Estados Unidos no ha elegido un presidente, ha nombrado un CEO. Si lo pensamos, es lo lógico en una democracia capitalista; vamos, que si el sistema es democracia representativa + economía de mercado era solo cuestión de tiempo que pasáramos de tener reyes a elegir presidentes y, finalmente, nombrar Chief Executive Officers.
Trump es el gran ejemplo de este nuevo paradigma: igual que aquel mítico Lee Iaccocca, salvador de la industria automovilística de los 80, que también se puso por sueldo un dólar al año cuando pasó a presidir una Chrysler Corporation casi en banca rota y hasta que la saneó cinco años después.
Yo no sé si Trump será un buen o un mal presidente y, sinceramente, no me importa mucho: no hay ya nada que un presidente, un rey o un dictador pueda hacer que me sorprenda.
Si uno viaja por Estados Unidos, o sea por lo que no es Nueva York, Washington ni Los Angeles, verá que no hay trenes en condiciones para trasladarse por el país; que los autobuses interestatales son malos, viejos y ni la Greyhound está a la altura; que las carreteras tienen tramos interminables sin asfaltar, que no hay gasolineras suficientes cubriendo la red vial, que hay puentes tan viejos que da miedo cruzarlos en coche porque la madera y los clavos del XIX pueden ceder en cualquier momento; que no hay hospitales adecuados, que los colegios públicos se caen a cachos y que llevar a los niños a los parques de algunas ciudades, Cincinnati, Detroit, Baltimore, Portland, Seattle, Denver, Nashville, Flooter, Albuquerque, es arriesgarse a que se vuelvan yonquis o acaben secuestrados o con la cabeza rota dado el estado lamentable de las instalaciones. Solo con que el nuevo CEO de United S.A. remoce y renueve la red ferroviaria y la de autopistas conseguirá que ese país con un 4% de paro (casi pleno empleo) pase a tener un -4%, vamos que habrá más trabajo que trabajadores y entonces veremos que pasa con las moscas inmigrantes cuando acudan al panal de rica miel al ritmo de cien mil por hora porque los salarios, previsiblemente, subirán. Ah, y eso sin hablar de la Gran Muralla Mexicana que a lo mejor hasta se ve, esta sí, desde la Luna.
La industria automovilística ya ha visto las orejas del lobo y deslocalizar así sea la producción de zapatas de freno costará al osado una pasta en impuestos perdiendo competitividad y, claro, todos han echado el ancla a sus planes de fabricación deslocalizada. Dicen los gurús del lugar que las farmacéuticas ya le han dicho que “eso” no va a pasarles a ellos y que seguirán produciendo Viagra y Coldex en México y Kuala Lumpur y donde haga falta que para eso tienen el lobby más potente del mundo.
Pero esos gurús no han tenido en cuenta que el día 21 de enero, cuando Trump se siente ante el escritorio Resolute del despacho Oval y derogue el ObamaCare, Patient Protection and Affordable Care Act, la PPACA, todos los lobbistas farmacéuticos se pondrán a la cola de los pedigüeños cuando vean que el TrumpCare pasa por Seguros Médicos Privados 2.0; bonos de medicamentos con pago, repago y tripago; especialistas con medipaycheck auspiciados desde la Fed y el new lobby sideral formado por los miembros del gobierno Trump que acumulan fortunas personales que superan el 1% del PIB U- S.A. Ninguno querrá perderse la merendola y si para eso hay que dejar de fabricar mierdicamentos en México o en Nueva Delhi pues se deja y ya está: dentro de ocho años ya volverán a deslocalizarse y hasta entonces pongan las multinacionales su cazo y llévenselo crudo.
Trump seguramente nos dará por saco al resto de la humanidad, salvo que tratándonos bien consiga pingües beneficios, pero le irá bien en su casa y habremos pasado del primer presidente negro pacifista al último supremacista blanco belicoso que llevará las ventas de armas, medicamentos, automóviles y construcción to the next level.
El invento funcionará en los USA y lumbreras preclaras como Rajoy intentarán lo propio en España pero lo harán a su manera: mal, tarde y robando. No funcionará.
Si (
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A favor (
En contra (
