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Elogio, quién sabe si póstumo, a Rubalcaba

Elogio, quién sabe si póstumo, a Rubalcaba

jueves 26 de junio de 2014, 13:58h
Nueva vuelta de tuerca: exactamente un mes después de haber tomado la decisión de dimitir como secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba confirma que su retirada de la política, en la que está desde hace casi tres décadas, es definitiva: anunció sorpresivamente que también abandona su escaño, desde el que tantas tardes de gloria nos ofreció, para volver a la docencia, hace tantos años abandonada. Le veo marchar con cierta pena, consciente de que él sabe, lo sabía desde hacía tiempo, que le era llegada la hora de la renovación: fue el mejor de su grupo, fue el mejor de su partido y se abrasó en la pira funeraria de José Luis Rodríguez Zapatero, el hombre que dejó el campo socialista medio calcinado.
 
Reconozco que no he podido hablar con él en estas horas y que su alejamiento de la vida parlamentaria tampoco me pilla del todo por sorpresa, aunque no lo esperaba tan pronto. Ignoro, por tanto, si se marcha enfadado por algo o con alguien, o si no quiere ser testigo cercano de los tiempos de travesía del desierto que, sin duda, va a padecer su partido. Sí sé que el grupo socialista recibe un varapalo con su ausencia y que deja al PSOE huérfano de liderazgo: habrá quien le culpe a él, pero yo pienso que, entre sus méritos y servicios públicos, se encuentra el haber democratizado su partido, poniendo en marcha unas elecciones primarias que significarán el comienzo de la recuperación del partido que fundó Pablo Iglesias. O su destrucción, quizá en parte a manos de otro Pablo Iglesias, quién sabe.
 
Tengo muchas anécdotas con y sobre Rubalcaba, que iré desgranando en futuras memorias. Jamás me concedió la menor cercanía informativa, pero sé que compartíamos, compartimos, idéntica angustia por cosas parecidas: era, es, un patriota, palabra que quizá no le guste porque la considere un tanto anticuada. Acaso no todo fue rectilíneo en su trayectoria, pero no conozco a nadie que pueda acusarle de falta de honradez, ni de falta de sentido del Estado. Sí, desde luego, de teñir su actividad política de un cierto maquiavelismo, pero qué quiere usted: un político sin unas gotas de cálculo es un político muerto en estos tiempos que corren y nos corroen.
 
Le parecerá a usted, amable lector, paradójico, pero creo que, con Rubalcaba, Mariano Rajoy y la política del consenso y del pacto, que por cierto no siempre practica el actual presidente, pierden un importante aliado. Este cántabro enteco, de lengua afilada y mucho mejor intencionado de lo que bastantes han querido suponerle, va a dejar un hueco demasiado grande como para que uno de sus sucesores/as previsibles lo llene, al menos a corto plazo. Tengo la impresión de que vamos a echarle, los socialistas y quienes no militamos en esos pagos, bastante de menos. Ha tenido la grandeza de saber cuándo marcharse. ¿No le suena a cierto paralelismo con alguna otra figura que recientemente ha hecho lo mismo? Pues eso: que ahora toca gestionar la renovación, el cambio. Y que ojala los sustitutos sepan cómo hacerlo.

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