El teatro está en auge en España, es
cierto. Aún más el teatro alternativo, o
teatro off, como ha dado en llamarse
en este país con complejo de inferioridad en el que si no añades una etiqueta
en inglés, te identificas instantáneamente como un animal en vías de extinción
o, directamente, como un fósil del Pleistoceno. De una u otra forma, esa es la única
vía de salida para quien prefiere
actuar ante un público a toda
costa antes que quedarse en la cama, en la
intentona o acudir al psiquiatra. Ese es el caso de María Hervás,
una joven actriz madrileña -27 años- que
ha llegado a ser nominada para el premio Valle Inclán en 2014 -finalmente
otorgado a Carlos Hipólito-, por su
actuación en 'Confesiones a Alá', adaptación teatral de la novela de
Saphia Azzeddine. En ella, lo hemos dicho ya, María se muestra como una
"enorme y
conmovedora Jbara" en los ciento
veinte minutos de monólogo que dura su actuación
(http://www.diariocritico.com/ocio/teatro/teatro-lara/critica-de-teatro/critica-teatral/471204).
Hervás
ha cursado estudios Superiores en Arte Dramático con Cristina Rota, y ha
estudiado también ballet clásico y danza contemporánea. Debutó en la serie de
televisión Los
Serrano, y más adelante ha continuado en el medio en La Tira y La pecera de Eva.
Pero en su vida como actriz le importa
esencialmente el teatro, y habrá siempre un antes y un después de su paso por 'Confesiones a Alá' (https://vimeo.com/search?q=confesiones+a+ala). Si no ha oído
todavía hablar de María Hervás, permanezca atento y acuda a verla. No se arrepentirá, se
lo aseguro...
JMV.- 'Confesiones a Alá' te ha dado
muchas alegrías como actriz, bastante trabajo, pero poco dinero, ¿estoy o no en
un error?
MH.- No lo habría dicho yo mejor. Es
cierto. Detrás de la obra hay muchísimo trabajo. Un arduo trabajo de
investigación, de reproducción de consecución del acento, de expresión
corporal, que va cambiando a medida que discurre la obra y, sobre todo, también
un análisis profundo de texto que tuve que hacer porque no había visto antes
ese montaje, ya que solo se habían hecho representaciones en París y no tuve acceso
a él, con lo cual tuve que partir únicamente de unos folios llenos de palabras...
No es lo mismo representar a la Julieta de Shakespeare, de
las que todos hemos visto muchos
montajes y siempre puedes tener alguna referencia como modelo, para ver las decisiones
que toma la actriz para llevar a cabo esta u otra escena, pero en 'Confesiones...' tuve que partir del texto.
Fue como ponerse delante de un abismo y decidir desde cero como enfrentarse a él.
¿Te ha visto ya en escena la autora, Saphia Azzeddine?
No, no... Saphia no me ha visto aún...
Ha sido tu primer trabajo reconocido
públicamente...
Llevo haciendo teatro alternativo hace
ya muchos años, prácticamente desde que salí de la Escuela. En el circuito
alternativo de Madrid se hacen cosas muy interesantes; en él he podido
desarrollarme como actriz y, además, con bastante libertad y, aunque muchas veces me he preguntado si alguna vez
podría salir de él, ahora le estoy muy
agradecida y no quiero irme porque me ha permitido desarrollarme de manera
autónoma... Y sí, 'Confesiones a Alá' ha sido la obra que más repercusión
me ha dado ante el público y por la que
he sido más alabada.
¿En qué medio (teatro, cine, TV) y en
qué género(drama, comedia, etc.) te sientes más cómoda?
Me siento bien en cualquier medio. Cine
he hecho muy poco, solamente un largo, por lo que aún no puedo hablar mucho de
él con cierto conocimiento... pero, sin
duda, hoy por hoy, diría que en el teatro. La comunión que se da aquí con el
público es algo único: una recepción y una comunicación inmediatas, que te
permiten retroalimentarte al instante...
¿Te importa mucho el público? Más aún,
¿puede haber arte sin público?
Creo
que no. Hay creación sin público, pero
no puede haber arte sin público. El
arte necesita de la mirada externa. Si el artista es capaz de desdoblarse y
convertirse en espectador de su propia obra, de transformarse en parte de su
propio público, entonces tal vez, pero
eso sería entrar ya en un problema filosófico (Sonrisas...).
