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Medicamentos de Sangre

Medicamentos de Sangre

viernes 06 de febrero de 2015, 14:03h
En mayo de 2000 se establece el Proceso Kimberley (KPCS), un sistema para certificar que los diamantes extraídos en condiciones de esclavitud no entran en el mercado. El KPCS garantiza a los compradores  que no financian guerras o esclavitud con los diamantes. Hoy prácticamente la totalidad de diamantes en compraventa están libres de sangre.

En 2013 una empresa facturó 9.000 millones de euros con un beneficio de 2.500. La misma empresa en 2014 facturó 20.000 millones con un beneficio de 9.700; es decir, un crecimiento de 122% y 288% respectivamente.

En 2014 fallecieron en el mundo 1.400.000 personas por una determinada. Cada una de ellas dejó de aportar con su muerte 7.000 euros a las arcas de esa empresa. El nombre de la empresa es GILEAD SCIENCIES, el nombre de la enfermedad Hepatitis C. El nombre de los muertos solo lo conocen sus familias.

Suele decirse, falsamente, que las empresas farmacéuticas deben obtener beneficios para desarrollar nuevos medicamentos. Es una falacia aunque solamente sea porque los beneficios son de tal dimensión que los gastos de inversión quedan ridículamente reducidos.

Los gobiernos occidentales llevan décadas perdiendo fuerza frente a los poderes financieros -eso que malamente llamamos los mercados- hasta haberse convertido fundamentalmente instrumentos a su servicio. Que nuestros gobiernos no sean capaces de poner en su sitio a una empresa que deja morir a nuestros conciudadanos y que, además, no desarrolló la investigación pertinente que descubrió el Sovaldi sino que compró por cuatro duros la patente, dice muy poco de nuestros gobernantes.

Cuando el componente individual de la sociedad deja de ser el objeto de los gobiernos, cuando lo primero ya no es el ciudadano, elemento básico y esencial sin el cual no es posible la asociación civilizada que da lugar a lo que somos, agrupaciones tan primitivas como las tribus llamadas pomposamente "países", es que el Contrato Social ha dejado de existir y la razón de ser de los gobiernos -el aprovechamiento de los recursos y de la riqueza común para un mejoramiento unívoco de la sociedad en su conjunto-, se ha diluido en los consejos de administración de empresas, bancos y corporaciones inescrupulosas.

GILEAD hace negocio y gana dinero con la muerte de seres humanos. Está en su naturaleza como corporación y no tengo mayor queja sobre eso que la que presento ante cualquier desafuero social. Sin embargo y por absurdo que parezca, es legal, así que chitón: no podemos decirles a las empresas cuál debe ser su comportamiento ético. La Responsabilidad Social de las Empresas es una falacia y el único límite que reconocen los Consejos de Administración y los cuadros directivos es la ley.

Y hablando de ley, con el legislativo hemos topado. La impunidad de los diamantes de sangre acabó el día que los poderes políticos y ejecutivos decidieron acabar con ella. Ver a una persona de tan escasa preparación como Ana Mato defender su negociación con Gilead sobre el precio del Sovaldi y ver cómo, una vez destituida por su inepcia o por su imputación en tramas corruptas, su sucesor hace poco más o menos lo mismo, me resulta ofensivo. Quitemos la adscripción política del comentario; lo mismo daría que este affaire hubiera estallado en manos de gobiernos de otro color: es inadmisible que un ejecutivo permita la muerte de sus administrados solamente por no saber o no querer negociar adecuadamente.

Egipto obtiene el Sovaldi a 700 euros y España a 50.000, setenta veces siete (Mateo 18, 21-19,1), y cada día mueren en España 12 personas por la falta de esta medicina. El coste de producción del Sovaldi es de 1,3 € incluyendo envase y distribución. Egipto lo compra 538 veces más caro y España 38.400. Cada muerto por hepatitis C supone un menor gasto al estado, cada día que pasa son 600.000 euros que las arcas del estado no sueltan así que cuando nos dicen que en unos meses se solucionará no puedo por más que pensar que cada mes el gobierno consigue no gastar 18 millones, así sea a costa de 360 españoles menos.

Si los gobiernos occidentales tuvieran vergüenza y compromiso con su propia esencia, ya habrían puesto coto a los Medicamentos de Sangre y habrían establecido un Protocolo de Kimberley.
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