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Paz y progreso en Euskadi

jueves 05 de marzo de 2009, 13:25h
Es difícil, en un lamentable pero comprensible ambiente de odios, rencores y acusaciones fundamentalistas entre unos y otros –porque no pueden ser emocionalmente impunes tanta violencia y odio derramados durante tanto tiempo–, opinar con equilibrio sobre la situación política de Euskadi, el País Vasco, Euskal Herría o como cada cual prefiera denominar esa tierra hermosa, fecunda y dolorida en la que conviven con dificultad gentes de espléndido nivel intelectual, industrial y cultural. La paz y el progreso de Euskadi es un objetivo que todos debiéramos compartir desde la razonable aceptación de que nadie puede ganar absolutamente ese dilatado conflicto. Dicho de otra manera, que todos los que no participan de la violencia, que son la inmensa mayoría, debieran intentar ceder algo para acercar posiciones.

Se muy bien que lo que escribiré seguidamente va a recibir réplicas airadas, precisamente de muchos de mis más entrañables amigos, pero hay que asumir que la aproximación a la verdad exige el sacrificio de aceptar de buen grado incluso las descalificaciones. Así que lo diré como reflexivamente lo pienso: no creo que sea una buena noticia, de ninguna manera, el desplazamiento del PNV del Gobierno vasco, si finalmente se produce.

Trasvasar al PNV la muy comprensible aversión a ETA es una infamia que convierte a los nacionalistas moderados vascos en víctimas de ambos extremos. Tengo la convicción de que no habrá paz en Euskadi sin el PNV, porque es verdad que el PNV representa los mejores valores de la sociedad vasca. El enemigo es ETA, no el PNV. Y ETA es tan enemigo del PNV como pueda serlo de socialistas y populares.

Por si fuera poco, es una verdad que no necesita demostración, porque es un axioma numérico, en escaños y en votos, que el PNV ha ganado las elecciones y se ha confirmado como primera fuerza política vasca. Un artificio de mal avenidos que expulse al PNV del Gobierno vasco no hará sino encizañar y agravar el conflicto vasco. Seguro que los más felices por ver salir al PNV de Ajuria Enea serán precisamente los terroristas y los radicales, esto es, ETA y su entorno.

¿Es que no fueron fecundos los gobiernos vascos de coalición de PNV y PSE? ¿Por qué ahora no? ¿Por qué se renuncia a configurar una tan amplia mayoría transversal en el gobierno del País Vasco? ¿Para que Rodríguez Zapatero se justifique, tarde y mal, de aquellas negociaciones con ETA que terminaron en más violencia y sangre? ¿Y qué hace el PP de necesario convidado de piedra de esa manipulación, a mayor gloria del marketing de La Moncloa, como si no fuera visible la mano de La Moncloa detrás de los actuales padecimientos públicos, sean o no merecidos que esa es otra cuestión, del PP?

Hace más de un año, quizá vaya para dos, el entonces presidente del PNV, político de nivel, moderación y consenso, Josu Jon Imaz, nos dijo a un amplio grupo de periodistas, en un muy interesante almuerzo: “Pienso que la normalización se habrá conseguido en Euskadi el día que el PNV y el PP puedan concertar allí un gobierno de coalición”. Cierto que el radical Ibarretxe no es, ni de lejos, el profesionalmente preparado y políticamente serio y equilibrado Imaz, pero el fondo de la cuestión permanece. ¿Va a responder a esa voluntad el PP regalando ahora sus votos al inverosímil Patxi López? Si así sucede, no hace falta leer las entrañas de las ocas para saber que esto acabará mal, muy mal.

Ni siquiera está la cuestión, siempre problemática, de la guerra, más africana que europea –sobre todo por parte de Rodríguez Zapatero– entre PSOE y PP. Sería una gran oportunidad para el ejercicio de la responsabilidad transversal, para ayudar todos al PNV a gobernar contra ETA y sus cómplices de la única manera que puede ser eficaz, esto es, demostrando que los terroristas no aportan a la sociedad vasca otra cosa que dolor, y que la España democrática nunca ha sido ni es -¿cómo podría serlo?- otra cosa que el mejor aliado de la parte abrumadoramente mayoritaria de la sociedad vasca que anhela paz, trabajo, convivencia y progreso. Pero ya me doy cuenta de que esto tiene mucho de clamar en el desierto… Sucederá lo que tenga suceder, y si finalmente es lo que parece, probablemente lo lamentaremos todos. 
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