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Entrevista a Manuel Galiana: 'La interpretación es una pasión que te arrebata'

Entrevista a Manuel Galiana: "La interpretación es una pasión que te arrebata"

viernes 27 de marzo de 2015, 18:17h

Segunda parte de la década de los 50 del siglo pasado. Instituto San Isidro de Madrid. Tres jóvenes estudiantes se apuntan a clases de teatro. Sus apellidos han dado mucho que hablar desde entonces: Carabias, Gutiérrez Caba y Galiana. Con este último, Manuel Galiana Martínez, hablamos hoy. El consejo de ministros le ha concedido  recientemente la medalla de oro al mérito en las Bellas Artes. No es el único premio que conserva en las vitrinas de su casa ya que, entre otros, Galiana posee el Nacional de Teatro, y el de la Crítica.

Desde aquellos años del San Isidro y tras su paso por la antigua  Escuela de Cinematografía en que obtuviera premio extraordinario de interpretación (paradojas de la vida, el actor ha hecho muchísimo  más teatro y televisión que cine), Galiana lleva más de 50 años  dedicado profesionalmente al teatro y, entre otros, ha interpretado personajes de Valle Inclán, Alfonso Sastre, José Luis Alonso de Santos, Miguel Mihura, Eugene  O'Neill, Slawomir Mrozek, Ibsen, Marsillach, Sanchís Sinisterra, Alejandro Casona, Buero Vallejo, William Holden o Edmon Rostand. Ese Cyrano de Bergerac  que  Galiana interpretó en el año 2000 es inolvidable. Desde entonces, nadie sabe muy bien por qué, su teléfono dejó de sonar  con la frecuencia que solía y sus  apariciones en el escenario -fuera de su Estudio 2, el centro que dirige en el 11 de la madrileña calle Moratines, en el que  compatibiliza la enseñanza y la dirección teatral- y, mientras, los espectadores añoramos  volver a disfrutar   momentos  tan intensos  como  los  de aquel Galiana Cyrano.

J.M.V.- ¿A qué cree Manuel Galiana que se debe ese parón en las llamadas para formar parte de los grandes montajes   teatrales que se siguen llevando a cabo?  

M.G.- No sé por qué... Sencillamente porque no me llaman. He seguido actuando, pero después del éxito de Cyrano es verdad que todas las cosas que he hecho quedan pálidas frente a aquel  trabajo. Por otro lado, nunca me he preocupado de si las ofertas laborales llegan o no porque, en mi caso, se han sucedido siempre. Estaba terminando una cosa y ya tenía otra por delante...

Pero muchos te echamos de menos en los grandes montajes del CDN, del Teatro Español...   

No me han llamado de estos sitios. Si lo hubieran hecho, estaría encantado. Tal vez hay ahora nuevos directores que cuentan también con gente nueva...

¿Y la aventura de Martes Teatro?

Con este grupo de actores llevo trabajando ya más de 10 años, pero  como compañía estable y profesional, comenzamos el año pasado.

Os habéis sumado al boom del teatro alternativo madrileño. Este es un momento muy importante, ¿no?

Para mí no hay teatro alternativo, ni teatro off, hay teatro en sala grande o en sala pequeña, pero todo es teatro. Es verdad que  estamos viviendo un momento extraordinario, y sería una pena que  la Administración no supiera  aprovecharlo. Siempre hemos dicho que Londres es la capital europea del teatro y, más recientemente,  Berlín. Yo creo que habría que conseguir hacer que Madrid fuera otra de las capitales mundiales del teatro. Porque tenemos una enorme y grandiosa tradición teatral que no podemos tirar por la borda. Hay mucho talento teatral en este país que no se puede desperdiciar porque esa es una fuente de ingresos y de presentación de España ante el resto del mundo. Por eso la Administración tiene que corregir cuanto antes el error del 21 por ciento de IVA.

El teatro que se hace en Estudio 2, la sede de la compañía Martes Teatro, podríamos calificarlo de tradicional o no estás de acuerdo con esa etiqueta?

