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El tema de las coaliciones

El tema de las coaliciones

Por Gabriel Elorriaga F.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
lunes 22 de diciembre de 2014, 08:13h
Propiciar o rechazar coaliciones se ha convertido en un tema recurrente de los analistas políticos cara a un futuro cercano. El tema viene de la creencia muy verosímil de observadores nacionales e internacionales de la dificultad actual para que los grandes partidos, clasificables como de centro-derecha o centro-izquierda sean capaces de lograr esas grandes mayorías que permitieron la alternancia de gobiernos estables en España en las pasadas décadas. Lo que está en juego es el beneficio más importante que cualquier política puede ofrecer a un pueblo: la estabilidad. El porqué existe esta inquietante duda se debe a diversas circunstancias convergentes: una etapa de crisis socioeconómica como fondo, unos liderazgos débiles y poco apreciados, un rosario de corrupciones y escándalos que han desprestigiado a los equipos dirigentes y la irrupción en el mundo de la comunicación audiovisual de nuevos protagonismos mediáticos sin programación responsable pero con impacto en la sicología social difícil de calibrar.
 
Ante ello es conveniente la reflexión sobre los distintos escenarios que puede provocar una recomposición del mapa electoral con más o menos variables sobre lo que, hasta ahora, se tenía por previsible y que, quizá, pueda dejar de serlo en mayor o menor grado. El primer escenario, aunque hoy lo consideren poco probable con datos del momento, es que, a pesar de todo, los grandes partidos mantengan posiciones y puedan formar gobierno, el uno o el otro, sin gran dificultad. Hablamos de mayorías absolutas o, simplemente, de mayorías tan suficientemente significativas que puedan completarse con apoyos colaterales a cambio de contraprestaciones sin gran trascendencia en la orientación del Estado. Este sería un escenario tranquilizador, más o menos gustoso para unos u otros, pero no catastrófico para los españoles como tales y en su conjunto.
 
El segundo escenario sería que ninguno de los dos grandes partidos consiguiese unos resultados suficientes para establecer una gobernabilidad razonable por sí mismo y que solo aunando fuerzas pudiesen garantizar una mayoría que, como fruto de un acuerdo, sería necesariamente moderada en sus pretensiones ideológicas y responsable económicamente pero, en todo caso, contundente en la orientación esencial del Estado: política internacional, de defensa y territorial. Sería una fórmula coyuntural, a la espera de tiempos mejores, como la aplicada en Alemania, por ejemplo. No es el escenario ideal para los apasionados de uno u otro bando, pero tampoco  sería un escenario temeroso sino un paréntesis expectante.
 
El tercer escenario sería aquel en que la fractura y radicalización del mapa electoral haría imposibles coaliciones resolutivas estables y el Parlamento no fuese capaz de proponer una presidencia solvente sino un pluripartito o frente exclusivamente unido por un afán negativo por desencajar el sistema que ha sido capaz de mantener la convivencia pacífica y unida de los españoles y sus políticas sociales para sumergirse en las tinieblas de la inseguridad civil y económica. Este escenario catastrófico no es deseado conscientemente por nadie que no se encuentre cegado por la desesperación o el resentimiento. Con todas sus perspectivas de provisionalidad no es, sin embargo, el escenario de consecuencias más inmediatamente destructivas.
 
Existe un cuarto escenario, legalmente previsto, que es aquel en el cual ningún partido es claramente hegemónico y ninguna coalición ni ningún batiburrillo de minorías  contradictorias unidas con pegamento venenoso fuese capaz de presentar la oferta de un acuerdo de Gobierno mayoritario y Su Majestad el Rey se encuentre con el deber de presentar como presidenciable al líder de la minoría más votada para que trate de gobernar como mejor pueda o como le dejen. Esta catástrofe no es una hipótesis imposible si el electorado se dejase llevar por un delirio suicida. Significaría un Gobierno ineficaz que, desde el primer día, haría descargar sobre España la borrasca del descrédito internacional, la desbandada de los inversores, el desengaño de los demócratas y la crispación del los extremismos. Es de desear que esta pesadilla de unas elecciones fallidas que abran paso a un nuevo fracaso histórico que nos retrotraiga a la época que se creía sobrepasada de las dos Españas no sea el pronóstico muy probable. Pero es muy conveniente que los ciudadanos vayan mentalizándose sobre cuáles son las opciones que tendrán que votar en la perspectiva de unas elecciones mediante las cuales, hasta ahora, gracias al cuadro que les garantiza la Constitución vigente, van a poder ejercer un auténtico derecho a decidir como españoles, esperemos que por mucho tiempo.
 
Al tema de las coaliciones no hay que tenerle miedo ni posicionarse con intransigencias prematuras. No es conveniente enquistarse en posiciones involutivas o estáticas de la política que condicionen el futuro con prejuicios del pasado. Está abierto un mañana de recomposiciones y revisiones en el cual las opciones políticas tendrán que replantearse el futuro desde unos resultados electorales fluidos y difícilmente pronosticables al día de la fecha. El tema de las coaliciones no es un horizonte temible. Lo único temible es un clima de intransigencia y aventura en que las coaliciones queden fuera de cálculo.

Gabriel Elorriaga F.

Ex diputado y ex senador

Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.

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