Para hablar de filosofía hay que leer
mucho, ¿tú lo haces?
Leo lo que puedo en el poco tiempo que
me queda con la gran cantidad de cosas que hago a diario pero, claro, intento
leer porque me gusta. Ahora, por
ejemplo, sobre mi mesita tengo un libro de
Mijaíl Chéjov (un sobrino de Antón Chéjov, el dramaturgo ruso) sobre
técnicas actorales, un asunto en el que, obviamente, estoy muy implicada; una
novela que me regaló una amiga hace muy poco, 'Intemperie'; un libro de relatos cortos de Benedetti, y un libro de
poemas de Ángel González, que es un escritor que nunca falta en mi mesilla
porque sus poemas son para mí bastante esclarecedores...
¿Dijiste eso de 'mamá, quiero ser
artista', ya desde pequeñita o la cosa
surgió más adelante?
Desde muy pequeña. Me disfrazaba constantemente.
Si cogía por banda la ropa de mi madre o de sus amigas, me la ponía, me
maquillaba yo sola, les hacía espectáculos, bailaba en el salón de casa... Tenía
una gran necesidad de expresarme.
Recuerdo que, sin levantar dos cuartas del suelo, ya le decía a mi madre que me
llevase a ese sitio donde se hacen las películas...
...Y unos cuantos años después, ¿tienes
una idea cabal de las grandezas y las miserias del mundo que has elegido?
Creo que sí. Llevo en él desde que
tenía 17 años. No creo que mi carrera haya sido especialmente sencilla
aunque sé también que las hay más
complicadas, he pasado ya por muchas
fases y alguna de ellas ha sido muy dura.
¿Te has hecho algún planteamiento de
hasta dónde te gustaría llegar?
Antes sí me planteaba más objetivos o
quizás era más soñadora, en una fase más adolescente, aunque no dejaban de ser
unos planteamientos bastante básicos. En el fondo, los mismos que puede tener cualquier actriz -muchas veces porque
te los meten desde fuera, más que porque tú los desees- y, sí, por supuesto, que he soñado con hacer cine
en Hollywood o con ganar grandes premios. Hoy en día no sueño con nada
de esto. Eso no tiene ahora nada que ver ni con mis deseos, ni con la actriz
que quiero llegar a ser. Hoy mi sueño es llegar a hacer el máximo número de
personajes posibles y, si pudiera escoger, trabajar con los mejores
directores de teatro europeos y
americanos.
Hablas inglés, ¡claro!
Sí, hablo bastante.
Lo mismo no te hace falta. Escuchándote
en 'Confesiones...' cualquiera diría que
hablas árabe...
No, no hablo árabe (Ríe...). Recurrí a
varias personas marroquíes que me
ayudaron durante mucho tiempo para adquirir el acento justo en las frases que
digo a lo largo de la obra. Además, soy muy perfeccionista y
les estuve dando la lata (Más sonrisas...) de una manera persistente durante
mucho tiempo. Ellas se prestaron encantadas y, además, de forma absolutamente
desinteresada, altruista.
Y el director, ¿qué papel te parece que
tiene en conseguir que un actor o una
actriz saque lo mejor de sí mismo en la puesta en escena de una obra? Y, en
concreto, ¿en qué grado intervino Arturo
Turón en 'Confesiones a Alá?
Arturo creo que no se ofendería si
dijera que, en este montaje, el
porcentaje de lo que él tiene que ver en lo que yo hago es poco. Pero,
por otro lado, es mucho porque él tuvo la iniciativa de escoger este texto, de
adaptarlo y de decidir llevar a cabo este proyecto, para lo cual tuvo que hacer
un casting y seleccionarme a mí como actriz, con lo cual su papel es
primordial, por lo menos de un noventa por ciento... Pero en lo que se refiere a
la dirección actoral, me dio casi el
cien por cien de libertad, y el resultado final partió casi en su
totalidad de decisiones personales mías y de lo que fue surgiendo en el proceso
creativo respecto a mis impulsos más orgánicos y más naturales, los cuales Arturo encorsetaba en
muy poca medida, con apenas unas cuantas pautas que me dio desde el primer
momento y que tenían que ver con la evolución del personaje y con su manera de
estar físicamente (cuando eres la mujer del imán tienes que tener una actitud más recta, cuando eres pastora esta
otra, etc.). Solo me dio unos cuantos
trazos y, tal vez, su grandeza reside en haberme sabido dar esa libertad. No
todos los directores lo saben hacer... Y respecto a la primera parte de tu
pregunta, el papel del director, en
general, creo que es fundamental, es quien imprime la ideología al texto.
