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Denise Despeyroux (dramaturga y directora de escena): "Confío en que se pueda luchar contra la injusticia desde un lugar de mayor serenidad y mayor cordura que la indignación"

> "Supongo que guardo una relación un tanto problemática con la realidad"
> "Tengo un temperamento más decimonónico que del siglo XXI"

sábado 15 de septiembre de 2018, 11:30h
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copyright: © Fundación BBVA (Foto: Fundación BBVA)
Denise Despeyroux, actriz, directora y dramaturga de origen uruguayo (“Nací el mismo día que un elefante del zoológico de Montevideo que se llamaba Leo… Llegué a España a los tres años con mis padres, y mi hermano emigrantes. En un barco de emigrantes. Después de un viaje largo…”), es también licenciada en Filosofía y esas circunstancias atraviesan su obra dramática. Denise creció en Barcelona y, desde hace ya unos cuantos años, vive, trabaja, crea y contempla el mundo con tanto interés como asombro y perplejidad desde el madrileño barrio de Malasaña. Nos encontramos con Denise hace ahora dos años, y entonces como ahora sus personajes tienen tanta necesidad de querer como de ser queridos, tienen que aprender a vivir entre sus desencuentros, sus locuras, su incomunicación, sus interferencias, sus miedos, sus búsquedas compulsivas, desesperadas y casi patológicas de sí mismos, del amor, del pasado, del presente o del futuro.

Suyas son, entre otras, obras como La muerte es lo de menos, Terapia, La realidad, Carne viva, La tentación de vivir, El más querido, Ternura negra, Iliria, Los dramáticos orígenes de las galaxias espirales y, más recientemente, Un tercer lugar, una producción del Teatro Español de Madrid estrenada la temporada pasada, que llenó durante todo un mes su Sala pequeña -Margarita Xirgu-, y con cuyo texto Despeyroux estuvo nominada a los Premios Valle Inclán y llegó a la terna de finalistas a la Mejor autoría teatral en la última edición de los Premios Max.

Dos inmensas librerías repletas de cientos y cientos de ejemplares, minuciosamente ordenados, presiden el salón de su casa –un tercer piso a tiro de piedra de la Gran Vía madrileña-. En ellas conviven civilizadamente Aristóteles, Sócrates, Hume, Kierkegaard, Berkeley, María Zambrano, Lacan o Wittgenstein junto a Cervantes, Lope, Calderón, Quevedo, Beckett, Pirandello, Ibsen, Chejov, Spregelburd o Fo. Supongo que sus dos inmensos y preciosos gatos –él y ella, blanco y negra respectivamente- cuidan calladamente de que nadie cambie de lugar sin el conocimiento y la autorización previos de la hispanouruguaya. Todos ellos son mudos testigos de la conversación que, finalmente, y en esta ocasión tras unas cuantas postergaciones involuntarias por ambas partes, nos disponemos a tener con una Denise que, a pesar de haberse operado recientemente de miopía, no ha dejado de firmar unos cuantos guiones para una serie de RTVE, ensayar el personaje de Matilde para suplir como actriz a Lorena López para un bolo inminente, o ultimar la corrección de Tiempos mezquinos, una versión libre de Hedda Gabler, de Ibsen, encargada y producida por el teatro Arriaga de Bilbao, que en noviembre podremos ver editada y estrenada bajo la dirección de Raúl Cancelo.

Comenzamos la nueva charla con Denise bromeando en torno a las posibles razones que han provocado las numerosas dilaciones que ha tenido nuestro encuentro. ¿Por qué le temes a las entrevistas?, le pregunto con cierto cinismo, y ella, entre sonrisas, me dice que es un género al que le tiene mucho respeto: “Creo que es un género difícil, tanto para el entrevistador como para el entrevistado. Curiosamente me gusta mucho leer buenas entrevistas de otras personas, las disfruto, pero con las mías no lo paso tan bien”. Insisto en ello: entonces, ¿qué les tienes: respeto o, directamente, miedo? “¡Miedo, por supuesto!”, nos dice, pasando ahora de la sonrisa a la risa abierta y casi estruendosa. “Temo sobre todo eso que ocurre cuando se sacan las frases de contexto. Prácticamente cualquier frase, al convertirse en titular, puede sonar pretenciosa, rozar la tontería o ser directamente absurda. A veces pasa que las entrevistas no se leen, que se quedan reducidas al titular y las frases destacadas y de ahí puede salir un personaje que tenga poco que ver contigo... En fin, mis temores van por ahí supongo… sobre todo porque ni siquiera me siento cómoda con la idea de tener que mostrar ningún personaje”.

