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Carmen Conesa (actriz, músico, cantante y pintora): "El silencio hace más interesantes a las personas"

> "Vivo el presente. El futuro no me interesa porque no existe. El pasado es la muerte"
> "Nunca se acaba de aprender, ni como persona, ni como artista"

martes 29 de mayo de 2018, 11:04h
Carmen Conesa (actriz, músico, cantante y pintora): 'El silencio hace más interesantes a las personas'
Festen, La duda, El sueño de una noche de verano, Las amistades peligrosas, Solo son mujeres, La Familia Adams, Después del ensayo, Pareja abierta y De algún tiempo a esta parte, son los títulos de algunos de los montajes teatrales en los que ha intervenido la actriz, músico y cantante Carmen Conesa (Barcelona, 1960), solo en los dos últimos años. Y lo ha hecho de la mano de directores de la talla de Magüi Mira, Darío Facal, Esteve Ferrer, Juan José Afonso, Carmen Portaceli, Ignacio García o Gabriel Olivares. Pero su historial como actriz de cine y televisión, o su palmarés de premios recibidos es también envidiable y es que Carmen es una de esas mujeres del espectáculo tocadas por una varita mágica casi desde niña. ¿El secreto?: trabajo y estudio constantes, quizás también, algo de suerte: haber estado en el sitio preciso y en el momento preciso para cruzarse con alguien que se ha fijado en ella.

Aunque Carmen escribe cada día -a mano y con pluma estilográfica-, en un diario personal, nunca ha sentido el latido de publicar nada de lo que escribe. Comenzó, incluso, una novela autobiográfica cuando rondaba la treintena, que no tiene muchas más de noventa páginas, pero la dejó ahí, aparcada. No es extraño porque Carmen Conesa sigue empleando varias horas diarias al estudio del piano y la guitarra, los dos instrumentos que domina. "Todo el mundo puede ser escritor, o músico… Es cuestión de dedicarle mucho tiempo. Luego, claro, se puede ser bueno o malo...", nos confiesa no sin cierta ironía.

Se mantiene al margen de las corrientes y de las modas sociales del momento. No está -por ejemplo-, ni en las redes sociales. Ni las usa, ni cree en ellas porque son solo una explosión momentánea que tiene los días contados: “En unos años -tres o cuatro décadas- nadie hablará de redes. El silencio es mucho más interesante, y hace más interesantes a las personas. No tengo Facebook, ni Twitter, ni Instagram… Solo me interesa que los directores y la gente con la que trabajo esté contenta con mi aportación en ese momento. No leo tampoco las críticas a mis trabajos hasta que no hemos terminado ya las funciones”. La fórmula la aprendió de Josep María Flotats. Y solo considera la reacción del público (“lo más importante en mi vida. Su aplauso o su silencio es la forma de valorar nuestro trabajo”), afirma.

“Lo que de verdad quería hacer era cantar y bailar”

No sabe muy bien cómo surgió en ella la necesidad de convertirse profesionalmente en actriz pero se recuerda desde siempre jugando al teatro. “De pequeña, con mis amigas, hacía siempre funciones y con un muñeco de ventriloquía hacia voces. Me encantaba hacer el payaso, el clown. ¡Siempre me han encantado! Jugué con el payaso que yo tenía dentro, y que creo que tenemos todos, y me lo pasaba bomba haciendo reír a la gente…”. Y a partir de ahí, Carmen comenzó a estudiar Bellas Artes en la universidad, compatibilizándolo con canto y baile. “Teatro no, nunca he estudiado teatro más allá de algunos talleres con varios maestros, y luego tuve una beca en Nueva York, pero nunca estudié interpretación porque en principio no me interesaba. Lo que de verdad quería hacer era cantar y bailar”.

Con todo, está contenta de lo que ha hecho y de lo que ha vivido. “Podría haber habido una vida mejor, un pasado mejor, pero también un pasado peor, así es que el que tengo está bien… No lo pienso mucho. Vivo el presente. El futuro tampoco me interesa porque no existe”. Una visión un tanto chejoviana de la vida -le decimos-, a lo que Conesa responde que “más bien existencialista. No me gusta mirar el pasado porque pone a una muy melancólica, y la melancolía no es creativa”, asegura. Por otro lado, funciona mucho por empatía, es decir, poniéndose en el lugar del otro. Quizás por eso, una palabra que utiliza mucho, aunque hoy sabe que mucha gente la detesta, es ‘compasión’, y al tiempo está persuadida de que “todos los seres humanos, en el fondo, somos iguales”.

