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El espejo de la corrupción

El espejo de la corrupción

viernes 10 de octubre de 2014, 14:37h

Hay una corrupción secundaria con la que convivimos con naturalidad. Nos afecta a todos los españoles y la llevamos como inscrita en nuestro ADN social.

No es lo mismo la corrupción política que la privada, pero al fin tan malo es el político que pone la mano cuanto la empresa que la llena de billetes o prebendas. Nos escandaliza que las Cajas de Ahorro que tanto bienestar social facilitaron hasta los 80, hayan acabado convertidas en cuevas de ladrones. Ahora Hacienda va a investigar a los poseedores de tarjetas Black en otras cajas de ahorro y hasta entre los Consejos de administración del IBEX 35. No es difícil vaticinar cuántos casos Bankia pueden aparecer.

La corrupción es corrupción. No la hay pública o privada. En los altos niveles jerárquicos de nuestra sociedad se entremezclan negocios, acuerdos, amistades y estrategias públicas y privadas sin frontera alguna: alguien tiene que diseñar y fabricar los uniformes militares; alguien tiene sufragar los equipos informáticos de las tres administraciones; alguien tiene que definir qué equipamiento médico comprar; alguien tiene que mediar en el suministro de armamento a Venezuela.

A tales niveles, las licitaciones públicas presentan condicionados y otrosíes pensados a medida y solamente un par de empresas por sector tienen posibilidades al ser las únicas que reúnen los requisitos para recibir el pliego. Las relaciones entre lo público y lo privado van de la mano hasta el mínimo detalle: el condicionado se sugiere inocentemente en una sobremesa entre CEOE y políticos y acaba siendo una criba que deja fuera a casi toda la competencia. No parece muy ético.

Cuando Botín le decía al presidente Zapatero que redujera el funcionariado, ¿lo hacía por el bien de España o por el suyo? Cuando Botín le decía al presidente Aznar que el crecimiento inmobiliario estaba creando una clase media fuerte, ¿lo hacía por el bien de España o por el suyo?

Casi todos conocemos defraudadores pero ninguno haremos nada al respecto: se trata de un cuñado, un vecino, un hermano... nosotros mismos. Además, "no somos chivatos".

Otros -Jordi Pujol- cargan la mudanza de sus cosas al erario público. Otras personas piden al taxista que en el ticket escriban una cantidad superior a la que marca el taxímetro para cargárselo luego a sus empresas.

No consideramos corrupción quedarnos con el dinero de una cartera encontrada en el parque o robar en El Corte Inglés o mentir por cualquier cosa. La mentira social es aceptada. La mentira misericordiosa es aceptada. La mentira política es aceptada. Estamos subyugados por la mentira.

Cuando hacemos un "simpa" somos corruptos; cuando robamos la propina que dejó otro cliente, somos corruptos; cuando robamos el diario del vecino, cuando al extranjero le cobramos de más, cuando copiamos en un examen, cuando nos resignamos al silencio frente a cualquier atropello somos corruptos.

Mantenemos una especie de compadreo extraño con las corruptelas, con ser el más "listillo", y convivimos cotidianamente con nuestra pequeña mezquindad sin siquiera atender a su existencia. Es una corrupción blanda y viral que toleramos al grito unívoco de "es que [lo mío] es distinto". Pero no lo es, sigue siendo el lado oscuro de la fuerza.

Hemos perdido la reciedumbre, el ser de carácter duro que nada tiene que ver con ser duro de carácter. Somos blandos físicamente, llorones ante cualquier vicisitud, sensibleros antes que sensibles, poco dados al esfuerzo y la mayoría aceptamos la situación más como un castigo que como el resultado de nuestras decisiones porque, en nuestra sintomatología social, siempre el culpable es otro. Somos blandos mentalmente y físicamente y la tibieza es uno de los elementos esenciales de nuestra corrupción sistémica.

La esposa de un gobernante hoy encarcelado compraba en las boutiques más exquisitas de Mallorca tirando de visa oficial. Una persona -la que me lo contó- la reprendió "deberías ser más discreta" y la respuesta fue "con lo que trabaja mi marido y lo mal que le pagan". Corrupto el político que dio visa a su esposa, corrupta la esposa, corrupta la persona que la advierte pero sigue siendo su amigo sin hacer nada, corrupto yo cuando me enteré y preferí callarme.

La corrupción es un espejo y hay que ser muy exigente con uno mismo para conseguir que nuestra imagen no se refleje.

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Cada fracaso enseña al hombre algo que necesitaba aprender

Charles Dickens

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