Español, Madrid
Hasta el 27 de mayo de 2018