Aunque es una gran amante del mundo de los perfumes, es curioso que la actriz, sin embargo, no haga uso habitual de la memoria, que no le guste echar la vista atrás, y centrarse únicamente en el presente. “Utilizo la memoria para el olfato, sí, pero no me recreo en ella. El pasado no existe, se murió ya, no es nada, el pasado es la muerte”.

“El de la vanidad, es un animal muy peligroso”

Su Marquesa de Merteuil en el monta je de Darío Facal sobre Las amistades peligrosas, de Choderlos de Laclos, fue memorable. “Pero no solo estaba bien yo, sino todo el elenco. El montaje era muy brillante gracias a la mano de Darío -enfatiza-. Era mi primer trabajo con él, aunque ya éramos amigos desde que tenía menos de veinte años… Cuando me propuso hacer este personaje no pude rechazarlo porque es verdaderamente apasionante. Y más aún en su versión, tridimensional, con rock and roll y todo. Allí tuve unos estupendos compañeros de reparto, comenzando por Cristóbal Suárez (vizconde de Valmont)… Fue algo muy mágico lo que surgió entre nosotros y estoy muy feliz de haber hecho ese espectáculo!”. Y la cosa no quedó ahí porque Carmen Conesa volvió a trabajar con Darío Facal, como lo había hecho ya con otros directores (Esteve Ferrer o Juan Carlos Pérez de la Fuente…). “Pero, por muy amigo mío que sea el director, si no me gusta el texto, si no me engancha, no puedo decir que sí. Es la materia prima con la que se trabaja”.

Se siente esencialmente artista y no solo actriz porque “además de tocar el piano, canto, bailo y pinto… Soy una persona que vive el arte veinticuatro horas al día. La gente es que necesita catalogarte. Y, sí, en general, de mí se dice que soy actriz, pero soy una artista multidisciplinar que, además, considera que nunca se acaba de aprender, ni como persona, ni como artista. Y, cuanto más sepas sobre otras cosas que no tengan nada que ver con lo tuyo, mucho mejor”. Por eso Carmen es intelectualmente muy inquieta y siempre está estudiando algo que no esté vinculado directamente con el arte: “Ahora estoy profundizando en la Mecánica Cuántica, y el año anterior en el campo de la Filosofía. Son cursos monográficos de un año que pueden hacerse a distancia en la UNED… Los profesores que más me han enseñado son los que menos sabían sobre arte. Creo que un actor debe de ser una persona inteligente y curiosa, y cuanto más sepa será mejor actor”.

Claro que, por otra parte, quienes como los actores, tienen que exponerse constantemente ante el público, corren también el peligro de convertirse en unos vanidosos insoportables… “El trabajo de un actor es, esencialmente, sí, controlar su vanidad, y ese es un ejercicio que te cuesta toda la vida, pero cuanto más lo dominas, eres mejor actriz o actor, y menor ansiedad acumulas. No es tarea fácil porque al tener que subir a un escenario, mostrarse, exhibirse, necesitas una cierta dosis de vanidad, pero hay que saber domarla porque ese es un animal muy peligroso”. Y, claro está, la otra cara del escenario es también la del posible fracaso pero también de ahí hay que aprender: “la vida está llena de fracasos. Sin ellos no valorarías el éxito. Hay que hacerse amigo suyo para aprender a salir de él y así poder acabar convirtiéndote en una persona valiente”.

“…hacerse mayor es duro”

En los 80 fuiste el prototipo de joven urbana: guapa, moderna y emancipada. ¿A dónde has llegado hoy?, preguntamos a la actriz catalana, y Carmen, consciente de la dictadura de la belleza y la juventud que reina en nuestros días, nos dice que “hacerse mayor es duro; sobre todo para una actriz, porque el actor lo lleva un poco mejor. Las actrices, por el contrario, lo tenemos mucho más peliagudo, pero poco a poco te vas adaptando, aunque hay que hacer mucho trabajo personal, íntimo y espiritual para poder encajar bien esto… La edad es un estado de ánimo pero en el show bussines, en el que estoy metida, la edad es un problema: hay menos personajes, hay toda una dictadura de la belleza y de la imagen” Pero hay compañeras tuyas, le decimos, como por ejemplo Nuria Espert, que a su edad siguen siendo muy guapas y que han sabido madurar con una dignidad envidiable. Conesa asiente: “Sí, sí. Pero eso lo sabemos tú y yo. Probablemente la gente joven ya no sepa ni quién es. Es triste pero es así. Y otro tanto sucede con personajes como Flotats, a pesar de que haga posible espectáculos tan maravillosos como este último Voltaire/Rousseau. La disputa, a partir del texto de Jean-François Prévand. Josep María es un gran artista, y también en mayúsculas, como Nuria…”.

