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'Una hora en la vida de Stefan Zweig': desencanto y estoicismo a las puertas de la muerte

'Una hora en la vida de Stefan Zweig': desencanto y estoicismo a las puertas de la muerte

viernes 25 de mayo de 2018, 19:26h

El dramaturgo Antonio Tabares, autor del texto, y Sergi Belbel, director de 'Una hora en la vida de Stefan Zweig', recrean, en clave de ficción, los últimos momentos del autor de 'Carta de una desconocida' y 'El mundo de ayer' (una autobiografía de obligada lectura), y de su segunda esposa y secretaria, Lotte Altman.

El cuidadísimo montaje -una verdadera delicia de texto, dirección e interpretación-, puede verse en el Teatro de la Abadía hasta el próximo domingo 27.

La figura del escritor judío Stefan Zweig (Viena, 1881- Petrópolis (Brasil), 1942), ha servido al dramaturgo canario Antonio Tabares (‘autor también de La punta del iceberg’), para profundizar en el pensamiento y en los valores que rigieron la vida del dramaturgo, periodista, ensayista, poeta, novelista y autor de relatos que fue uno de los intelectuales que con más claridad y antelación se opusieran a la figura de Hitler y del nazismo. Perseguido por el régimen alemán y espantado ante los horrores de la guerra y los campos de concentración y, hastiado ya de vivir, acabó con su existencia en Brasil, país en donde se exilió, cuando el nazismo se extendía como la pólvora por toda Europa y su hegemonía militar y política parecían imparables.

El sentimiento de soledad y la fatiga espiritual de Zweig son el eje central de ‘Una hora en la vida de Stefan Zweig’. Todo comienza en la tarde del 22 de febrero de 1942, la fecha en la que el escritor (magnífico Roberto Quintana) decide poner fin a su vida, junto a Lotte, su segunda esposa (estupenda también Celia Vioque). El estoicismo y la serenidad frente a una decisión tan drástica y definitiva parecen presidir esas últimas horas de vida de la pareja hasta que el timbre de la puerta de su casa suena impaciente. Quien llama es un hombre joven, Fridman (Íñigo Núñez, apocado en principio, y vehemente y enloquecido después), que dice ser exiliado judío, recién llegado de Europa, aunque muy pronto despierta los recelos del escritor que intuye que el joven puede ser un agente del servicio de inteligencia alemán. La extensa conversación que los dos hombres mantienen ante la presencia casi prescindible –al menos, aparentemente-, de Lotte, tratan de desvelar esa incógnita del escritor. Así, entre copa y copa con las que el matrimonio agasaja al visitante, se ponen sobre la mesa temas filosóficos tan trascendentes como la libertad personal, la responsabilidad política de los hombres de cultura, pero también se habla de música y de literatura. No falta tampoco una partida de ajedrez para intentar medir falsamente las capacidades intelectuales de los dos contrincantes, ni la obsesión enfermiza del visitante por una lámina atribuida a William Blake. Drama y thriller se confunden aquí en un duelo psicológico entre dos personajes -escritor y visitante-, cuyo desenlace, sin embargo, depende más de Lotte, ese otro personaje atrincherado tras la brillantez de su marido, pero que finalmente se erige en protagonista del duelo intelectual entre ambos hombres.

Con parte del público muy cerca del escenario, varias alfombras, algunos muebles, varios puntos de luz en una estancia amplia y funcional constituyen la sencilla escenografía del montaje. Su diseño corresponde a Max Glaenzel y, junto a la luz de José Luis Palomino, el sonido de Jordi Bonet y el vestuario de Carmen de Giles, se ponen unánimemente al servicio de un texto tan bello como profundo, que es lo que Sergi Belbel ha querido ensalzar a lo largo de todo el montaje. El resultado es una pieza de interés y humanidad crecientes que realzan la figura de Zweig, al tiempo que vincula su brillantez al genio de las dos mujeres de su vida: Lotte, su actual esposa y antigua secretaria, y Friderike, su primera mujer, un cuarto personaje que nunca aparece en escena, pero que también es determinante en la vida del escritor vienés.

El espectáculo es de los imprescindibles. Lleno de una sutileza y una belleza incuestionables, no deben pasar inadvertidos para el espectador tanto el manejo de los tiempos de Belbel, la utilización de la luz y el sonido, y, sobre todo, la capacidad interpretativa de estos tres actores inmensos (los tres tienen sus momentos en ese precioso duelo de palabras, pensamientos y sentimientos profundos entrecruzados).

'Una hora en la vida de Stefan Zweig'

Autor: Antonio Tabares

Dirección: Sergi Belbel

Intérpretes: Íñigo Núñez, Roberto Quintana y Celia Vioque

Espacio escénico: Max Glaenzel

Diseño de luces: José Luis Palomino

Diseño de vestuario: Carmen de Giles
Espacio sonoro
: Jordi Bonet

Estilo y caracterización: Manolo Cortes
Ayudante de dirección
: Antonio Calvo
Artes plásticas
: Alicia Moruno
Fotografía
: Marina Testino, Pablo Bravo-Ferrer y Neil Montgomery
Producción ejecutiva
: Javier Serrano y Rafael Herrerava

Producción: Hiperbólicas Producciones-Tabacasol

Teatro de La Abadía, Madrid

Hasta el 27 de mayo de 2018

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