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Manuel Miralles, el hombre que no sabía mirar hacia otra parte

Manuel Miralles, el hombre que no sabía mirar hacia otra parte

domingo 28 de diciembre de 2014, 19:19h
Manuel Miralles Sangro nos ha dejado. Se ha ido de este mundo después de muchos años, de toda una vida, actuando de acuerdo con los principios que le inculcó su padre, Jaime Miralles aquel irrepetible abogado y político que a tantos defendió en momentos dificiles del tardo franquismo y la transición. Defendió, por ejemplo, en todos los foros, a los hombres de la Unión Militar Democrática (UMD), detenidos por tratar, desde las filas de los ejércitos, de ayudar a la democracia. En todos los foros, menos en el juicio porque los militares de entonces no le dejaron.

Manolo, el mayor de diez hermanos trató de seguir el camino de su padre en el mundo de la abogacía con sus mismas convicciones y generosidades de las que hizo gala a lo largo de su vida. También navegó por las procelosas aguas de la política. Fue gobernador civil de Cuenca de la mano del PSOE, consejero de Justicia e Interior de la Junta de la Comunidad de Castilla La Mancha y presidente de la Confederación Hidrográfica del Tajo, entre otros cargos.

Pero Manolo Miralles tuvo que abandonar la política porque, siendo amplios sus conocimientos, había una cosa que no sabía hacer: mirar para otro lado. Y eso ya entonces como hoy, no es buen bagaje para la política para agunas personas buenas y para él fue un lastre imposible. No se lo perdonaron ni el quiso que lo hicieran. Sin saber mirar para otra parte, Miralles entendió que el único camino que le quedaba era abandonar. Era rico en ese sentido de la responsabilidad y la honradez que, por cierto, se echa de menos en la vida pública de hoy.

Se fue entonces de la política y dedicó su tiempo a ejercer la abogacía, con eficacia y generosidad, sin abandonar sus sueños y sin dejar pasar una sola oportunidad de ayudar a sus amigos. Durante los últimos años fue vicepresidente de la Asociación Foro Milicia y Democracia (FMD), grupo civico militar que defendía los derechos humanos y la memoria de la UMD. Allí tampoco quiso mirar hacia otra parte cuando surgieron ciertas dificultades y se fue con tanta contundencia como elegancia.

Ahora nos has dado tu último adios con la discreción que te caracterizaba.  Mucha gente no se ha enterado de tu marcha, personas a las que también pertenecías dado la inmensidad de tu humanidad y que no han podido despedirte. Las llamas, las fechas actuales y las circunstancias, han secuestrado tu cuerpo, querido amigo, pero ni las llamas, ni nada ni nadie, podrán secuestrar tu memoria del pensamiento de quienes te conocimos y te quisimos, que fuimos muchos más de los que algunas personas pudieron imaginar. Gracias por el privilegio de haberte conocido.
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