Amante del musical, a Carmen Conesa hemos podido verla desde Chicago, hasta haciendo de Morticia en La Familia Adams. “Yo hago musicales porque me encanta, y me divierte al mismo tiempo. Me gusta tanto el teatro musical como la comedia musical. Y me parece que tanto en Chicago como en La Familia Adams, hacen falta actores que canten más que cantantes exclusivamente. Con La Familia Adams empezamos ya la gira por toda España y tenemos firmadas funciones hasta mediados de 2019. ¡Esteve Ferrer ha hecho un trabajo impresionante en este espectáculo!”.

Artista integral -o multidisciplinar, usando su propio término-, Conesa sigue pintando porque esa es una actividad que le proporciona una serenidad que muchas veces busca por verdadera necesidad interior: “La pintura me proporciona momentos de soledad, de silencio, de no darme cuenta del paso del tiempo. Me ayuda a pensar en colores y nada más”. Has dicho también, alguna vez -le decimos-, que en momentos de tristeza o vulnerabilidad, cualquier tipo de música te resulta insoportable. Yo creía que hay una música para cada estado de ánimo… “En general, eso es cierto -nos interrumpe Carmen-, pero hay otros en que no puedo escuchar nada. Son momentos de especial tristeza y en esos instantes no puedo soportar escuchar ningún tipo de música. En ese estado, sin embargo, me gusta escuchar la palabra, asistir a charlas y conferencias. Para pintar, por ejemplo, suelo poner tutoriales (filosofía, charlas, conferencias, etc.), en inglés, en francés…, y así repaso idiomas al mismo tiempo… Me gustan también las charlas sobre física, la teoría del espacio y el tiempo, la teoría de la relatividad… Todo depende porque también voy por épocas, y unas veces me interesan unas cosas, y otras veces otras muy distintas”.

La actriz catalana, a pesar de todo, y en el ámbito filosófico, se considera totalmente ecléctica, aunque suele buscar lo trascendente: “siempre tengo una espiritualidad latente”, nos dice, y trato de entender este mundo, esta vida, por qué y para qué estamos aquí, ‘en esta residencia’, como dice Neruda”. Decidimos ir un poquito más allá y directamente le preguntamos: ¿Y qué piensas cuando escuchas el término Dios? “Pienso en todo. Esa palabra es un icono, un estereotipo para nombrar esa energía, ese algo que no sabemos muy bien qué es, qué mueve o qué no mueve… Intento entender qué es para mí, que es para la humanidad… Pero, en todo caso, yo me entiendo bien tanto con creyentes como con ateos o agnósticos porque creo que la sabiduría es el camino para comprender eso, las distintas dimensiones de pensamiento que ha tenido y tiene la historia de la humanidad… Me gusta escuchar a todo el mundo porque de todos aprendo, y nunca me enfado, ni discuto con nadie, porque yo no sé nada. Creo que, en el fondo, es lo que le pasa a todo el mundo: nadie sabe nada”.

En la mesita de Carmen ahora está la novela de Michel Houellebecq, Sumisión, y nos recuerda casi textualmente una cita del mismo que le apeló personalmente: “a los ateos que me vienen diciendo que son ateos y que Dios no existe, lo primero que hago es regalarles un libro de Astronomía, y después les pregunto si siguen siendo capaces de sostener todavía que todo ese entramado del universo no tiene a nadie detrás”. No es baladí la afirmación de Carmen para terminar una entrevista, así es que optamos casi por dejarlo aquí y abrir pronto un tiempo de silencio, el mismo que abrió Luis Martín Santos en la década de los 60 del siglo pasado, pero no nos resistimos a hacerle una pregunta más. Cuando seas mayor, ¿a quién te gustaría parecerte?, le soltamos así, a bocajarro, y la Conesa, después de pensárselo un poco, contesta que “no conozco a nadie en concreto a quien me gustaría parecerme. Digamos que sería una mezcla entre Josep María Flotats y Leonardo da Vinci… Y en mujeres, admiro muchísimo a Nuria Espert y tendría que combinarla también con otra mujer pero de fuera del ámbito del arte”.

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