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'Lágrimas de cocodrilo': Los santanderinos

'Lágrimas de cocodrilo': Los santanderinos

viernes 04 de abril de 2014, 18:51h
Los dos grandes de la literatura cántabra, si es que eso existe, coinciden en estos días con nuevas novelas. Jesús Pardo y Alvaro Pombo están presentando sus últimas entregas, que tienen en común más de lo que parece.

Jesús Pardo hace ya mucho que firma sus libros sin la segunda parte de su apellido: de Santayana. Rojo perla, publicada en Santander por la editorial El Desvelo, es la historia de un hombre peculiar, de principio a final, y es la historia de una conciencia algo perversa -muy perversa, en realidad- y del doble buceo, en la maldad primero y en el arrepentimiento después, como parte fundante de una larga, honda, educación sentimental. Contada con una minuciosidad elíptica, que evita lo escabroso con elegancia, me recuerda en su estilo las de los novelistas a los que expresamente dedica su tiempo de formación Alberto Mediavilla, el protagonista. Nombrándolos a veces, y otras no, ahí están  Hoyos y Vinent y Felipe Trigo, Francés y Retana y Belda: un poco, el decadentismo español y la bohemia. Pero con brío.

La transformación de Johanna Sansíleri,  la última novela de Alvaro Pombo, apareció hace pocas semanas bajo el sello de Destino. Aquí es una mujer la que vivirá, como el propio título indica, un severo cambio íntimo. Pero es que son demasiadas las cosas que le pasan, las revelaciones que dan al traste con su conciencia de sí misma y de su atípico matrimonio, esa inconsciente felicidad, y la desdicha que le sobreviene. La presencia continua del jardín, como un espacio abierto-cerrado a la casa, que es el lugar -muy septentrional- hecho más de tiempo y de quietud contradictoria en el que transcurre, si transcurre, la vida. Ah, ese jardín al tiempo vivo y cambiante, al tiempo metafórico, simbólico, que permite a Don Alvaro ejercer su prosa jugosa. La metáfora del jardín nos persigue desde Eva, y juega aquí como el lugar de una culpa, que es a lo mejor la mayor: la del desconocimiento, la de la ignorancia. Expresamente, la de la inocencia.

Qué curioso que la culpa sea uno de los factores comunes de las dos novelas. En la de Jesús Pardo, es una culpa digamos que activa. Es que Alberto ha sido malo. Se le ve lo malo -y retorcido- que es, y en eso, y en cómo ha llegado a eso, están las tripas de la novela. Esta cosa del castigo, de la voluntad y el poderío de castigar, hasta con razón, hasta privadamente, que muchos no entendemos y que a lo mejor por eso no nos hicimos juezas. Sansíleri, la protagonista de Alvaro Pombo, en cambio, tiene la culpa de la omisión, del no haberse enterado, y no es menos dañina. Y los dos personajes, que no tienen nada qué ver (salvo que los dos son lectores, él de literatura más o menos libertina, ella de teología) van a tener una virazón religiosa potente, muy potente.

Y entonces, volvemos al jardín, o si lo quieren al terruño -y la geografía da un poco igual-  para recuperar la vieja metáfora. Aquí todos pierden -perdemos- el Paraíso. Johanna, por la via de la acción cristiana, es decir, de la caridad, y de una reflexión macerada en la desgracia, buena parte de la cual no acaba de doler. Pero la otra sí. Alberto, con la desesperación más de un Luzbel que de un Judas. Ajustar las cuentas con Dios y, ahí se queda, quizá colgarse de la rama de un árbol alto y copioso.

Y yo me pregunto, admirados paisanos, admirados maestros, qué hemos hecho para que la religión, y en estos casos concretos, el catolicismo, con mayor o menor parafernalia pero desde luego con una presencia -a veces controvertida- pero clerical al fin, se nos eche encima, se os eche encima?

Me quedo un poco perpleja. Estoy por apuntarme a un curso de meditación trascendental, porque algo me estoy perdiendo. Que no será, desde luego, el placer de la lectura.  Y más, cuando la oferta, tan distinta y tan cercana, es la de estos dos libros que recomiendo sin lugar a dudas.

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