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'Pluto', la comedia satírica de Aristófanes, sobre la utópica redistribución de la riqueza

'Pluto', la comedia satírica de Aristófanes, sobre la utópica redistribución de la riqueza

martes 14 de abril de 2015, 19:44h

El año pasado estuvo en el Festival de Teatro Clásico de Mérida y en  esta primavera 2015 'Pluto', la comedia clásica de Aristófanes (445 a.C-380 a.C.), pero en versión adaptada de Emilio Hernández, y bajo la dirección de Magüi Mira, ha llegado al Teatro de La Latina de Madrid. Dos milenios y medio después, este 'Pluto' se ha convertido en comedia musical, y el dios del dinero (Pluto) y el de la pobreza están siendo encarnados ni más ni menos que por Javier Gurruchaga, uno de los iconos de la movida madrileña de los años 80 del siglo pasado.

Javier Pluto o el dios pagano Gurruchaga (los dioses, mejor, porque  encarna a dos) hace honor a su mordacidad imparable y a su provocadora figura de hombre espectáculo que, desde luego, no defrauda a su legión de seguidores pero que, al mismo tiempo,  seguirá proporcionando argumentos a sus detractores para continuar formando parte de ese bando. Más adelante me explico, pero antes déjeme que le sitúe en la acción y que le diga que sobre el escenario   el espectador contempla el lamentable espectáculo de una Grecia del siglo IV antes de Cristo, pobre y en donde la corrupción era ya la regla general de la cosa pública -eso que desde entonces los mismos griegos llamaban política-, y donde el reparto justo de la riqueza era ya tanto objeto del sueño de los pobres, como preocupación de los ricos. ¿A que las cosas no han cambiado tanto desde entonces?, ¿A que si en lugar de Grecia pensamos en España, en Europa, en el mundo..., tampoco nos desviamos ni un ápice?

Sí, es cierto, no hemos cambiado nada porque el combate sobre el ring del ágora de la metrópoli (en realidad, el patio de butacas) sigue en el mismo punto. La lucha de clases y la tensión creciente entre ciudadanos pobres y ricos; de ciudadanos que hacen de la corrupción  su forma de medrar a costa de los  demás; del abuso del empresario  ante el trabajador -ahora convertido en esclavo, con la espada de Damocles pendiendo permanentemente contra su cuello-; con  todo un recital de privilegios de los que solo puede hacer uso la casta, o quienes ya acarician la idea de pasar a formar parte de ella. En una  palabra, que sigue mediando un abismo entre el plato de lentejas al que, como máximo, puede aspirar el pobre y la más  absoluta, desvergonzada y escandalosa opulencia en la que vive una minoría  que acapara todo el poder del dinero.

Comienza el espectáculo dando voz al personaje sobre el que cae  toda la desgracia, el pueblo, representado aquí por el clásico coro   del teatro griego, que no deja de lanzar al aire algunas denuncias en forma de consignas típicas de las manifestaciones del siglo XXI: ("Esta democracia es una desgracia", "queremos el dinero en casa del obrero", "repartir la riqueza/erradicar la pobreza", "el trabajo,  ¿dónde está?" o "estamos de ladrones hasta los cojones"). Acto seguido aparece Javier Gurruchaga, el dios del dinero, ciego, que     al ritmo de un blues delicioso, al más puro Gurruchaga y de su Orquesta Mondragón, se pasea por Atenas con una venda sobre sus  maltrechos ojos ("... solo estoy, solo estoy, sin esa luz perdida").  

Allí mismo se encuentra con Crémilo (Marcial Álvarez), un agricultor arruinado, que le habla de la crueldad de sufrir la pobreza e intenta convencer a Pluto de que su poder es aún mayor que la del mayor de los dioses. Pluto se lamenta de no haber sabido hacerlo bien. Crémilo y Carión (Jorge Roelas), su criado, prometen devolverle la vista y, con ella, la razón para saber hacer una distribución más justa del  dinero.