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Trataremos, pues, de no defraudar la confianza de la dramaturga y directora y, como más temprano que tarde, hay que ir entrando ya en harina, le traemos a colación una reflexión que no sabemos si atribuirle a ella misma: el teatro lleva implícita la contradicción que supone la encarnación de los personajes en cuerpos concretos. ¿Crees que alguien podría querer quedarse en la literatura dramática sin pasar a la escena?, le preguntamos. “La cita no es mía, yo contradicciones implícitas no veo nunca en ningún lado –sigue bromeando la dramaturga-, más que contradicción en todo caso diría que ese paso hacia la encarnación, ese camino del texto a la escena viva, supone un reto. Otro asunto es que alguien quiera quedarse solo en la literatura dramática, no veo por qué no. Lo que es un viejo debate es ese de si existen o no textos irrepresentables, que no permitirían el paso a la escena. Creo que todo eso es bastante relativo y personal. En mi caso concreto he escrito siempre para la escena, escribo haciendo los personajes con la voz, con el cuerpo y con una necesidad muy grande de ver un día todo eso encarnado en los actores. De otro modo para mí la obra estaría incompleta, y mi proceso, mi aprendizaje, lo que yo necesito descubrir en un sentido personal con el texto, también quedaría incompleto. Por otra parte te digo que disfruto de muchos autores teatrales que no sabría cómo llevar a escena. Hay, por ejemplo, obras dramáticas de Peter Handke… ya sabes que Handke es un autor de géneros inclasificables, que tiene ensayos que parecen novelas y novelas que parecen ensayos… en fin, que tiene obras de teatro que me encantan leídas pero que no tengo muy claro si funcionarían en escena. Pero quizás haya directores que sí encuentren buenas maneras de llevarlas a escena. Por eso creo que es mejor tratar de no hacer afirmaciones categóricas en este sentido. Rafael Spregelburd, uno de mis mayores referentes en el teatro (supongo que ya aburro diciéndolo, pero así es), considera que tiene algunas obras que son ilegibles, que solo se pueden “entender” en algún sentido llevadas a escena… Sin embargo yo leo esas obras, que a veces tienen que ver con algo parecido a procesos de creación colectiva, como en el caso de Fractal o de DKW, y las disfruto enormemente. De todas formas, entiendo por qué él dice lo que dice, y posiblemente mi disfrute o “espejismo de comprensión” tenga que ver con una complicidad fuerte con su mundo dramático… he aprendido de él todo lo que he podido y creo que alguna clave de sus mapas tengo… ¡qué sé yo…! En fin, que el debate en torno a si todo teatro es representable o no, junto con esa otra cuestión de si una obra teatral debe representarse para llegar a estar completa son debates vivos y supongo que lo seguirán siendo.

