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A Suárez, desde el respeto y la admiración

A Suárez, desde el respeto y la admiración

domingo 23 de marzo de 2014, 19:28h
No hay más que morirse para alcanzar la unanimidad en el elogio. La frase es propia. Todos aquellos, amigos, enemigos y mediopensionistas, que hace tres décadas lo ponían a parir, lo tildaban de fascista, de falangista, de heredero de Franco y hasta de tahúr del Missisippi como le llamó Alfonso Guerra, ahora hacen piña reconociendo su ingente labor en la modélica transición española a la democracia. Curioso y poco ejemplarizante aunque es una postura muy española esa de ensalzar a los fallecidos y loar sus virtudes. Como ejemplo me bastó ver una encuesta improvisada que realizó TVE nada más conocer el fallecimiento del ex presidente Adolfo Suárez González. Aparecieron cinco entrevistados y cuatro de ellos elogiaron la obra de Suárez. Pero imagino que por aquello de darle credibilidad al sondeo, la tele sacó también a una individua con pinta de progre que vino a decir (sic), "aunque yo no comulgaba con sus ideas, no lo hizo demasiado mal". Le faltó decir que quienes lo hicieron bien fueron Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero. No te jode. Será gilipollas. Me hubiese parecido mucho más coherente decir la verdad de lo que se piensa, haya muerto o no el protagonista, y mantener aquello que se pensaba antes del deceso. Por eso, cuando veo a algunos dirigentes políticos andaluces coetáneos de Suárez que entonces abominaban de su forma de hacer política y ahora alaban su labor, siento vergüenza ajena.

Y es que, al margen de su valiosísima contribución lograr el hara-kiri del franquismo, la instauración de la democracia sin derramamiento de sangre y la elaboración de una Constitución consensuada, hechos que ya de por sí le hubiesen valido el título de héroe nacional, desde el sur del sur, su época de presidente del Gobierno no fue demasiado bien entendida por las fuerzas políticas que se preparaban para afrontar las primeras elecciones autonómicas. Ni el PSOE, principal opositor entonces de la UCD, ni el PA ni AP ni el PCA comulgaban con la idea que tenía Adolfo Suárez del nuevo Estado de las autonomías. Unos (AP) porque estaban en contra de cualquier descentralización administrativa, y otros (PA y PCA) porque querían que Andalucía fuese considerada al mismo nivel que las llamadas nacionalidades históricas (Cataluña, Pais Vasco y Galicía) acogiéndose al artículo 151 de la nueva Constitución. Incluso uno de los ministros de Suárez, el de las Regiones, Manuel Clavero Arévalo, aquel del "café para todos", dimitió de su cargo y abandonó la UCD al disentir sobre la forma en que se estaba construyendo el nuevo Estado. Aquí aún no se ha olvidado la sucia campaña promovida por el Gobierno de Suárez en contra de la autonomía andaluza y cuya voz era la de Lauren Postigo afirmando aquello de "Andaluz este no es tu referéndum", como tampoco se olvida aquella enrevesada pregunta que trató de confundir a los andaluces el 28 de febrero de 1980 ("¿Da usted su acuerdo a la ratificación de la iniciativa prevista en el artículo 151 de la Constitución a efectos de la tramitación por el procedimiento establecido en dicho artículo?") para impedir que alcanzaran una autonomía similar a la catalana o vasca.

Pese a todo, los andaluces le tenemos que agradecer a Adolfo Suárez no sólo lo que ahora le reconocen amigos y enemigos como constructor junto al Rey Juan Carlos del entramado político que hizo que saliésemos indemnes de una dictadura para entrar en la democracia y con ello en la Europa del siglo XX, sino, sobre todo, darle oportunidad a un pueblo, el andaluz, dividido en dos y enfrentado por la Guerra Civil, de conocer que, además de derechas e izquierdas, existían otras fuerzas políticas que podían en un momento dado desnivelar la balanza de los extremismos. El PA de Alejandro Rojas-Marcos fue el gran beneficiado entonces aunque sus devaneos en pos de mejor sillón le llevaran a casi la desaparición, y el actual PP, heredera de aquel centro político, no se entendería sin aquella UCD que lideró Suárez. Pero sobre todo, lo que muchos echamos de menos con su muerte es la dedicación, la honradez y el sacrificio personal de aquellos políticos de entonces para los que el bien de España estaba por encima de cualquier pretensión personal o partidista y del que los "Pactos de la Moncloa" fueron un ejemplo evidente. Estoy seguro que si Suárez viviese libre de la cruel enfermedad que nubló sus últimos años, tendría muchísimo que aportar como ejemplo a la actual hornada de políticos que nos gobiernan. Desde Artur Mas y su desafío independentista a Mariano Rajoy con el Caso Bárcenas, pasando por Chaves, Griñán y Susana Díaz con los EREs fraudulentos de la Junta. Por todo ello, ex presidente, gracias y descanse en paz.
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