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Podemos: amor y pedagogía

Podemos: amor y pedagogía

Por Podemos
martes 22 de abril de 2014, 09:22h
Es signo de que las cosas andan rematadamente mal que las reivindicaciones más simples y obvias se conviertan casi en una provocación. Se nos dice que es deseable que de la noche a la mañana, superando todos los límites sociales y económicos, nos transformemos súbitamente en gestores de nuestros recursos. Al mismo tiempo, se nos dice que es intransigente y poco realista reivindicar cosas tan modestas como el derecho al agua como bien público o una mamografía que ayude a prevenir el cáncer de mama. Otro nombre que utilizan los técnicos que aparecen en la tele para criticar estas demandas tan ofensivas es "populismo" o "demagogia". En Román Paladino: que no tenemos ni idea de lo complejo que es el mundo, que necesitamos especialistas.
 
Sin embargo, lo más simple y obvio, el sentido común, no es un bloque monolítico y dynamico a la espera de los acontecimientos: es contradictorio y fragmentario; se asemeja más a un campo de lucha donde es importante no dar nada por hecho, tomar partido, intervenir con urgencia y marcar los tiempos. Uno de los rasgos interesantes de la figura mediática en que Pablo Iglesias se ha convertido es que nunca ha caído en la trampa elitista del "no es necesario crear marcos" ni el de asumir el guión abstracto de "profesor" al que continuamente se invita desde los medios. Mucha gente tradicional de izquierda, o incluso libertaria, sostiene a menudo que "los hechos hablan por sí solos". No es cierto. Continuamente utilizamos marcos, gramáticas o estructuras mentales arraigadas en nuestro sentido común que configuran nuestra comprensión del mundo y determinan la manera en que nos relacionamos con la realidad, en todos los niveles, desde el más "complejo" hasta el más cotidiano. De ahí la importancia política de enmarcar los hechos en los medios o de luchar contra el marco del adversario político. Es más, lejos de dar por hecho de que hay verdades de Perogrullo, la política tiene que ver con el trabajo incómodo de enmarcar ciertas "verdades" para que puedan verse como "cosas de sentido común". Precisamente porque la pedagogía no consiste en enseñar a los demás a leer la realidad, sino en abrir la posibilidad de que cualquiera pueda leer a su manera, según sus necesidades, sus urgencias, etcétera, nada hay más complejo que construir un sentido común
 
Y es que el sentido común no es un don caído del cielo, sino el resultado de un trabajo lleno de impurezas. No requiere sacerdotes, sino artesanos o boxeadores. En un momento en el que los economistas de turno entran en los platós televisivos dotados de un aura sagrada de infalibilidad, tachar la sencillez argumentativa de Iglesias de "demagógica" es no esforzarse en entender. Su gesto político no es el de alguien que pretende desentrañar, de forma oportunista, la complejidad de la realidad -la cual, para estos críticos, es solo accesible a los "técnicos"-, a la manera de un divulgador, sino el gesto de quien se empeña en traducir lo supuestamente complejo a un lenguaje de hecho más accesible para todos, vengamos de donde vengamos. El desplazamiento es interesante porque este movimiento tiene como resultado una alteración de las fronteras entre estos dos falsos extremos: la realidad, que "es como es", compleja e inmutable, y las palabras oportunistas, que falsean las cosas en nombre de un interés privado o de partido. 
 
En pocas palabras: si el lenguaje "complejo" de la tecnocracia política puede enmarcarse en términos más simples, entonces quizás no fuera tan complejo como parecía, y si lo simple puede servir como traducción adecuada y accesible de esa presunta complejidad, entonces tampoco éramos tan simples como nos decían para justificar que ellos hablaran por nosotros.
 
Puede entenderse entonces por qué explorar esta gramática plebeya desde Podemos se antoja pedagógicamente decisivo para generar tejido democrático e interés por la política. En el marco de atonía generado por el discurso tecnocrático resulta interesante analizar cómo uno de los efectos de la aparición de Pablo Iglesias en algunos medios de comunicación ha sido el de despertar un nuevo interés por la política, sacudiendo cierta resignación y cinismo imperantes, sobre todo en nuevas clases medias desclasadas y jóvenes. Si Podemos ha entrado en la escena política de las mayorías sociales como un actor importante ha sido, entre otras razones, por "envenenar" con su gramática plebeya esta falsa polaridad entre lo popular y lo técnico sin adoptar el típico tono idealizante de la izquierda. 
 
No es preciso insistir en el lenguaje platónico típico del militante. Para el radical-cansinista, que desea resguardarse al margen del lenguaje de lo posible, nunca se viaja suficientemente anónimo o suficientemente a la Izquierda. Esperar pacientemente al Godot de la revolución, las condiciones objetivas maduras, el gran movimiento constituyente, la huelga general humana, la regeneración de la socialdemocracia... se parece un poco a condenar los amores concretos, imperfectos y sucios que se cruzan en tu vida en nombre de la "media naranja"; consiste sencillamente en renunciar a contaminar la tramposa división entre la jerga de los expertos y la falsa simpleza de los gobernados. Si todo consiste en esperar a un Príncipe Azul, con toda la retórica sexista que esto lleva consigo, entonces la Princesa del Pueblo, en el caso de que exista, hará bien en irse con otro.
   

Comisión de Cultura de Podemos
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