¿Es, quizás, el dramaturgo el mejor director de sus propias propuestas?, preguntamos a Despeyroux para seguir rizando el rizo “No tiene por qué ser el mejor en el sentido de que sea quien más le guste al público o quien más celebre la crítica especializada. Sin duda hay directores talentosos capaces de dar brillo a buenas obras de muy distintos tipos. La cuestión de que un autor dirija sus propias obras pasa por otro lugar. Para mí es una necesidad creativa tan fuerte como la de la escritura, de hecho insisto en que no concibo la escritura y la dirección de forma separada… yo hago obras, y no por un lado textos y por otro puestas en escena, aunque es un hecho que esas dos cosas puedan contemplarse de manera separada, lo sé. Yo intuyo que escribir obras de teatro es mi modo principal de aprendizaje ante la vida y siento que ese aprendizaje no está de alguna manera completo, “culminado” (aunque en rigor naturalmente no se culmine nunca) hasta que llevo la obra a escena y entiendo qué pasa ahí, qué está en juego exactamente, de qué va en realidad la cosa. Por otra parte muchas veces me pregunto si los textos tienen algo así como una lectura o interpretación más acertada o fecunda que otras… si hay maneras de acercarse más o menos a lo que podríamos llamar “la voluntad del autor”. Me ha interesado ese tema siempre, incluso en el caso de las traducciones. Hölderlin, por ejemplo, estaba convencido de que había que traicionar a algunos autores para traducirlos bien, y eso hizo él con su Antígona, por ejemplo, una versión muy peculiar, muy libre, que sin embargo, según él, se acercaba a las intenciones de la Antígona original más que ninguna otra. Hace muy poco tuve la experiencia de ver La realidad en Londres, llevada al escenario por un director joven de mucho talento, de ascendencia anglocolombiana, Raymi Ortuste Quiroga. Hizo una propuesta que me conmovió mucho, con dos actrices estupendas: Maite Jáuregui y Beth Lockhart en la versión española. Sentí que el texto estaba defendido desde el mismo lugar donde nos colocamos Fernanda Orazi y yo cuando le dimos vida por primera vez. Y, sin embargo, me consta que él no había visto el montaje ni el vídeo del montaje, de modo que no fue ningún intento de imitación de mi propuesta, sino que llegó prácticamente al mismo lugar guiándose por el corazón del texto. Eso me hizo pensar que cuando escribimos sí hay un lugar claro del alma desde donde brota la necesidad y la defensa de ese texto, aunque otros directores o actores que lo lleven a escena puedan captarlo o no. Qué sé yo… misterios, como siempre, ¿no?”.

Autora, directora de sus propios textos y, de vez en cuando, también actriz (Denise vuelve a sus orígenes). Acaba de suceder en Avilés y volverá a suceder en Orense y en Sevilla, pues sustituye en algunas funciones puntuales de la gira de Un tercer lugar a Lorena López, una excelente actriz con quien la autora está encantada porque defiende como nadie a ese personaje de Matilde. Una situación que a nosotros se nos antoja al borde de la esquizofrenia y que la hispanouruguaya tampoco ve como un ejemplo a seguir: “Puedo hacer esta sustitución ahora porque ya he dirigido la obra, pero sería mucho más complicado estar como actriz durante el proceso de ensayos mientras dirijo. Lo ideal cuando un director hace un papel dentro de su propia obra sería tener un cover todo el tiempo, es decir, dirigir a una persona a la que luego reemplace. Pero sería dura esa situación para una actriz, supongo, en todo caso se trataría de ver al opción de compartir el papel, como haremos ahora Lorena y yo con la gira, pero por circunstancias coyunturales, que Lorena tiene mucho trabajo en televisión. En cualquier caso hay personas que son capaces de hacer todo (escribir, dirigir y actuar en sus propias obras) y además muy bien: Rafael Spregelburd o Angélica Lidell son dos casos cercanos, por ejemplo… Yo la verdad es que estaba hasta ahora muy tranquilita con la autoría y la dirección, mirándolo todo desde fuera del escenario… no echaba de menos la actuación. Sin embargo, la experiencia de interpretar a Matilde en Avilés ha sido un reto precioso, me ha sorprendido enormemente lo fácil que me venían las emociones y las palabras, lo mucho que necesitaba decirlas… lo he disfrutado intensamente, y ahora resulta que por una confusión que ha habido con unas fechas me toca hacer tres funciones más que realmente no esperaba. Así que bienvenida sea de nuevo Matilde.”

