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'Mi relación con la comida', un alegato frontal contra la mediocridad social y la banalidad cultural

'Mi relación con la comida', un alegato frontal contra la mediocridad social y la banalidad cultural

lunes 22 de diciembre de 2014, 20:04h

"Lo siento. No puedo. No puedo comer en ese lugar. (...) No puedo comer junto a esa gente. Van demasiado limpios y su ropa es demasiado nueva. Me dan asco. El mismo asco que yo le doy a un africano. Los zapatos de esa gente son demasiado caros. (...) Yo merezco el escupitajo del africano. Yo merezco el odio del africano. Yo merezco el odio del pobre. Y la gentuza que come dos platos y postre en ese lugar merece mi odio". Estas son las palabras que repite varias veces el único personaje en escena de 'Mi relación con la comida', la obra de la galardonada dramaturga, escritora, escenógrafa y actriz catalana Angélica Liddell en un monólogo que protagoniza la actriz albaceteña Esperanza Pedreño en la representación que desde hace unas semanas viene haciendo en la sala Galileo de Madrid.

La protagonista del monólogo es una autora que  tendría que   reunirse con un crítico teatral para comentar su nueva obra, pero se niega de lleno a comer en un restaurante caro, en donde un puñado de encorbatados triunfadores ni se plantea que  hay muchos otros   hombres y mujeres que no podrán jamás traspasar las puertas de ese restaurante, sencillamente porque nunca tendrán el dinero suficiente  para poder permitírselo.

El esfuerzo físico y las facultades actorales que Pedreño muestra a lo largo de los aproximadamente 90 minutos de monólogo son más que encomiables, y más aún en un día (el viernes,19), en que la representación se retrasó casi 40 minutos sobre la hora anunciada de comienzo "por razones de programación", según  rezaba  un cartel  informativo situado en la taquilla del teatro.

Al margen de los detalles técnicos (la iluminación nos pareció inadecuada, irregular y escasa en algunos momentos de la obra), lo verdaderamente relevante de  esta puesta en escena es la notable interpretación de la monologuista, y el trallazo mental que supone  para el espectador un texto tan directo y duro, lleno de frases  cortantes como cuchillos, que suponen un verdadero alegato contra  la mediocridad y la hipocresía social que prefiere cerrar los ojos a realidades tan dramáticas como ciertas: media humanidad se está muriendo de hambre, mientras que la otra media disfruta o sueña con disfrutar con las delicatessen culinarias de Ferran Adrià o hacer  rutas de turismo gastronómico, tan de moda en el satisfecho Occidente.

Densa e intensa

Liddell hace del vituperio un género dramático y da cabida en los noventa minutos de función a decenas de temas que ponen en evidencia las contradicciones y el egoísmo del sistema económico capitalista que antepone el beneficio económico a todo lo demás. En ella, además del hambre, se habla de la casta política -de todo signo y orientación-, de la iglesia, de la guardia civil, del papel del teatro en una sociedad aburguesada  y acomodaticia que utiliza la cultura únicamente para narcotizar al público, que tiene un espíritu  cada vez más acrítico y manipulado.

Pero, por si todos esos temas fueran  pocos o nimios, se habla también del instinto de conservación; de la sanidad; de la violencia; de los privilegios, la tiranía económica de unos pocos contra la gran masa, que se conforma con una remuneración inadecuada; de  revolución, o de la necesidad de despertar a todas estas realidades. Y  todo ello, salpicado con frecuentes citas a filósofos de la talla de  Platón, Sócrates o Marx.

Como ven, un menú demasiado intenso para ser digerido sin   consecuencias posteriores porque lo que no hace el texto, en ningún caso, es dejar indiferente al espectador. La obra, que fue premiada en la XIIIª edición del premio SGAE de Teatro en 2004, es tan ambiciosa como lacerante e incómoda para el espectador. De lo que  este no puede acusar a la autora es de haberse dejado ningún tema en el plato. Y esa es, justamente, su  mayor fortaleza y debilidad al mismo tiempo.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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