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El nuevo despotismo cateto

El nuevo despotismo cateto

viernes 27 de marzo de 2015, 16:14h
Lo oído en el audio de mi paisana Irene Sabalete, ya saben, la ex delegada de la Consejería de Empleo en Jaén que arengó a los funcionarios para que hicieran campaña a favor del PSOE no es ni nuevo ni sorprendente por mas que ahora algunos se rasguen las vestiduras. La gran mayoría de los altos cargos socialistas nombrados a dedo por Escuredo, Borbolla, Chaves, Griñán o Susana, se han atribuido siempre un carisma de comisarios políticos que recuerda bastante a la Rusia de Stalin, a la Cuba de Castro o a la Venezuela de Chávez y Maduro. Es el "aquí mando yo y se hace lo que me sale del...alma". En Andalucía, después de treintaytantos años ininterrumpidos de gobierno socialista han sido estos "delegados" provinciales quienes eran y son aún la manu militari de las políticas emanadas desde San Vicente, sede regional del PSOE, o desde San Telmo, sede institucional de los dirigentes socialistas. Políticas encaminadas a perpetuarse en el poder y en las que la maquiavélica frase de "el fin justifica los medios" ha sentado sus reales a lo largo y ancho de todo el territorio andaluza. Hace años que me contaban en Jaén que los delegados provinciales recibían órdenes directas del entonces todopoderoso visir Gaspar Zarrías y que las aplicaban a rajatabla sopena de ser cesados fulminántemente y apartados de cualquier posibilidad de ascenso. Cualquiera era el guapo que se negaba a cumplirlas.

Todo este entramado perpetuado en décadas de poder omnímodo ha dado lugar a una casta que se retroalimentaba con el reparto de fondos y subvenciones a aquellos alcaldes y concejales del partido que sabían cómo ejecutar las órdenes dictadas desde la sede provincial y ataban en corto los votos y la sumisión de sus vecinos. Esta sí que es una casta y no la que tanto denuncian los muchachos de Podemos. Porque es posible que en otras comunidades españolas esa casta sea del PP, de CiU o del PNV, pero aquí, en el sur del sur, la casta que ha sustituído al señoritismo andaluz está formada por cargos medios del PSOE cuyo único mérito es haber medrado toda su vida en la política y haber convertido el servicio público en un servicio al partido y a sus intereses particulares.

Hubo un momento en la historia europea, a finales del siglo XVIII, cuando aún los ecos de la Revolución Francesa y el enciclopedismo resonaban en las calles, que como reacción a los excesos cometidos se impuso el llamado despotismo ilustrado. Era una especie de falso paternalismo de los reyes y dirigentes que se resumía en la conocida frase "todo para el pueblo, pero sin el pueblo". Bueno, pues ese despotismo tan denigrado vuelve a imperar en Andalucía gracias a la red clientelar (Mercedes Alaya dixit) creada por la Junta con las subvenciones públicas. Ahora ya no es todo para el pueblo, pero sin el pueblo, ahora el axioma es "todo para nosotros pero sin controles" que en román paladino se puede interpretar como el gongorino "ande yo caliente y ríase la gente". Es un nuevo despotismo cateto protagonizado por políticos mediocres e incultos formados en las filas del régimen. El entramado clientelar es tan denso, tan espeso, tan tupido que, como una mancha de aceite, ha llegado a todos los rincones de la comunidad.pringando a trabajadores y empresarios, a sindicatos, a jornaleros, a amas de casa, a jóvenes y viejos. Solo así se entienden los resultados de las pasadas elecciones en las que el PSOE, inmerso y salpicado por diversas tramas de corrupción que han supuesto el mayor escándalo de la democracia, no haya perdido apenas apoyos entre el electorado.

Algunos dicen que en Andalucía tenemos lo que nos merecemos. Puede que lleven razón si observamos lo que viene ocurriendo en los comicios autonómicos desde 1982, pero yo me niego en redondo a ser merecedor de unos gobiernos cuya única preocupación es la de perpetuarse en el poder sin tener en cuenta las muchísimas necesidades del pueblo al que gobiernan. Por ello estoy con todos aquellos que afirman que el pueblo no siempre lleva la razón y que sus decisiones son inapelables. Quizás la lleve un pueblo formado e intelectualmente libre, pero desde luego no esta Andalucía de charanga y pandereta, cerrado y sacristía, devota de Frascuelo y de María, de espíritu burlón y de alma quieta, que cantaba don Antonio Machado hace casi un siglo y que todavía perdura. Solo cabe esperar, como finalizaba el poema, que nazca de una vez, una Andalucía , implacable y redentora con un hacha en la mano vengadora, la Andalucía de la rabia y de la idea.   
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