Aunque ya venga predeterminada en él, el director tiene que dar su punto de vista,
posicionarse y dar una visión al público del tema que sea.
En el mundo árabe se estudia mucho la
astrología, la incidencia de la suerte, del destino en nuestra vida. Tú
estuviste a punto de no acudir al casting de 'Confesiones...' y, sin embargo, ya
ves el vuelco que ha dado tu carrera de actriz
por haber acabado obteniendo el papel de Jbara...
Sí, estoy de acuerdo. La suerte
influye, pero en esta vida no hay nada más poderoso que el deseo. La voluntad
es verdad que mueve montañas pero, para mí, hay algo anterior a la voluntad,
que es el deseo. Al final yo quise llevar adelante ese texto, pese a todas las
dificultades y todos los conflictos que, a priori, se me presentaban con él,
pero hubo algo muy fuerte en mí que me impulsó
verdaderamente a hacerlo y eso creo que está en la base de todo. No sé muy bien si yo encontré el texto y a
Arturo, o fue Arturo y el texto quienes
me encontraron a mí... Eso es algo que nunca sabremos.
¿Qué sensaciones percibes cuando
sientes que eres capaz de atar al público a su butaca, de emocionarlo, de
hacerle llorar...? , ¿cómo metabolizas esas sensaciones que sabes que transmites?
Creo que el trabajo del actor es
justamente ese: ceñirse a un texto y
transmitirlo con la mayor fuerza y verdad posibles. En el tránsito de su realización o materialización en
escena, suceden muchas cosas, el actor pasa por muchos estados de ánimo, puede
enfadarse o estar feliz, excitado u otros muchos estados de ánimo, pero tienes
que seguir con tu oficio. A veces veo en muchos compañeros una tendencia
a sobredimensionar nuestro trabajo, de otorgarle un status que me
parece que no es el que le corresponde; es cierto que el artista es un ser
valiente, que hace un trabajo difícil, el de poner a disposición del público
tus sentimientos y tu persona, que es lo único que tenemos, pero creo al mismo
tiempo que esta actividad multidisciplinar de poder hacer varias cosas, como
realizar un texto y, a la vez, dejarte
sentir, es lo más básico del trabajo del actor. Si no sabes hacer eso, si no estás
entrenado para hacerlo, métete en una sala de ensayo y trabaja porque entonces
no eres actor. Tienes que estar entrenado en cogerle la mano a alguien y que,
te provoque lo que te provoque (cariño, ternura, rabia, rechazo...), puedas
seguir inmediatamente con tu trabajo y
contando la historia porque, en definitiva, es eso lo que importa, la necesidad
de contar la historia.
¿Cuando alguien como Luis María Anson
dice de ti que eres 'el alma del teatro madrileño' o quien te está preguntando que ha dicho también que 'puede llegar a hacer
historia en el mundo de la interpretación', ¿qué piensa una chica de 27 años'?
No lo sé (Ríe algo nerviosa). Ahora
mismo mucha emoción. Me podría poner a llorar en este momento... Pero he llegado
al convencimiento de que mi organismo, el de María, funciona de una manera muy
curiosa, porque mi cabeza prácticamente anula lo mismo las críticas buenas que
las malas (que también las ha habido), las olvida. Y no creo que sea ni por
humildad, ni por ser una chica con los pies en la tierra..., no creo que tenga
que ver con ninguna virtud mía, sino con una especie de inteligencia emocional artística; creo que he
llegado a la conclusión, sin que nadie me lo cuente, de que eso no me hace mejor artista, sino todo lo contrario, me
pone en una zona de peligro de perder ciertas cosas en mí y que si escucho
demasiado esas palabras corren el riesgo verdadero de perderse... Hablemos de frescura,
espontaneidad, etc., cosas que tienen que ver con mi yo más ciudadano, más
cotidiano, que sé que si entro en esa nube rara
en la que a veces nos gusta
engolarnos a los artistas, no me va a ayudar nada. Entonces, leo esas
críticas, me dejo emocionar porque eso
es muy valioso, pero las olvido rápidamente. Y si son negativas, exactamente lo
mismo. Nunca me he fustigado con ellas.
