miércoles 02 de abril de 2014, 12:04h
La revista británica Prospect
está cerrando su lista anual de los pensadores más influyentes y,
sorprendentemente priman los economistas sobre los filósofos, los científicos y
los hombres de letras. Tengo que contenerme para no contar cualquier chiste de
economistas, pero parece un contrasentido que quienes han sido incapaces de
adivinar que venía la crisis, de hacerla frente y de encaminar al mundo hacia
un futuro sostenible -una palabra que encanta a la casta- sean los grandes
pensadores de esta era. Y es incomprensible que entre ellos estén presidentes o
altos cargos de instituciones que se han equivocado en casi todos sus
pronósticos o han llevado a la ruina a más de un país, como la presidenta del
FMI, el economista jefe del Banco Mundial, el ex secretario del Tesoro de
Estados Unidos o personas que tienen que demostrar casi todo, como la nueva
presidenta de la Reserva Federal, y hasta Pascual Lamy, ex director de la
Organización Mundial de Comercio que no consiguió llevar a término -aunque no
fue su culpa- el acuerdo imprescindible para quitar barreras al comercio
mundial.
Que sea, posiblemente, el Papa Francisco quien encabece la lista de
este año sustituyendo al científico ateo Richard Dawkins es otro dato para la
sorpresa pero priman factores tan poco comunes como la coherencia y el sentido
común, la cercanía a los problemas reales del hombre normal y a sus
sentimientos sobre los intereses de los mercados. En la lista, además de los
economistas que son casi la mitad, hay filósofos, activistas, teóricos de la
tecnología (sólo dos en una sociedad que es y será sobre todo tecnológica), y un
solo empresario. Hay 28 hombres y 22 mujeres. Americanos, británicos,
franceses, indios, sobre todo, y representantes de otros quince o dieciséis
países -Alemania, Italia, Eslovenia, Israel, Corea, Nigeria...- entre los que no
se encuentra España.
Ni un solo español, economista, físico, filósofo, humanista o lo que
sea figura en esa lista. Un país que no sabe lo que es ni dónde va, necesita
pensadores y filósofos que ayuden a entender el presente y el futuro, que hagan
preguntas y den respuestas sobre las raíces y los objetivos comunes. Un país
que tienen seis millones de desempleados necesita técnicos capaces de prever el
futuro, investigadores y tecnólogos capaces de liderar el desarrollo
tecnológico y políticos -por cierto, tampoco hay ni uno sólo en la lista de Prospect y mejor que no vengan a
buscarlo entre nosotros- que sean capaces de facilitar el trabajo de filósofos,
técnicos, educadores, investigadores y emprendedores.
Pero aquí estamos a otra cosa. A que alguien se le ocurra que hay que
pagar por usar "mal" las urgencias médicas de los hospitales porque,
seguramente, es mejor que no vayan y se mueran en casa. O poner todas las
barreras posibles para que los ciudadanos no puedan defender sus derechos ante
los tribunales y así descongestionarlos. Los políticos españoles han quitado
del Bachillerato la Filosofía y deciden por nosotros para que no se nos ocurra
pensar. Lejos de nosotros la funesta manía. De nuevo.