Los espectáculos teatrales es necesario que sean buenos; lo de vanguardistas o tradicionales es secundario. En todo caso, hago lo que cae en mis manos. Los autores saben que estoy aquí, y nos ofrecen textos para hacerlos. Nuevos autores como Elena Belmonte, o  Esmeralda  Adam... el mismo 'Otoño en familia', de James Saunders, es una comedia que no tiene mucho que ver con una comedia dramática al uso, ya que tiene una estructura chejoviana  que, de pronto, mete un elemento beckiano... Otra de nuestras obras, 'Adiós para siempre adiós', es una comedia entroncada  dentro del teatro del absurdo y el esperpento. O 'Baile de huesos' y su puesta en escena no diría yo que es nada tradicional. Vamos, que no estaría yo muy de acuerdo con esa afirmación de que hacemos un teatro muy tradicional.

 ¿El teatro está siempre lleno de intenciones políticas?

Sí, creo que siempre ha habido intenciones políticas en el teatro.

Estoy pensando, por ejemplo, en el TEU, en aquellos años de tus comienzos, o ahora en la profusión de obras relacionadas  con la actualidad social y política que vive este país...

El TEU fue muy importante en el teatro español de la postguerra. Gracias a él, por ejemplo, 'Tres sombreros de copa', la obra de Mihura, salió a flote. Lo cogió Gustavo Pérez  Puig, se la pidió a Mihura, y montó la obra para una sesión. Nadie la quería entonces porque les parecía un escándalo. (Lo mismo había pasado antes con  'El sí de las niñas', de Benavente... O 'Casa de muñecas', de Ibsen). A veces, adelantarte a tu tiempo puede llevarte al fracaso. De hecho,  'Tres sombreros de copa' solo llegó de verdad al gran público muchos años después de ese gesto valiente de Pérez Puig. En el teatro español ha habido siempre mucho talento y, de vez en cuando, aparecen chispazos que deslumbran al público. Esos chispazos  pueden ser ahora los que proyectan nombres como Juan Carlos Rubio, Miguel del Arco, Andrés Lima y muchos otros hombres y mujeres del teatro español que dirigen, que escriben textos o que los interpretan ... Vuelvo a repetir que España no puede permitirse el lujo de tirar por la borda todos estos talentos.

El público ya lo ha visto y acude en tromba  al teatro. Yo, que asisto  muy frecuentemente por razones obvias, los veo  casi siempre  prácticamente llenos, y eso a pesar del IVA

 Si, el público responde y  sería un error imperdonable no apoyar el espectáculo en España -sus calles, sus gentes son  ya de por si  un espectáculo-. Tenemos sol y tenemos una cultura secular que el público conoce y que, además está dispuesto a disfrutarlo. Yo creo que eso está ya imbricado en nuestra naturaleza. ¡Cómo se va a desperdiciar todo esto! Es como si tuviéramos unos pozos de petróleo y no quisiéramos explotarlos.

La radio, la televisión, internet... no han conseguido matar al teatro y los 2500 años de historia en la civilización occidental  van a ser muchos más, ¿no crees?

El teatro no puede morir porque creo que es algo que va íntimamente ligado al hombre, forma parte de él porque siempre necesita representarse. Desde que somos pequeñitos y nos cuentan un cuento, el niño, aunque lo conozca, siempre dice ¡cuéntamelo  otra vez!, del mismo modo que el adulto acude a ver una función dos, tres o cuatro veces. El teatro no va desaparecer nunca porque el hombre necesita que le cuenten otra vez el cuento. Es verdad que puede ser a través de cualquier medio (incluido el audiovisual), pero es que el teatro tiene una fuerza  brutal. La magia que se crea con unos  actores en un escenario, las luces, el sonido, y todo  en vivo, comunicándole esa serie de sentimientos... Eso no puede morir; al revés, cada vez  la gente va más al teatro.

¿Quién ha dado más a quién: el teatro a ti o tú al teatro?     

No, yo no he dado más al teatro. Aunque le he dado todo, el  teatro me ha dado mucho, mucho más a mí.

Y si volvieras a nacer, volverías a hacer lo mismo?