“No hay un género privilegiado para explicar la realidad”

Siempre me pregunto por qué un autor elige un género determinado, y no otro, para reflejar su punto de vista sobre la vida. En este caso, Despeyroux confiesa haber escogido el teatro “para manejarme con la realidad; con una realidad con la que quizá guardo una relación un tanto problemática, que a veces me resulta un poco esquiva o hasta incomprensible… Supongo que cuando tienes problemas para relacionarte con la realidad de una manera fácil y natural, escoges algún género artístico que te ayude a indagar, a tratar de comprender, tratar de expresar las cosas que no eres capaz de expresar en la vida real. Yo he escogido el teatro, pero podría haber sido la novela, el ensayo, la poesía, la pintura, la danza o el cine. Cualquier género puede servir para sortear la locura supongo... No creo que haya un género privilegiado para explicar la realidad”.

Y de realidad a realidad; el enorme impulso que han recibido un buen número de dramaturgos de su generación (Antonio Rojano, María Velasco, Pablo Messiez, Paco Bezerra, José Padilla o Alberto Conejero, entre otros) que, en un tiempo casi record, han pasado de las salas Off a otras de mayor calado y aforo, públicas y privadas, no lleva aparejada la posibilidad de dedicarse enteramente a la creación dramática y, en general, siguen teniendo que compatibilizarla con trabajos más lucrativos. No sé si esto es lo deseable o es que, sencillamente, este país sigue dando la espalda a la cultura. Denise se considera “una privilegiada porque he logrado que mi trabajo alcance una proyección, tenga cada vez una recepción más amplia y, además, poco a poco sucede que cada trabajo me da nuevos trabajos. En cuanto al apoyo institucional y de productoras privadas al oficio de dramaturgo, me da la impresión de que por más que haya un poco de bombo mediático se suele quedar muchas veces en experiencias puntuales: parecería que hay unos pocos dramaturgos elegidos, pero creo que son realmente muy pocos los que cuentan con una apuesta decidida por la continuidad de sus trayectorias. Por otra parte parece que hay una norma no escrita que no permite que los autores que han estado en un teatro público una temporada vuelvan a estar la siguiente (en ese o en otro, me refiero), y esto que en principio podría tener cierta lógica no encaja con otras lógicas. Por ejemplo, vemos directores, escenógrafos o figurinistas que constantemente repiten. No digo que ellos no deban hacerlo, digo que hay normas no escritas, o más bien pseudo-normas, que cambian según sople el viento y que son especialmente duras con los autores. A veces hay obras que claramente funcionan, pero una gran cantidad de público se queda con las ganas de verlas porque se han programado en salas pequeñas, y tampoco se reprograman porque serían deficitarias aunque siguieran llenando. Por otra parte todos vemos con asombro (y creo que me puedo permitir ese todos, es un asombro sin duda generalizado) cómo los propios directores de esos teatros públicos repiten en varios montajes durante una misma temporada. Esos montajes a veces son además de los únicos que se reponen y giran. Este es un sistema extraño, que deja muy poco hueco a todos aquellos que entran por primera vez, limitados además a espacios pequeños por más que las obras, por características o por personajes, requieran espacios más grandes. Todo esto genera cierta impotencia. No estoy hablando particularmente de mí, estoy pensando en varios casos concretos, algunos de amigos. En mi caso concreto, estaré siempre profundamente agradecida a los dos teatros públicos que han dado una oportunidad a dos de mis obras, pero tampoco puedo negar cierto regusto amargo al saber que han sido propuestas que han salido realmente muy bien y que podían haber llegado a mucha más gente. Hay algo artificial, algo violento, cuando no se permite que la vida natural de una obra siga su curso. Tú ves que la criatura está viva pero no puedes evitar el hachazo, y a lo mejor hasta sales lastimada. Habrá que aprender a sobrellevarlo, pero no estamos locos porque duela.