De hecho, cuando en funciones en las que coincido con otros compañeros actores,
que tienden al autocastigo, a cuestionarse -cuando terminan una función- que no
han estado bien, y lloran y sufren, siempre me ha tocado desempeñar el papel de
la compañera que entusiasma al resto del grupo. Siempre digo a mis compañeros, y a mí misma, que un
zapatero hay días que hace mejor los zapatos
que otros, y lo nuestro es también un oficio y no podemos autoexigirnos
estar siempre perfectos.
Hay en esto una cierta contradicción
con lo que me dijiste antes del arte y el público. Decías que no hay arte sin
público. El crítico no es más que un cierto tipo de espectador, con la única
particularidad de que está obligado a expresar
públicamente lo que piensa o qué le ha transmitido un montaje, un actor,
etc., pero no deja de ser un espectador más, ¿no crees?
Sí, entendido así, es cierto. Pero también es cierto que la
palabra del crítico tiene un cierto valor mayor que la del público
convencional, porque se entiende que tiene una preparación especial con
respecto al resto de espectadores que le faculta para juzgar tu trabajo desde
una base fundamentada. Yo, sin embargo, no me fio de la opinión del noventa por
ciento de los críticos... ¿Desde qué ámbito se juzga un hecho teatral? ¡Hay
tantos puntos de vista sobre los que poder hacer una crítica sobre algo! Yo estoy
permanentemente dudando sobre casi todo (salvo en unos cuantos
valores firmes para poder seguir adelante), y vivo ahí, con la duda, casi de
manera casi inconsciente, y hay algo en mí que tampoco quiere salir de ahí
porque me parece un lugar interesante...
Hablas ahora de valores. ¿Cuáles son
esos valores?
Si,soy
una mujer de valores. Pero
los evoluciono constantemente. Y hablo de valores tanto éticos como estéticos.
Para mí son fundamentales la lealtad, la honestidad, el rigor y la
belleza (más a nivel ético que estético). Hace muy poco he leído a
Angélica Liddell, en 'El sacrificio como acto poético', y viene a decir que "lo bueno es lo bello en movimiento". He
pensado mucho sobre esa frase que, sin duda, la hago también mía.
En qué momento de tu vida crees que
podrás llegar a decir "he triunfado".
Dicho de otra manera: ¿a qué das más valor, al éxito o a la fama?
Espero poder ser lo suficientemente
honesta conmigo misma como para determinar el triunfo ya, en esta mesa, contigo
delante. Me considero una persona triunfadora. No lo quiero poner fuera; me
parece un engaño que tiene que ver mucho con el sistema de productividad
enfermo en el que vivimos, que nos pone el triunfo fuera, como algo lejano al que solo se llega
produciendo, trabajando constante y arduamente. El triunfo tiene que estar más
apegado a cualquiera de nosotros. Para mí, estar viva, tener una
familia, sentirme querida, poder dedicarme a lo que me gusta, pese a que, a
veces, me da momentos terribles y trágicos, esto es el triunfo para mí... Y entre
fama y éxito, siempre éxito, si lo entendemos como la buena resolución de una
empresa que has emprendido.
¿Tienes a alguna actriz como modelo; te
gustaría parecerte a alguien?
No soy mitómana, pero sí muy admiradora.
Si tengo que dar algún nombre entre las actrices contemporáneas, podría dar el
de Marion Cotillard, una actriz francesa que siempre expone mucho; el de Gena Rowlands, que ha hecho trabajos
muy brillantes, con una gran implicación
y rigor, con Cassavetes... ¡Es que son tantas! Aquí entra la María Hervás de la
duda... Pero son muchas, y van desde compañeras
con las que trabajo todas las semanas en el teatro hasta las más
admiradas, como podría ser Meryl Streep...