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'... y la casa crecía', como la insaciable ambición

'... y la casa crecía', como la insaciable ambición

lunes 07 de marzo de 2016, 10:22h

Jesús Campos García vuelve al Teatro María Guerrero 40 años después del estreno de ‘7.000 gallinas y un camello’ (1976), y lo hace con su última obra ‘… y la casa crecía’, una comedia que encierra una alegoría sobre el crecimiento económico y del poder.

El autor, director y escenógrafo español ve así cumplido un viejo anhelo al que no había renunciado, a pesar de esas cuatro décadas transcurridas entre una y otra obra en su paso por el Teatro María Guerrero, donde la obra permanecerá hasta el próximo 10 de abril. Pero Campos García, además de firmar la autoría de la obra, ha dirigido también la puesta en escena y el diseño de la escenografía, como hace siempre con todos sus espectáculos. Además, el veterano autor español recuperó una vieja tradición, que ya estaba en desuso desde hace decenios en nuestro país, y es la de tomar la palabra el día del estreno, una vez que los actores han recibido la ovación del público. El autor, entonces, se adelantó ligeramente en el proscenio y tomó la palabra para decir que “Vuelvo de nuevo a este teatro del que conservo tan buenos recuerdos. Y no es que me haya negado a volver, que bien que lo he intentado, solo que en todos esos años no fui capaz de escribir una obra que despertara el interés de quienes tenían la responsabilidad de interesarse… Sus programaciones estaban más dedicadas a poner en escena obras de autores muertos o extranjeros”. Y con el mismo sarcasmo que atraviesa la obra que acababa de estrenarse añadió que “… Cambiar de nacionalidad pudo haber sido la solución, pero es que a mí el extranjero siempre me cogió muy a trasmano. O morirme, que también era otra opción; y tendré que hacerlo algún día, lo sé, solo que cada vez que me lo planteaba, me daba una pereza… Así que no quedaba otra que resistir…”.

En esencia, ‘… y la casa crecía’ cuenta como dos funcionarios de Agricultura alquilan un palacete imponente a una señorona forrada de dinero y propiedades (Doña Aurelia), por un precio ridículo (100 euros mensuales), venciendo incluso las reticencias y desconfianzas iniciales de los jóvenes ante una ganga como esa. Los funcionarios son los graciosísimos Ana Cerdeiriña (Isabel, licenciada en Lenguas muertas) y su novio (Alberto, economista), Juan Carlos Talavera. La rica mujer, encarnada por una también estupenda Ana Marzoa (“No hay nada tan urgente que no pueda esperar al día de visita”), quiere evitar que su joven y ambicioso hijo, Don Guillermo, (Samuel Viyuela) especule con ella y, para ello, además, recurre a su fiel administrador, Don Ruperto, encarnado aquí por Fernando Albizu. Pero la casa, finalmente alquilada por los funcionarios, no para de crecer físicamente (haciéndose literalmente más y más grande por momentos…) ante los atónitos ojos del espectador y se acaba convirtiendo en una verdadera pesadilla para ellos. Por allí circulan también, intermitentemente, otros personajes encarnados por José Ramón Arredondo,Dimas; Luis Hostalot, Jesús; Juan Matute, Gestas; Miguel Palenzuela, el fantasma deldifunto Don Daniel, propietario del palacete y Marilyn Torres, Yuya.

Grandiosa

La puesta en escena del montaje es espectacular y queda aún más realzada por una magnífica iluminación de Juan GómezCornejo. La casa, en efecto, va creciendo en cada acto, las columnas se estiran, el número de habitaciones va aumentando, de 17 iniciales pasa a 30... Se va llenando cada vez con más y más cuadros, esculturas, porcelanas, imágenes de pasos de procesiones (entre ellos, un Calvario), animales (jirafas, elefantes, cocodrilos) y, finalmente, hasta un cargamento de armas y un alijo de drogas... Las complicaciones crecen también para la pareja, al mismo tiempo que los muros y los múltiples enseres de la casa (“A veces sueño con un apartamento”, dice Isabel).

Como si de una película se tratase -muy efectista y ajustado el vídeo de Álvaro Luna y el espacio sonoro de Javier Almela-, el montaje se inicia con la proyección de títulos de crédito sobre una pantalla gigante que, a modo de telón, cubre todo el escenario del teatro y sobre él aparece el reparto con la imagen recortada de un palacete al fondo. La cámara se va acercando lentamente hasta fijarse en un balcón. Detrás de ese balcón, aparece la pareja protagonista, ya dentro del salón de la mansión. Entre tanto, no deja de sonar la banda sonora de ‘Lo que el viento se llevó’, una melodía que vuelve a repetirse en cada cambio de acto.

La comedia bebe del humor absurdo de otros autores españoles (Jardiel Poncela, Mihura o Arniches) y, de principio a fin, pueden escucharse sentencias que podrían pronunciar muchos otros personajes del costumbrismo español. Con ellas se hace alusión (que es tanto como decir burla, crítica y sarcasmo) a la situación que se vive sobre el escenario, que es la misma que afecta al público asistente, también inserto en medio de una sociedad en donde es el dios dinero quien marca la pauta de sus vidas: “Al dinero electrónico le pasa como al alma, que necesita un cuerpo”, o “Especular con futuros es otra forma de ver poesía”, dice Alberto, o “La ropa usada dásela a los pobres para que la conserven”, como afirma el espectro del marido de Doña Aurora.

En tono de comedia, Campos García hace una crítica despiadada al modus vivendi de las clases acomodadas en nuestros días, y al valor imperante del dinero, que es lo único que cuenta, sin importar nada los medios utilizados para conseguirlo. Las nuevas tecnologías no han hecho sino aumentar el descontrol y facilitar que ese afán por acumular sea ya global y afecte a todo el mundo. Los personajes, por eso mismo, van vestidos con ropa actual y realista -el diseño de vestuario es de María Luisa Engel-.

‘… y la casa crecía’

Texto, escenografía y dirección: Jesús Campos García

Reparto: Fernando Albizu, José Ramón Arredondo, Ana Cerdeiriña, Luis Hostalot, Ana Marzoa, Juan Matute, Miguel Palenzuela, Juan Carlos Talavera, Marilyn Torres y Samuel Viyuela

Producción: Centro Dramático Nacional

Teatro María Guerrero (Madrid)

Del 4 de marzo al 10 de abril de 2016

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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