Este es el engranaje de una historia que parece va a ser de redención  para el pueblo. Pero Aristófanes no era, ni mucho menos, un idiota y  sabía perfectamente que el dilema no es tan fácil de resolver como algunos demagogos pretenden, simplificando la realidad y lanzando  caramelos de utopía fabricados a gusto del consumidor (elector, en  nuestros días, en este caso) y él mismo se encarga de poner en boca de alguno de sus personajes las dudas y las contradicciones que busca esa postura buenista: "Si desaparecen los pobres, ¿quién trabajará para los ricos?" o "Si todos los pobres se convierten en ricos... ¿quién se partirá el lomo?".

Aristófanes, por cierto, era famoso en su época por su conservadurismo. Prefería la monarquía a la democracia, y las ideas filosóficas y teológicas establecidas a las nuevas ideas de los sofistas.  En su comedia no hay ningún enredo y la historia se sucede de manera abierta y lineal, y no cuenta con un final explícito, de modo que el espectador no conoce si finalmente es posible o no esa pretensión de repartir la riqueza o si aún habrá que esperar otros cuantos milenios para poder verlo alguna vez sobre la faz de la tierra.

Versión actualizada

Los intérpretes, encabezados por Javier Gurruchaga (Pluto y La pobreza), constituyen un gran reparto ya que todos son nombres conocidos de la escena y desempeñan sus papeles con la solvencia y la eficacia esperadas. Ellos son Marisol Ayuso (La dama), Marcial Álvarez (Crémilo), Jorge Roelas (Carión), Ana Labordeta (la reivindicativa Praxágora), Santi Celaya (Tesorero), Toni Miso (Blepsidemo) y Cayetano Fernández (Joven Puto). Personalmente me gustó más Gurruchaga  haciendo de mujer, y considero también que le sobró gestualidad en ciertos momentos de sus intervenciones, aunque en lo musical -que, al fin y al cabo, es lo suyo- estuvo estupendo.

Esta era la meta a donde quería llegar cuando al principio decía que Gurruchaga divide al público entre quienes piensan que a la estrella  de la música ochentera le está todo permitido, y quienes, por el contrario, consideran que su sobreactuación lo debilita en su faceta de actor. Ese es un dilema irresoluble del mismo modo que podría  plantearse con actores de marcada personalidad como pudieran ser  Arturo Fernández o el Brujo, por poner dos términos extremos. Y, hablando de música, hay que subrayar también los nombres de los  letristas, Juan Mari Montes y Emilio Hernández, autores de las canciones que se interpretan (música y voz) en directo, a las que han puesto música Marco Rasa y el propio Gurruchaga.

Magüi Mira utiliza el coro de forma permanente -como se hacía en el teatro griego-, formado por todos los actores escondidos tras máscaras, que permanecen todo el tiempo en escena, y que solo se la quitan cuando van a desempeñar un papel personal. Visualmente,  el grupo es muy atractivo, y no solo por sus movimientos sino también por un excelente vestuario diseñado por Lorenzo Caprile, y también está ayudado en los momentos musicales de la sátira por una iluminación muy próxima a la de los grandes conciertos de las figuras del rock de nuestro tiempo.   

Y, para finalizar, un 'pero' al montaje que no sé muy bien si atribuirlo a la parte de la adaptación o a la de la dirección -ellos mismos deberían reflexionar sobre el asunto-. ¿Creen, de verdad, necesaria esa reiteración hasta la saciedad de peinetas, cortes de manga, blasfemias, exabruptos, concierto de pedos,... para pronunciar la comicidad de cuanto sucede en escena? El efecto final, mucho me temo que es el contrario al que se busca.

'Pluto', una sátira de Aristófanes llena de blues, soul y swing

Ahora, en el Teatro La Latina de Madrid, hasta el 3 de mayo (después, en Murcia, Pontevedra, Santiago...)

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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