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La estrategia del caos

La estrategia del caos

lunes 24 de noviembre de 2014, 13:13h
La capacidad de Podemos y de su líder, Pablo Iglesias, para unir a sus adversarios es superior, incluso, a su capacidad de crecimiento. En apenas seis meses se han convertido en la primera fuerza política del país  (en las encuestas ) y tras los éxitos de los comicios europeos se aprestan a repetirlos en las municipales y autonómicas del mes de mayo aunque sea bajo otros nombres y otros acuerdos. Y a la misma velocidad han conseguido unir al resto de los partidos en un mismo mensaje: Podemos lleva al caos, sus propuestas son imposibles de cumplir.

La estrategia del caos la utilizan tanto Mariano Rajoy y el PP como Pedro Sánchez y el PSOE y hasta Cayo Lara en su despedida del liderazgo de IU. Las formaciones que han estructurado las ofertas políticas durante cuarenta años tienen miedo al futuro y quieren trasladar ese sentimiento a los votantes: desde el centro derecha para que la abstención que puede ser su talón de Aquiles se diluya y conseguir así que los que le otorgaron su confianza en 2011 les apoyen en las urnas incluso con la nariz tapada por las decepciones, el incumplimiento del programa, la crisis, la corrupción y la falta de un liderazgo fuerte y seguro. O yo o el caos puede que sea el slogan del presidente del gobierno dentro de un año. Y puede que hasta le funcione si tenemos en cuenta que el trasvase de votos de su partido hacia Podemos apenas es del siete por ciento mientras que desde IU es del 50 y desde el PSOE y UPyD es del 25. La inacción se convertiría en paciencia y ésta en virtud y hasta en victoria.

Desde la izquierda el sentimiento hacia Podemos es muy parecido. El partido de Iglesias ha tumbado las perspectivas de crecimiento de Izquierda Unida, que ha pasado en los sondeos de un 14 a un 4 por cierto en apenas seis meses; e impide que la nueva dirección de los socialistas con Sánchez a la cabeza recupere algo de la enorme pérdida de votos y credibilidad que se encontró en 2011. En este caso el PSOE quiere convencer a los españoles que Podemos e Iglesias no son el camino para desalojar al PP del poder, que la única vía para conseguirlo es la de siempre, la de la alternancia de las dos Restauraciones, y que si triunfasen Pablo Iglesias y los suyos, en España todo sería aún peor.

Los dos grandes partidos (hasta ahora ) insisten en lo mismo: que los españoles elijamos entre uno u otro, incluso que en algunas Comunidades Autónomas se pueda elegir entre ellos y un tercero, pero nada de experimentos revolucionarios, nada de cambios bruscos, nada de aventuras o alternativas que pongan en cuestión el modelo político, económico y social que se diseñó y se puso en marcha tras la muerte del general Franco. Y si necesitan ayuda del exterior para apoyar sus argumentos con nuevas y renovadas amenazas apocalípticas seguramente los tendrán, para eso están la Comisión Europea, el Banco Central, el Fondo Monetario y las grandes Corporaciones financieras y empresariales.

El diseño inicial de los populares tras su regreso al poder en 2011 era muy claro y tenía todas las características para ser eficaz: las medidas para combatir la crisis iban a tener un coste muy elevado y no era seguro que los tiempos económicos acompañarán a los tiempos sociales, que los ciudadanos entendieran y se terminaran beneficiando de unas medidas que, de entrada, aumentarían el paro, aumentarían la deuda, reducirían las prestaciones sociales y colocarían al gobierno y al partido que lo sustenta en una situación muy difícil de cara a las siguientes elecciones.

Para hacer frente a ese análisis apareció la fórmula mágica: dividir aún más a la oposición de izquierda, inocularle entre su electorado un "virus" más radical y contestatario; lograr que ni el PSOE, ni IU pudieran rentabilizar el desgaste del poder. Y ahí estaban los profesores de Universidad y estaba el malestar del 15-M. Resultado: Podemos.

Con lo que no se contaba en los despachos y mentes del PP era con que el "virus" iba a tener una potencia grande, que los casos de corrupción iban a minar todas las estructuras y que la sociedad maltratada hasta la exageración iba a apostar por dinamitar lo conocido pese a no saber muy bien dónde le conducía lo nuevo. Y en esas estamos.
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