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Nos preguntamos ahora si, además de todas estas circunstancias, también el hecho de ser mujer influye negativamente: “Como defender la presencia de las mujeres está ahora de moda, muchos creen que eso nos da alguna especie de ventaja. Yo creo que todavía no hemos llegado ahí… y tal vez no debamos llegar, tal vez las ventajas tendría que darlas el talento, la capacidad. Pero es verdad que hasta ahora el monopolio en esta profesión ha sido masculino y las ventajas siguen estando, también en este momento, del lado de los hombres: los puestos de mayor responsabilidad, los encargos de mayor magnitud y responsabilidad, las salas grandes se reservan a los hombres (con honrosas, y también a veces deshonrosas excepciones, claro está). Tengo la sensación (ojalá equivocada) de que los programadores y productores, en general, confían más en la capacidad de liderar y de imponerse de los hombres. No me gusta subsumir a hombres o mujeres en una categoría de género, la verdad, me siento incómoda. Pero sí me atrevería a decir que el ego masculino confía en el ego masculino. Hay unos cuantos hombres narcisistas en esta profesión, y esos se apoyan y se animan y se ayudan entre ellos. Creo que a nosotras, sus compañeras, lamentablemente ni tan siquiera nos ven, aunque ellos ni lo sepan. Aunque te sentaras delante y pudieras decirles “no me ves, no me estás viendo, en realidad jamás me has visto” no sabrían ni de qué les estás hablando, se limitarían a poner su mejor cara de perplejidad. Y eso que no quería generalizar ni subsumir a nadie en categorías… ya ves… estoy pensando en personas concretas, es evidente, no hablo de todos. Pero he prometido dejar de darle vueltas a todo esto de quién te ve, quién no y lo que duran o no duran las cosas. Creo que hay que hacer espacio para recibir lo que sí llega, que curiosamente, muchas veces viene de los lugares más inesperados. Este año la verdad es que puedo sentirme más que afortunada, porque he tenido tres alegrías profesionales enormes.”

Una de estas tres alegrías la mencionábamos al principio, y es que Denise ha preparado una versión sobre Hedda Gabler que produce Andoni Olivares, en el Teatro Arriaga de Bilbao, y que va a dirigir Raúl Cancelo. Su estreno será en noviembre próximo, y se hará en versión euskera y castellana.

“Estoy feliz con esta oportunidad. Ha sido muy fácil trabajar con Raúl. Tanto él como Andoni me han dado una libertad enorme. El único requisito prácticamente ha sido situar nuestra Hedda en el País Vasco, y ese ha sido un reto estupendo que me ha llevado a lugares inesperados. He centrado a los personajes en el entorno universitario, dos de ellos son especialistas en el legado de Jorge Oteiza, y me he atrevido a fantasear con un posible romance entre el escultor vasco y la poeta uruguaya Blanca Luz Brum, cuyo carácter en mi opinión podría tener bastante que ver con el de Hedda Gabler. Blanca Luz, entre otros detalles, enamoró a todos los intelectuales de su generación. No hay poeta que la haya conocido que no le dedique un verso, entre ellos Oteiza, naturalmente, y de ahí mi fantasía.”

Has mencionado tres alegrías, ¿cuáles son entonces las otras dos?

Debo agradecer que Un tercer lugar me ha valido para que las T de Teatre hayan descubierto mi trabajo, y esta próxima temporada escribiré y dirigiré su próximo montaje en la Sala Beckett de Barcelona, que se estrenará en julio de 2019. Para mí esta es una oportunidad preciosa que me llena de alegría y de gratitud. Valoro mucho además que tengan esa valentía de acudir a autores/directores para pedirles un texto a medida, es decir, un texto para su compañía pero con toda esa libertad que nos dan como creadores. A mí por lo menos me han dado de entrada una libertad enorme, están demostrando una confianza que agradezco mucho, y supongo que habrá sido lo mismo en el caso de otros autores, como Alfredo Sanzol, Pau Miró o Ciro Zorzoli. Por otra parte voy a ser la primera mujer que las dirija y eso también lo recibo como todo un honor y oportunidad”.

Su alegría, desde luego, está justificada porque decir T de Teatre es hablar de 11 espectáculos, 2.500 funciones y cerca de un millón de espectadores a lo largo del primer cuarto de siglo de existencia de la compañía, un cumpleaños que celebraban la temporada pasada con E.V.A. Y además del proyecto con las T de Teatre, creo que la tercera alegría de Denise tiene que ver con un proyecto acariciado hace mucho tiempo.

