Del rey abajo, cualquiera

No sé si estoy soñando.  En España, he visto pedir  públicamente perdón a un Rey (Juan Carlos I). Ahora, a un Presidente del Gobierno (Mariano Rajoy). Este no es mi país, que me lo han cambiado... ¡Y vaya si me lo han cambiado! Aquí das una patada y te salen cien corruptos debajo de cada piedra del camino. Y, como ya vemos, la corrupción no entiende mucho de partidos, pero sí lo suficiente como para saber que es mejor arrimarse a las ascuas del poder. Del poder político y del económico, porque  en los últimos  tiempos no hay sigla de partido político (PP, PSOE, IU...), sindical (UGT, CC OO) o  empresarial (CEOE, CEIM), que no tenga en su debe una lista de  nombres con el sello de "tocado".

Decía don Alfonso (Guerra, claro, en España después de Alfonso XIII, no hay otro don Alfonso que el del patriarca socialista), hace ya algunos años, que a España no la iba a conocer ni la madre que la parió. Más razón que un santo tenía don Alfonso. Pero me da a mí que ni él mismo llegó a vislumbrar el alcance del cambio. Claro que para esto, mejor quedarse como estábamos porque la alternativa que viene, la de Podemos, tampoco es que me resulte ni fiable, ni ilusionante. Pero eso es una cosa, y no verlas venir es otra, y ustedes, señores dirigentes de los grandes partidos políticos, sindicatos y asociaciones empresariales españoles, no han podido allanar más ni mejor el camino de quienes han tenido la sensibilidad social suficiente y, además, la han sabido canalizar.

Y eso, señores  dirigentes de partidos, de sindicatos y de empresarios, eso se lo  deben a ustedes, que como principales representantes de un sistema, no solo no han hecho nada por sanearlo, sino que, por el contrario, han ido colaborando, en muchos casos, y tapando agujero tras agujero en todos, hasta llegar aquí, momento en que ya no sé muy bien si es posible mantener en pie este edificio de mentiras, podredumbre, hipocresía y corrupción.

Mientras tanto, me gustaría saber qué piensan los sujetos agentes del pilleo, la comisioncita y la corrupción institucionalizadas cuando oyen informes como el de Cáritas (supongo que les suena eso de los  12 millones de personas empobrecidas hoy en España, y que hay que  «priorizar la atención a los fenómenos de exclusión y pobreza severa», y todo eso...). Acogerán el informe con la misma atención que la piedra detrás de la cual se esconden cuando hay oleadas de  imputaciones por este o aquel asunto. Seguro que les preocupa más  eso, que intentar aliviar la situación que estamos pasando.

Honradez, pero al revés

Con esta ya cotidiana, incesante y lamentable corrupción, una prueba más -y no de las menores- de la falta absoluta de ética y valores de nuestra sociedad, me viene a la cabeza el título de esa comedia de don Francisco de Rojas Zorrilla, una de las obras maestras del teatro español, "Del rey abajo, ninguno". Para información de toda esa panda de analfabetos corruptos, cuya sola cita les habrá  provocado una amplia  sonrisa, voy a decirles que el argumento del clásico español incide en el conflicto entre el sentimiento del honor, tras el ultraje a la esposa de un campesino rico, García del Castañar, y el de la fidelidad ilimitada a la monarquía, que tantas veces ha sido tratada en el teatro del Siglo de Oro, desde Lope de Vega a Tirso de Molina.

Pues bien, a mí, a partir de ahora, me parecerá que, mientras no se demuestre lo contrario, entre políticos, sindicalistas, empresarios, y, en general, entre  quien pruebe o haya probado esas mieles del poder, va a haber que  señalarlo como potencial sujeto corrompible, si no  se toman inmediatamente medidas que la corten de raíz. A saber, y al menos, cárcel, devolución del dinero, inhabilitación para cualquier cargo público y anulación de cualquier honor o distinción. Si no es así, tendremos que emular a Rojas Zorrilla para acabar afirmando justamente lo contrario: "Del rey abajo, cualquiera".