¡Si no tuviera aptitudes para otra cosa...! (Ríe abiertamente). Creo que no valgo para otra cosa. En la adolescencia uno se va dando cuenta ya de qué puede hacer en la vida, para qué vales y para qué no  vales. Unos quieren ser toreros, otros cantantes, otros ingenieros y otros no saben lo que quieren y no hacen nada. Pau Casals sabía desde pequeñito que lo suyo era tocar el chelo y dedicó toda su vida a  hacerlo. Hay que conocer las aptitudes  propias, descubrirlas  y  dedicarse a ellas por completo.

De los  variados aspectos que conlleva tu actividad  profesional en el teatro, ¿cuál de ellos te da más alegrías  y cuál más sinsabores?  

Alegrías, sin duda, la interpretación. Entiendo por qué hay tantos jóvenes que quieren ser actores y actrices, pero deben saber que no todo el mundo puede ser actor. La interpretación, llevada a sus últimas consecuencias, quiero decir, calando hondo, es una pasión que te arrebata y, además, es que cuanto más ahondas, te arrebata aún más. Entras en unos personajes que tú ni los habías soñado. Profundizas en ellos y te das cuenta de que eres capaz de transmitir unos sentimientos que ni siquiera sospechabas que podías llevarlos dentro de ti, te  empiezas a dar cuenta de que todo está en el ser humano y quisieras contarlo a todo el mundo: ¡no tengáis miedo de llorar, de reír, de expresar vuestras cosas...! Es que es así, eso va en nuestra naturaleza de hombres. Tenemos ahí todo, y depende de nosotros que lo activemos o no. Es muy importante que a los niños, ya desde el colegio, se les intente activar su sensibilidad para poder  disfrutar más cuando sean mayores. Sin los sentidos abiertos, te pierdes muchas cosas: la belleza de una puesta de sol, de un amanecer o  degustar una  rodaja de chorizo -me da lo mismo-... Las cosas cotidianas, a veces, pasan desapercibidas si el ojo y la sensibilidad no están educados para saber percibirlas.

¿Y por qué esa obsesión del actor por llegar a interpretar al mayor número de personajes posibles?, ¿tú te negarías a interpretar a alguno?

No se me ha presentado la ocasión. Nadie me ha presentado nada que no fuera digno. Sí me han ofrecido algunas comedias a las que he dicho que no, pero un personaje que no estuviera dispuesto a hacer, no.  El teatro, de todas formas, tiene una gran responsabilidad. Nos  cuenta algo que nos va a hacer reflexionar sobre nosotros, para hacernos un poco mejores (para hacernos peores, ya está lo que nos rodea).

¿Y dónde está  la raya que delimita la actividad del artesano y la del artista?

Me lo he preguntado muchas veces y exactamente no lo sé. Sí sé, sin embargo, que hay algo que separa al que trabaja porque conoce el oficio y es capaz de hacerlo más o menos bien. El artista no es que solo lo haga bien, sino que traspasa esa posibilidad y se va al otro lado, y hace cosas que no pueden hacer los demás. Hay algo especial en ellos, en su forma de entender la vida, de representar que es lo que hace, y en el escenario eso se nota. Es la diferencia entre hacer   los trabajos bien y trabajar con más riesgo, que es lo que hace el artista. Puede, incluso, equivocarse a veces, pero intenta siempre ir un poco más allá. Siempre digo a mis alumnos que nunca piensen que han terminado ya un personaje; cada día hay que ir arañando algo más de él.

¿El artista nace o se hace?, ¿eres capaz de detectar a uno en cuanto lo ves?

El artista nace. Y yo, desde luego, en cuanto veo a un aspirante,  en cuanto se sube al escenario y lo veo, si me parece que va a funcionar, después  funciona. Hay una cosa que se nota en cuanto un actor pisa el escenario o lo ves en una pantalla, un algo especial que te hace sentir que ese actor o esa actriz van a funcionar...

Por cierto, ¿estás muy enfadado con el cine porque no te ha dado todo lo que buscabas en él?  