“Exactamente, sí… recuerdo que en una entrevista de hace ya más de un año yo te hablé de Salvar a Apollinaire. La verdad que es una obra que quiero escribir hace como cuatro años, y he llamado a muchas puertas, porque es un proyecto ambicioso, que exige sobre todo mucho estudio, y tenía claro que no quería ni podía emprenderlo sin un apoyo. Por fin este apoyo se ha concretado y de una manera fantástica, a través de una ayuda de la Fundación BBVA: "Becas Leonardo a Investigadores y Creadores Culturales de la Fundación BBVA" Salvar a Apollinaire o cómo valerse del entrelazamiento cuántico para evitar la II Guerra Mundial es un proyecto que me exige investigar sobre tres grandes áreas: la I Guerra Mundial y el posterior auge del fascismo que da lugar a la II Guerra Mundial; las vanguardias artísticas y literarias europeas de la segunda década del siglo XX y la física cuántica. Para colmo tendré que adentrarme en un mundo que hasta el momento desconozco por completo: el de los videojuegos. Ahí también voy a tener que meterme a fondo, sin haber jugado a un solo videojuego en toda mi vida. Violeta y Víctor, los protagonistas, son dos jóvenes brillantes en su campo: el de ella la filosofía y el de él la física cuántica. Pese a ello no viven con solvencia de su profesión y se dedican a testar videojuegos antes de su comercialización. El punto de arranque es que probando un juego sobre la I Guerra Mundial llegan a la conclusión de que si Apollinaire no hubiera muerto de una herida de granada el futuro de la humanidad habría sido distinto y pacífico, pues él habría ocupado el lugar que ocupó en Italia el líder futurista Marinetti, como ideólogo del fascismo. Resumen tosco pero en fin… mis protagonistas se proponen por supuesto lo más lógico y deseable: cambiar el pasado para modificar el futuro también. Hay que impedir que muera Apollinaire y conseguir que muera en su lugar Marinetti, y ellos saben cómo. Te ahorro detalles para no liarlo más.”

Las redes sociales han propiciado que nunca antes un artista haya estado tan expuesto a la presión del público. ¿Hasta qué punto es esto beneficioso para el teatro, por un lado, y para vuestra creación, por otro?, preguntamos a Denise. “A mí personalmente no me resulta beneficioso como creadora ese nivel de exposición y tampoco ese nivel de socialización que te exigen las redes. Por un lado necesito intimidad para la escritura y también necesito de intimidad en mis relaciones… a veces siento que las redes de alguna manera me exigen ser más prolífica de lo que puedo. Yo creo en los vínculos y creo en cuidarlos, y no se puede cuidar de tantos a la vez. En cuanto a la recepción de las obras, la crítica, la opinión, recuerdo que hace unos años, cuando mis trabajos empezaban a ser objeto de la atención de la crítica, a mí me preocupaba mucho qué se decía de ellos. Luego comenzaron a surgir en la red multitud de blogs y de canales de opinión y yo siento que necesito y estoy procurando mantener una distancia sana con eso… Tampoco sé de dónde sacar tiempo para ocuparme de las redes y, aunque trato de promocionar mis cosas cuando toca, creo que me manejo a veces con cierta torpeza, me falta quizá naturalidad, porque me da bastante pudor esta especie de autobombo que supone el hecho de promocionar cada nuevo trabajo. Venzo resistencias y lo hago porque entiendo que hay que avisar de lo que estás haciendo, aunque me encantaría contar con alguien que lo hiciera en mi lugar y poder desentenderme de ello. Por otra parte, utilizo las redes exclusivamente para temas profesionales, soy celosa de mi intimidad y no me siento cómoda con la idea de construir un personaje. Soy consciente de que pueda tener cierta eficacia, pero noto que mi naturaleza busca alejarse de ese camino. En fin, que es todo un lío supongo.”

