Duran i nada

El pasado sábado, mientras en Barcelona un tal Josep Rull, nuevo número dos del CDC invitaba al "muy honorable" Jordi Pujol a repensar la conveniencia de no seguir como presidente de honor del invento, Josep Antonio Duran i Lleida personalizaba la nada al seguir enroscado como un caracol en su concha del Westin Palace de Madrid, a prudente distancia del hedor a podredumbre de allá y la visita de cumplido, con olor a desodorante de marca nacionalista del inefable Artur Mas al paciente e imperturbable gobernante extranjero de la Moncloa. Se resignaba a la nada cuando más falta hacía una "tercera posición", pero no entre la Constitución y la sedición sino entre Izquierda Republicana de Cataluña y el sentido común. Duran i Lleida dejó de ser secretario general de la coalición CIU pero sigue siendo diputado en el Congreso y presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores. Es decir, que ha pasado todo y no ha pasado nada porque, como dice Artur Mas, representante del Estado y del Contraestado en Cataluña: "no siempre hemos estado de acuerdo con todo pero siempre nos hemos acabado poniendo de acuerdo". En este caso es seguir cada uno en su "chambre". Artur Mas con todo y Duran con nada en Cataluña y Duran con todo y Mas con nada en el Congreso de los Diputados. Una especie de divorcio con acuerdo de separación de bienes.

    Esta ceremonia previa al mal llamado encuentro Mas-Rajoy; pues no puede considerarse "encuentro" o "entrevista" lo que es correctamente una audiencia del Presidente del Gobierno al titular de una Comunidad Autónoma; puede interpretarse en relación con el abandono de toda "tercera vía" impuesto al doblegado Mas por el "diktat" del republicano Oriol Junqueras. Pero no debemos perdernos en comentarios de actualidad. La reducción de Duran es un fenómeno natural y frecuente. No recuerdo cual intelectual de la generación del 98 escribió aquello de que el nacionalismo se cura viajando. Pues bien, nadie ha viajado más que Duran y sin quererlo se ha curado. Los nacionalistas monotemáticos y tercos se han dado cuenta y han perdido la confianza en uno de los suyos liberado del morbo lugareño.

    El proceso no es exclusivo de Duran i Lleida ni de los catalanes. Es una evolución constante que percibimos los que hemos desarrollado larga vida parlamentaria. Los auténticos Parlamentos, no las asambleas regionales, tienen una eficacia pedagógica que emana de la convivencia pluralista de diferentes partidos y de distintas sensibilidades territoriales. Los parlamentarios, que suelen ser mejores de lo que la gente se cree, se acostumbran a convivir en armonía con distintas opiniones y modos de ser.

Los representantes de los nacionalismos llegan a las Cámaras bien relacionados y considerados en sus lugares de origen y seleccionados preferentemente por su sociabilidad y buen trato que se supone facilitará su tarea. Como es lógico, con el paso del tiempo pierden el llamado "pelo de la dehesa" pero, cuando sus patrocinadores los ven desde su rincón sin el "pelo de la dehesa" ya no les gusta y los relevan o los reducen a la nada, como es el caso de Duran i Lleida.

    En este caso concreto se da el agravante de presidir la Comisión de Asuntos Exteriores. Quienes, entre los parlamentarios, tienden hacia Comisiones sin competencias que rocen con los Estatutos de Autonomía y que tratan temas solo referentes al interés general, como Asuntos Exteriores o Defensa, se curan mucho más eficazmente de la infección nacionalista. Como Presidente de la Comisión senatorial homóloga a la de Duran en el Congreso pude notar el buen comportamiento de los integrantes de la Comisión en sus relaciones internacionales. La convivencia de parlamentarios de origen plural en el extranjero o en asambleas internacionales, como la de la OTAN, es de una corrección y compenetración ejemplares y la asunción colectiva de los intereses de España se produce con una pulcritud que ya quisiéramos ver en otros asuntos interiores. Actuar en nombre de España frente a otros colegas de otros países que también actúan en nombre de su patria y no de partidos o territorios es un antibiótico que no hay germen separatista  que lo soporte. Esto no lo proclamarán uno a uno cada parlamentario, incluido Duran i Lleida, pero es así.

    Los nacionalistas cavernícolas no pueden soportar la evolución disimulada de sus parlamentarios y siguen la táctica de desestabilizarlos. Yo podría dar una lista de excelentes colegas de procedencia nacionalista  que colaboraron y representaron a España decentemente y fueron sustituidos sin otra razón de que cumplían demasiado bien su cometido. En el caso de Duran i Lleida sería escandaloso, por su notoriedad, forzarlo al retiro. La estrategia es restarle su base política territorial y que siga caminando como un zombi por unos caminos que al nacionalismo lugareño y montaraz le importan poco. Ellos tienen su propia política internacional de falsas "embajadas" y sonoros fracasos, convencidos de poder subsistir sin moneda propia ni alianzas económicas o defensivas, contra todo y contra todos. Por eso han reducido a Duran a nada, con la colaboración suicida y ambigua del propio Duran. Forma parte de la estrategia nacionalista quitar  visibilidad y representación a los políticos de su tierra que alcanzan un grado de presencia a nivel nacional, desconectándolos de la espesa política lugareña donde se mueven sus turbios caciques. Se les quiere ausentes y superfluos para negar la evidencia de que los electores catalanes están pluralmente representados como les corresponde en las instituciones comunes de todos los españoles y no en las falsas proporciones de los amaños de la política casera construida con menor proporción de electores. Si el diputado acepta dócilmente su aislamiento con una pasividad acomodaticia puede llegar a conseguir esa supervivencia vegetal de Duran y Nada.