Es una penita que el cine no me haya aprovechado, es cierto. Una herida de las muchas que se arrastran en la vida. Le pongo tiritas de vez en cuando (sonríe  sarcástico)... El cine era mi ilusión cuando entré en la Escuela Oficial de Cinematografía y mi paso por allí hacía pensar que me irían a aprovechar para el séptimo arte, pero no fue así. Nada más salir de la Escuela me empezaron a surgir contratos  para el teatro y la televisión y pensé que alguien me llamaría también algún día para el cine pero no fue así. A lo mejor es que no supe qué había que hacer para poder aprovechar mi éxito en el teatro y la televisión. En la Escuela había directores, guionistas, cámaras, etc., y pensé que eso era suficiente para poder engancharme al mundo del cine. Yo me apliqué todo lo que pude y mi paso por allí fue incluso brillante, pero no bastó. Quizás tendría que haber estado yendo de puerta en puerta a todas las productoras, o haber llamado a todos los representantes, pero eso no he sabido hacerlo... Pero aquí estoy, aún con la ilusión de que un día suene el teléfono si alguien piensa que Galiana puede hacer un abuelo (ahora ya solo puedo hacer de abuelo, claro...). Mi última ilusión cinematográfica la he vivido junto a José Luis Garci, con quien he participado en tres de sus últimas películas: 'Tiovivo', 'Luz de domingo' y 'Sangre de mayo'. Desde luego, yo no tiro la toalla y espero que aún salga por ahí un trabajo interesante en cine.

¿Mantienes aún la ilusión inicial con que entraste a esta profesión o eso se matiza, se atenúa, se diluye con el paso del tiempo...?   

La ilusión la mantengo viva. Si no tienes ilusiones, afanes por trabajar, es mejor retirarse... Ahora me han encargado la realización de un espectáculo para el Festival medieval de Hita y, por supuesto, lo voy a montar. Es al aire libre, que es una cosa que nunca he hecho, pero no he renunciado a ella. Supongo que será un espectáculo que acabará recorriendo otros festivales en España. Tengo más proyectos por delante que años de vida para poder hacerlos.

¿Cómo se afronta el final  de la vida desde la atalaya de los  setenta?

He procurado ir haciéndome a la idea (risas  irónicas...)de que la vida no es eterna y lo que hay que hacer desde ese mismo momento  (sigue riendo, ya abiertamente...) es tratar de llenar los días de  tu vida de la mejor forma que puedas porque llega un momento  en el que ya se ha acabado. A lo mejor llegas a un estado en el que estamos mejor, y felices... pero  lo mismo no pasamos a ningún sitio. Eso todavía no lo sabemos. Yo quiero pensar que sí, que uno se va a otro sitio, pero la vida, entre tanto, hay que disfrutarla y con los cinco sentidos, hay que ser sensual...

La felicidad, ¿está en lo cotidiano? 

¡Hombre! Con que las cosas te vayan más o menos bien, que no te hagan mucho daño, que no tengas que sufrir excesivamente por los demás... Como el sufrimiento es inevitable, vamos a intentar  compensar con lo demás. Si uno ayuda a alguien que está sufriendo, la compensación para el que ayuda es saber que está mitigando ese sufrimiento del otro y, hasta el sufrimiento, podemos convertirlo en gozo.

¿Te consideras realista, soñador, utópico?

Soñador sí, me gusta imaginar cosas, soñar..., pero creo que soy bastante realista... Muchas veces me preguntan por qué somos actores y yo respondo con otra pregunta  ¿no será que no estamos de acuerdo con nosotros mismos y queremos ser otro? Yo, desde luego,  sí que quiero ser otro. Lo que más me gusta de esta historia es que voy a ser otro cuando interpreto.

¿Y qué es lo que menos te gusta de ti?

La verdad es que no me gusto nada. Lo que me gusta es interpretar. Cuando un actor empieza, lo mismo busca ser famoso,   ser la estrella, otros no sé qué..., pero cuando vas tomando conciencia te das cuenta de tu responsabilidad social como actor. Estás ahí pero estás dando un mensaje social cada vez que te subes al escenario, no haciendo un ejercicio de exhibicionismo y que el espectador salga más o menos conmovido por lo que ha visto y escuchado en el teatro con lo que tú le acabas de contar... Actuar es como un descanso de ti mismo. Aunque tienes que trabajar contando contigo, eres otro cuando sales al escenario. De hecho, cuando sales al escenario te desaparece todo atisbo de  enfermedad, por mala que sea la que te aqueje. Cuando se acaba la representación, te vuelve  otra vez... ¡Interpretar es muy hermoso!

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