Se proclama abiertamente como heredera de la cultura clásica más que de la actual contracultura, hasta el punto de confesarnos: “puede ser que tenga un temperamento más decimonónico que propio del siglo XXI. Confieso que a mí me ha costado mucho entender e introducir en mi vocabulario términos tan actuales como selfie, postureo o yo qué sé qué otras cosas. Introducirlos, en realidad, ni siquiera los introduzco…

¿Y la indignación, en otro orden de cosas, que es un estado también “de moda”?

“Soy víctima de la indignación más veces de las que quiero, y no me parece que sea un sentimiento muy productivo, ni deseable. Sé que a veces tiene de positivo que puede servir para protestar y luchar contra la injusticia, pero confío en que se pueda luchar también contra ella desde otro lugar de mayor serenidad y mayor cordura”.

¿Significa eso –le decimos inmediatamente- que estás muy lejos del espíritu del 15-M? “Por supuesto que no. Celebré que sucediera ese movimiento, aunque luego se ha disipado creo que hay cosas interesantes que han salido de ahí. Es verdad que yo no habría usado nunca el término indignados, estando en ese lugar. Digo simplemente que si hubiera tenido que poner un nombre a ese movimiento hubiera buscado otro”.

“Me costó mucho entender términos tan actuales como selfie. ¡Imagínate!”

No sé si el libro de Stéphane Hessel (Indignaos), que pasa por ser la base ideológica de aquel movimiento de mayo de 2011, figura en tu biblioteca.

“La verdad es que no. Pero adoro el Tratado del saber vivir para uso de las jóvenes generaciones, de Raoul Vaneigem, uno de los ideólogos, junto a Guy Debord, del situacionismo y las ideas que inspiraron la revolución de mayo del 68.

En todo caso, la pregunta se nos presenta muy clara: ¿eres una filósofa que hace teatro, o una dramaturga que filosofa?

Después de pensarlo nos responde: “soy una dramaturga, una autora de teatro, y supongo que mi interés y mi pasión por la filosofía se cuela a veces en mis obras. Si fuera filósofa escribiría ensayos. De hecho, disfruto mucho ese género literario y es verdad que hubo un tiempo que sí que fantaseaba con la posibilidad de escribir un ensayo filosófico… Tengo escritos varios libros sobre filosofía, hay que decir, pero divulgativos”.

Para ir terminando, ponemos a la escritora, directora y actriz en el dilema de tener que apuntar cuál de esas tres facetas le ha proporcionado más alegrías y cuál más dolores de cabeza. A Denise le cuesta separar las dos primeras:

“Si consideras autoría todas esas horas que empleas en casa escribiendo el texto, y dirección todo aquello que haces en el escenario (aunque yo no lo considero así, sino mucho más mezclado), desde luego lo que más alegrías me produce es la dirección, y más dolores de cabeza también, naturalmente”.

Una labor, la de la dirección, que la dramaturga ha vinculado siempre a su propia obra, ¿te gustaría recibir encargos?

“Por supuesto que me gustaría. Tendría que haber una conexión fuerte con la obra, una conexión emocional. A menudo hay autores que me pasan obras que me gustan pero que no me veo dirigiendo, en el sentido de no ver claro qué podría aportar yo. Si se trata de autores muy vinculados al teatro a veces pienso: te conviene hacerlo a ti, te conviene defender tu propia obra. Hace poco el novelista Alejandro Palomas me ha pasado una obra original suya en teatro: La isla del aire. Es un texto evocador que indaga en los vínculos, heridas y esperanzas de cinco mujeres. Podría ser bonito dirigirlo y él anda con ganas. Veremos qué pasa. En cuanto a autoras, hace tiempo que le tengo ganas a una pieza en concreto de Andrea Garrote, y también me han seducido textos de Romina Paula y Mariana Chaud. El tema es que ya hay tanto trabajo para mover lo propio que llamar a puertas para proponer textos de otros se hace improbable, pero no digo que no me gustaría.

Dejamos, pues, a Denise en esa lucha de sus fantasmas con la realidad, o viceversa. De ella –seguro-, saldrán nuevas evidencias que demuestren una vez más que hay tanto teatro arriba como abajo del escenario.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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